Por: Daniel Muchnik
El diputado oficialista Carlos Raimundi, en representación de la agrupación Nuevo Encuentro en la que participan el interventor del AFSCA Martín Sabbatella y el banquero Carlos Heller, acaba de cometer un acto de “brutalidad manifiesta”, falta de respeto y consideración intelectual, pero indudablemente con un no oculto interés político, contra Carlos Fayt, miembro histórico de la Corte Suprema de Justicia. No es sólo una decisión de estruendosa desmesura sino marcadamente injusta, abusiva y maliciosa.
Raimundi envió una carta a la Comisión de Juicio Político de la Cámara Baja pidiendo que el juez Fayt -palabras textuales- “sea sometido a análisis psicofísicos” para evaluar si está en condiciones de continuar ocupando su puesto. Más, Raimundi no terminó allí. Pidió a esa Comisión que se “aboque a iniciar una investigación que le permita analizar si están dadas o no las condiciones para promover el juicio político a Carlos Fayt”. Una indudable ”caza de brujas”.
Raimundi se basa en que Fayt habría favorecido un fallo en “consonancia con los intereses del diario La Nación”. Ignora sus antecedentes, de una aplaudida limpieza profesional.
¿Quién es Carlos Raimundi? Se inició políticamente en la Juventud Radical, oponiéndose a las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. Fue profesor de Derecho Político en la Universidad de La Plata. Molesto contra el Pacto de Olivos, fue uno de los organizadores de la iniciativa “Reunión en la Confitería El Molino” donde se sentaron en una misma mesa Chacho Alvarez, José Octavio Bordón y Federico Storani, en búsqueda de coincidencias. Participaron de una elección -ahora un triste recuerdo-, en pleno período menemista, con un respaldo increíble de más de 5 millones de ciudadanos que luego se esfumó por motivos personales de sus protagonistas. De su militancia en el Frepaso saltó al ARI de Lilita Carrió y llegó a candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, donde se vio favorecido por mucho más de medio millón de votos. En el 2007 y 2008, anclado en un nuevo y rotundo cambio ideológico acompañó con decisión varias de las leyes enviadas por la presidenta Cristina Fernández (reestatización de Aerolíneas y de las AFJP) y en 2011 se lo volvió a consagrar legislador. Los que lo conocen lo definen como hombre de centro izquierda, pero sin militancia previa en las izquierdas como muchos de sus compañeros de Nuevo Encuentro.
No está mal cambiar ideológicamente.Es un signo de adultez. El tiempo y la experiencia ofician de importantes enseñanzas. Pero si se trata de un hombre público, en este caso un dirigente político, las mudanzas en las lealtades partidarias, como mínimo sorprenden. No es traición de principios, pero sí un perjuicio que queda como lastre para quien lo votó por su programa y por el partido que lo sostenía.
Carlos Fayt es una de las personalidades más destacadas del mundo jurídico en la Argentina. Con sus 96 años de edad, ha escrito 35 libros, la mayoría de su especialidad, pero algunos sobre peronismo, materia a la que dedicó tres obras. En su momento cuestionó académicamente la reforma constitucional de 1949, una especie de ícono inconmovible del movimiento justicialista. Y por ello se lo consideró algo así como “un pelo en la leche”. Fue profesor universitario. Lo premiaron con el Konex de Brillante, lo consideran un maestro de maestros. En estos últimos tiempos, trabaja con intensidad en su casa y concurre uno o dos días por semana a la Corte para encontrarse con sus colegas e intercambiar ideas.
Pocas dudas caben de que el cristinismo, incluyendo a la Presidenta, quiere avanzar en la construcción de un muro de contención de las investigaciones judiciales que lo tienen como protagonista. Y que se multiplican sin límite. ¿Lo quieren hacer denigrando a Fayt, empujándolo para que deje a un lado sus responsabilidades? La política es un territorio dominado por las zancadillas y traiciones. La de Raimundi es más bien un acto de torpeza. O de maldad..
Si Raimundi intenta arrinconar a Fayt por su edad, es porque no conoce historia, la innumerable seguidilla de personas mayores y hasta ancianas que siguieron creando, escribiendo, pintando, aportando conocimientos y especialmente cultura a sus pueblos. Goethe terminó de escribir su “Fausto” a los 80 años. Lo había empezado a los 20, pero lo dejó en un rincón porque no estaba conforme. A los 83 años seguía enamorándose de doncellas jóvenes a las que dedicó bellos poemas. Goya, Velázquez, Salvador Dalí, Pablo Picasso, Valle Inclán, Juan Ramón Jiménez, Unamuno, Nicolás Guillén tuvieron larga y creativa vida, cuando la humanidad tenía una expectativa de vida, en Occidente, de 50 años. El filósofo de las ciencias Bertrand Russell, quien vivió hasta los 98 años era permanentemente consultado por los gobiernos y las academias. Henry Ford dominó sus plantas terminales de automóviles hasta los 84 años. Y el caribeño Joaquín Balaguer gobernó ciego, pero implacablemente y falleció a los 90 años.
En la Argentina tenemos un ejemplo maravilloso. Carlos Gorostiza, un dramaturgo y escritor prolífico, de 95 años de edad, que fue Secretario de Cultura en el gobierno de Alfonsín, estrena nueva obra a mediados del 2015 y se reestrenan en varias salas otras piezas que creó hace medio siglo.