Al cabo de tanto sufrimiento y de tanta sangre derramada por causa de la violencia amparada en supuestos políticos, todos hemos terminado identificándonos en hablar sobre la importancia de la paz y del diálogo, en que el fin del conflicto sería muy beneficioso para la salud física y mental, para el desarrollo económico y para muchas otras cosas positivas.
Pero, cuando entramos en los detalles, que es donde se encuentra el diablo, caemos en cuenta que tras esa aspiración común nos distancian auténticos abismos. ¿Cuáles son las principales propuestas para alcanzar el tan elusivo fin de la paz? Para responder a esta inquietud y propiciar el debate propongo tres agrupamientos, Aclaremos antes, que a diferencia de la violencia liberal-conservadora en la violencia actual los colombianos no estamos divididos en dos bandos y que la inmensa mayoría queremos la paz.
La primera propuesta sobre paz es la que puso en marcha el gobierno de Juan Manuel Santos. Su punto de partida fue reconocer a las guerrillas en pie de igualdad con el Estado, ofrecer una amplia gama de garantías como el Marco Jurídico para la Paz, negociación en terreno amigo de las FARC, promesas de no penalización con cárcel por delitos de lesa humanidad a comandantes guerrilleros, una agenda de cinco puntos en la que, como hemos observado, la delegación guerrillera ha hecho caber infinidad de propuestas tan vasta como la Agenda Nacional. El gobierno reconoce que para llegar a la paz es indispensable realizar profundas reformas en todos los campos como paso previo para que esta sea una realidad, otorgándole a las FARC la razón histórica y moral de que su “levantamiento” tiene “causas objetivas”. El gobierno no exige ni la dejación ni la entrega de armas ni la desmovilización de la guerrillerada en el acuerdo previo. Ese acuerdo sería sólo el inicio del camino hacia la paz que está calculado en diez años. El gobierno tampoco exigió a las FARC el cese unilateral de las acciones bélicas ni el reconocimiento de que la vía de las armas está totalmente cerrada para sus pretensiones de tomarse el poder. A este camino lo llamaremos el del entreguismo en tanto élites ilusas, de visión corta y voluntaristas, medios impactados, políticos ligeros y dirigentes con conciencia de culpa, creerán en la buena fe de las guerrillas y están dispuestas a conceder toda clase de gabelas.
La segunda visión sobre la paz es la que proponen las FARC y el ELN, aunque este último apenas se está acercando a las conversaciones. Habiendo entendido su derrota estratégica en razón de las bajas causadas por la política de la Seguridad Democrática, aceptan negociar con un gobierno que en vez de arrinconarlas y hacerles las exigencias que la gente esperaba, les ofreció conversaciones de paz sin renunciar a las armas ni a su proyecto. Lo que buscan entonces, es la gestación de espacios favorables para un recambio de su estrategia de tomarse el poder. Aprovecharán, como en las cuatro ocasiones anteriores, para tomar un nuevo aire, volver a reunirse, restablecer contactos en el país y el exterior y lavar su imagen ante el mundo. En este lapso, en marcha desde 2011, han reestructurado sus redes con el mundo político y con los movimientos sociales que les son cercanos o donde han tenido alguna presencia. En ese aparataje, el frente civil o quinta-columna juega un papel primordial, más allá incluso que el de sus frentes armados. La idea es colocar el énfasis en la agudización de las luchas de clases y de los conflictos sociales y de las diferencias en los círculos dominantes, para crear, como dirían los leninistas y gramscianos, una gran confusión en el bloque de clases en el poder de tal forman que no puedan volver a gobernar a sus anchas. Esto quiere decir que habrá un desplazamiento espacial y político: acumularán sus fuerzas y acciones en los principales centros urbanos e intervendrán en la lucha electoral para abrirse paso.
Entretanto, su discurso ideológico, que no cambiarán aunque sí adornarán, será llevado a todos los espacios a través de sus organizaciones legales y clandestinas y de los medios de prensa que obtendrán en las negociaciones. Su propuesta de asamblea constituyente con delegados autonombrados y seleccionados por fuera de los demás y en cantidad apreciable, es clave en su remozado proyecto. De aceptarse esta propuesta estarían dispuestos a un cese unilateral indefinido de acciones bélicas pero sin dejación ni entrega de armas ni cárcel por delitos de lesa humanidad, para librarse de ella promoverán en la constituyente la renuncia de Colombia a la CPI. No resarcirán a sus víctimas porque actuaron en nombre del pueblo y con “altruismo”. Dispondrán del control político y militar en amplios territorios bajo la figura de “circunscripciones especiales de paz” que gozarán de ventajas electorales. Mientras se realizan las reformas exigidas y acordadas y transcurre la llamada fase de transición harán el papel de vigilantes y supervisores, presionando con la movilización callejera. Al cabo de ese período estarán en condiciones, hacia allá apuntan, de asumir el poder por vía electoral para poner en marcha su proyecto de “La Patria Grande” de Fidel, Chávez y “Tirofijo”.
A este camino lo llamaremos el del engaño ya que se usará la legalidad y la democracia a la manera marxista-leninista, como peldaño, para instaurar luego la “democracia popular y revolucionaria” de corte estalinista.
El tercer camino no requiere amplia presentación, es el liderado por el uribismo. Es el más simple, el más claro, pero también, el más difícil de aceptar por las guerrillas, sus aliados y amigos. A las preguntas ¿se debe negociar con las guerrillas? La respuesta es: sí. ¿Es bueno el diálogo? Sí, pero con condiciones. ¿Cuáles?
1. Cese unilateral de acciones bélicas por parte de las guerrillas.
2. Aceptación de penas para guerrilleros culpables de delitos de lesa humanidad en el marco de la Justicia Transicional.
3. Garantías políticas, económicas y sociales, amnistía e indulto para guerrilleros responsables de delitos de rebelión y porte de armas.
4. Compromiso de dejación y entrega de armas al final de la negociación.
A este camino lo llamaremos el de la paz realista, en cuanto se atiene a parámetros de democracia, justicia, reconciliación, reparación y no repetición.