Por: Daniel Muchnik
El movimiento Indignados que ganó las calles de España, de Europa y de ciertas ciudades de Estados Unidos hace unos pocos años se ha transformado en partido político en la península ibérica y promete arrasar con la estructura dirigencial del país. Tuvieron 1.200.000 votos en las no tan lejanas elecciones para el Parlamento Europeo.
Indignados tenía un alto contenido anarquista, desmesurado, cuestionador. Con movilizaciones masivas, pero sin romper lo que encontraban a su paso. Se le daba importancia por la cantidad de gente que lo integraba pero, en general, carecía de propuestas concretas. Pisaban tierra de nadie, no tenían una brújula segura. Entre ellos estaban los desocupados (a 50 por ciento llega la falta de trabajo entre los jóvenes en España y en otros rincones del viejo continente), los molestos, los irritados con el poder. Los políticos, desde las alturas, los miraban con condescendencia y sin temor en un comienzo. Los identificaban con una izquierda no tradicional, no partidaria y sin adhesiones firmes a las expresiones de militancia del pasado. Una izquierda verborrágica, un poco hippie y bastante desaliñada. Adolescentes que no gustan del mundo tal como está estructurado. A los que les inquieta lo que tienen los ricos, que pregonan una igualdad teórica, pretenciosa. No adhieren al esquema económico vigente ni al sistema impositivo. Aborrecen de todo ello y lo expresan con rabia.
Pero los partidos tradicionales españoles (el Partido Popular, el Socialista, Izquierda Unida) vienen mostrando impotencia y falta de imaginación para concretar cambios indispensables en los últimos años. Todo rociado con escándalos inauditos de corrupción y otras maldades. De impotencia, por sobre todo. Y no por culpa de Bruselas, de la Comunidad Europea o por las presiones de Alemania contra los países del Mediterráneo que vivieron por encima de sus posibilidades. No, España se hundió en el pantano sin que nadie la empujara. Y es en ese intersticio donde entraron los “Indignados” y se transformaron en partido político. Tienen un líder, el profesor universitario Pablo Iglesias, una estructura y están deseosos de tomar el poder. Lo proclaman a voz en cuello, asustan a los poderosos.
¿Pero qué quieren, qué se proponen?, se preguntan los que están al margen. ¿Ruptura del histórico bipartidismo, el que hizo posible el Pacto de la Moncloa, el consenso, el diálogo constructivo y sin venganzas poco tiempo después de la muerte de Franco ? ¿ O aspiran a conquistar el poder y punto ? Iglesias no se achica frente a lo que vendrá. Tampoco ha hecho conocer un Programa de Gobierno medianamente esperanzador. O posible. Y lo que dicen y aseguran suena a demagógico, a despreciar las otras fuerzas vigentes en la península. Por ejemplo proponen el “fin de la Transición actual” y que los independistas hagan lo que quieran, un asunto gravísimo en el que todavía no habló ni el Rey ni las Fuerzas Armadas ni el poder económico que en muchos sectores, pese a la crisis, está intacto.
Para hacer política se necesita dinero y ésto no debe molestar a nadie porque efectivamente la política es costosa. ¿ Quién sostiene a Podemos? Se ha dicho que el chavismo , los oficialistas de Bolivia y Ecuador. Dirigentes del nuevo movimiento y el propio Iglesias lograron buenos contactos en la Argentina con el kirchnerismo, con La Cámpora, con el Movimiento Evita y con integrantes de Carta Abierta, todo gracias a la intermediación de argentinos residentes en España. Comparten con todos ellos las mismas lecturas. Vienen aplaudiendo el populismo como alternativa de futuro, elogian a los teóricos de esa ideología , que es una mirada pero también es acción bastante peligrosa.
Hasta ahora Iglesias, que oficia de patrón del partido, ha actuado con bastantes dosis de autoritarismo para darle forma. Se ocupó de la estructura, no del contenido. No le disgusta oficiar de cuco malo para los que lo siguen y para los que lo temen.
¿Qué chances tiene Podemos? En el presente sólo tienen ganas, pero pocas guías en medio de una crisis profunda de España que todavía necesita muchos años para salir a la superficie y respirar sin dificultades. Sin ser agresivos ni peleadores tienen fuerza para atemorizar. Dependerá entonces del resto de la sociedad ibérica para aceptarlos o rechazarlos de cuajo. En el trajín diario, en ese entretejido que es la política, Podemos trata de nockear a los partidos tradicionales envueltos en mil dilemas. Veremos como termina esta nueva ola de juventud desorientada, protestataria, que sólo tiene quejas, pero que no tiene método para conquistar y realizar su anhelado cambio.