Un gran relato para exculpar a las FARC

Darío Acevedo Carmona

Retomamos el texto Todo tiempo pasado fue peor en uno de los asuntos más críticos. Según Alvaro Delgado (1), las FARC tuvieron mucha responsabilidad en hechos de violencia, no sólo por haber impulsado un proyecto de participación en política legal sin haber renunciado a la combinación de todas las formas de lucha, sino porque propiciaron acciones de retaliación violenta contra dirigentes de la UP (Unión Patriótica) y del Partido Comunista que eran críticos de la lucha armada y de la supeditación de la lucha legal a la lucha armada como ya se había impuesto desde comienzos de la década de los ochenta.

“Cuando se llevó a cabo el aniquilamiento de la UP las cosas eran distintas…dejaron en claro que ellos (las FARC) no iban a exponer sus fuerzas en son de defender a los militantes de la UP o del partido. Su reflexión era escueta: ‘Ese no es problema nuestro…ustedes se crearon ese problema y ustedes verán cómo lo solucionan´…” Dice Delgado que muchos organismos del partido se quejaban de que las FARC sabiendo quiénes eran, dónde y cuándo actuaban los asesinos de la militancia del partido, no hacían nada por evitarlo.

Ante las críticas formuladas en los plenos del Comité Central (CC), Delgado empieza a perder prestigio y a recibir amenazas de las FARC. “En varias oportunidades, al término de reuniones… en las cuales yo había hecho serios reparos a la conducta del movimiento armado, algunos camaradas se me acercaban para advertirme en privado que me estaba exponiendo, que debía morigerar mi tono, que uno no sabía que podría pasarle… en esos momentos recibo las primeras amenazas de muerte, hechas inicialmente por teléfono, fugazmente, y luego en sobres cerrados que aparecían en las propias oficinas del Comité Central… le planteé la cosa a otro camarada… y me dijo: ‘No creo que te vayan a matar, pero pueden contratar a alguien que te haga algún daño’… Cuando dejé formalmente toda responsabilidad en el Comité Central me quedé sin empleo y sin ingresos. Acudí a la dirección del partido…y el responsable de organización sólo me ofreció traslado a Urabá, de donde yo había visto llegar a camaradas que huían de las amenazas del Ejército y los paramilitares …Finalmente, decepcionado también de que el partido seguía apoyando la lucha armada, decidí retirarme.”

Delgado insinúa que las FARC tuvieron responsabilidad en algunas acciones mortales contra dirigentes de la UP. Una de ellas habría sido el asesinato del dirigente de esta organización Henry Millán, representante a la Cámara, en Florencia, que había sido muy crítico con las FARC. Y narra que en medio de la lucha ideológica interna en el Partido Comunista, le contaron que Manuel Cepeda “había interceptado una carta en que se planteaban acciones divisionistas.” Entre los acusados se encontraban Jaime Pardo Leal, José Antequera, Bernardo Jaramillo, entre otros. Pardo y Jaramillo fueron citados por los jefes de las FARC con el fin de alinearlos, corregirlos y hacerles saber que la guerrilla ya era más poderosa que el partido y que era a ella a la que debían guardar lealtad: “Jaramillo y sus compañeros no eran dirigentes decisorios en el CC y fueron rápidamente aislados y aplastados”. Se refiere a una visita que hizo al monte por citación de Jacobo y cuenta que en una quebrada de “aguas cristalinas…alcancé a ver varias personas de catadura urbana, entre ellas una alcaldesa y tal vez dos”. Recuerda que escuchó en un pleno del CC durante la tregua con Belisario Betancur y cuando la militancia comunista estaba entusiasmada con la paz el mensaje de los comandantes guerrilleros: ‘Olvídense de eso (la paz). Nosotros estamos haciendo eso con Betancur solamente como una maniobra política…porque con eso ganamos tiempo y… ganamos posiciones y podemos llegar a sectores populares donde no podemos llegar de otra manera’. Por eso, continúa Delgado, “nunca creí en las negociaciones con Pastrana…Cuando a Pardo Leal le dijeron que debía ir a hablar con los comandantes guerrilleros se murió del susto…tipo que sobresale en la lucha política o cívica es tipo que mandan a llamar”. Sobre el derrumbe de la Unión Soviética cuenta algo que revela el dogmatismo imperante en la línea dirigente: “El partido sigue… creyendo que lo que vivieron fue… un grave accidente en el camino, pero que la organización sigue firme y las tesis marxistas siguen incólumes… No se aceptó nunca que el modelo que los comunistas quisimos imponer en el mundo fracasó”.

Creo que las evocaciones de Álvaro Delgado merecen toda la atención de la opinión pensante de Colombia, en especial, de las izquierdas de todos los colores, porque a raíz del nuevo intento de negociaciones de paz que se adelanta en La Habana, se pretende, por parte de algunos círculos radicales y de personajes muy cercanos a ese comunismo dogmático, como el hijo de Manuel Cepeda, vender la idea de una única verdad, de una versión según la cual en el conflicto colombiano sólo hubo unas víctimas, las del Estado colombiano, los paramilitares y la fuerza pública. Declaraciones en tal sentido se han escuchado recientemente por parte de voceros de las FARC. Es fuerte la demanda para que se conforme una Comisión de la Verdad cuya función ya estaría fijada: entrar en detalles para corroborar lo que se afirma.

En suma, según ese Gran Relato se quiere explicar lo sucedido en Colombia como expresión de una política de Estado, similar a lo sucedido en las dictaduras de Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay, donde se trató de aplastar los movimientos populares y revolucionarios antiimperialista y socialistas por iniciativa estatal. Se afirma, como verdad científica, que las guerrillas y la lucha armada son consecuencia de las desigualdades enormes y las injusticias y la estrechez de la democracia, las “causas objetivas”. Se niega la existencia de un proyecto comunista y revolucionario que se pretendió realizar a contrapelo de las tendencias políticas reformistas por las que se inclinó la sociedad colombiana. En ese Gran Relato no se admite que las guerrillas cometieron crímenes de lesa humanidad y de guerra, que deben rendir cuentas a la Justicia y que así como ha habido condenas para los políticos que colaboraron con los paramilitares, también debería haberlas para los que desde la civilidad apoyaron la lucha armada guerrillera.

El texto de Álvaro Delgado debería ser tenido en cuenta no sólo en los debates en el ámbito político sino también en los recintos académicos donde es casi hegemónico un discurso que únicamente habla de la base material del levantamiento armado, justificante y moralista que atribuye representación política y altruismo a un experimento que en 50 años de existencia no fue capaz de convocar el apoyo de las mayorías.

 

(1) Álvaro Delgado (82) fue durante 40 años militante del Partido Comunista colombiano y por más de 30 miembro de su Comité Central. Dejó la militancia en la turbulenta década de los noventa sin renunciar a su empatía con el ideal de un mundo más democrático y más justo. Con el título Todo tiempo pasado fue peor, publicó sus memorias en base a entrevistas realizadas por Juan Carlos Celis.