El laberinto del dólar

Darío Epstein

Desde que se instauró el cepo cambiario, el Gobierno convive con la disyuntiva de cuidar que se reduzcan las reservas del Banco Central y, a la vez, cuidar que no se amplíe la brecha cambiaria. No puede lograr las dos cosas a la vez, ya que una alimenta a la otra.

Estos días escuchamos, de parte de los candidatos presidenciales, distintos paquetes económicos que implementarían en caso de ganar. Todos coinciden en que hay que aumentar las reservas y algunos hablan de levantar el cepo de forma inmediata. Otros como parte de un paquete integral a cien días. Otros plantean mayor gradualismo.

Pero las intenciones muchas veces chocan con la realidad al momento de implementar las ideas. Los mercados necesitan creer y confiar, ¡pero es mucho más fácil cuando hay dólares! Experiencias al respecto sobran.

Partiendo entonces de la base de que el próximo presidente va a necesitar mejorar la posición de moneda extranjera para lograr crecimiento, veamos cuáles serían las principales fuentes de acceso a divisas y sus problemas.

Las tres fuentes principales de acceso a divisas enfrentan problemas:

1)    Inversión: La normativa actual obliga a liquidar el ingreso de divisas al valor del dólar oficial. Es muy difícil lograr ingresos de capitales a 9,30 y sin certeza de que podrán salir al mismo valor, ni de cómo podrán distribuir las utilidades. Es el famoso (bien o mal llamado) cepo cambiario. Es decir, la primera opción demanda acomodar el cepo.

2)    Exportación y turismo: El problema es el valor del dólar real (o el peso argentino). Si vemos el recorrido de otras monedas en la región y el mundo, podríamos considerar cierto atraso cambiario. Cuando es más barato ir a Miami que a Villa Gesell (como supo decir Tomás Bulat), tenemos un problema. La discusión sobre el valor real del dólar (es decir, devaluación neta de inflación) comienza a perder relevancia cuando el real brasilero cotiza a 4,20 unidades por dólar y el resto de las monedas de la región, países emergentes, Europa y Japón se han depreciado fuerte contra el dólar. Es decir, una mejora en la posición neta de comercio exterior y turismo demandará un sinceramiento del tipo de cambio.

3) Acceso a los mercados voluntarios de deuda: En este caso, el problema es el default y la obstaculización de los holdouts y Griesa. Argentina debería endeudarse (en caso de que lo pueda hacer) a una tasa de alrededor del 10 % en dólares. Es muy difícil recrear confianza tomando dinero a esos valores. Y las trabas permanentes de los holdouts no facilitan la operatoria.

 

La conjunción de estos tres problemas lleva a una escasez de divisas-reservas que dificulta el crecimiento. Y lo peor de todo es que los tres temas están interrelacionados.
Parecería que el mayor impacto lo tendría acceder a los mercados internacionales y contar con mayor poder de fuego para levantar el cepo y dejar una flotación administrada de la moneda. El problema es que una negociación con holdouts necesita tiempo. No se puede negociar bien mirando el reloj cada 15 minutos.

En este marco, es evidente que la apuesta que están haciendo los mercados hacia Argentina es por un cambio. El final de un ciclo político y vientos nuevos en materia de política económica. Si pensamos que las transformaciones que sufrirán los activos financieros serán creíbles y servirán para mostrar algo de racionalidad y mucha credibilidad, estas se trasladarán a los activos reales, Argentina se revaluará en dólares y tendría un efecto derrame a toda la economía. Los bonos fueron descontando a lo largo de todo este año dicho escenario, pero aún poseen un margen muy alto para subir, por eso existe todavía potencial para pagar un bono soberano de Argentina del tramo medio o largo de la curva en dólares que rinde entre 9 % y 10 % promedio actualmente.

El rendimiento promedio de un bono en Argentina es mucho más atractivo aún si tomamos en cuenta Argentina dentro de Latinoamérica para las principales referencias. Aunque ese rendimiento sea muy elevado, el inversor debe tomar en cuenta un déficit fiscal que se ubicará por encima de 6 % del PBI (sin contabilizar las transferencias del Anses y el Banco Central al Tesoro), una situación de default selectivo por un tema legal con diversos fondos que no decidieron ir a la reestructuración propuesta en 2005 y 2010, y un atraso cambiario que deberá corregirse sin después no poder evitar mucho dolor en materia de actividad económica y más pobreza y desempleo.

El nuevo equipo económico que gobierne los destinos de la Argentina deberá intentar volver a restablecer los superávits gemelos (fiscal y comercial) y atraer inversión productiva del exterior. Para lograr esto deberá buscar el libre flujo de divisas con el exterior. Pero será imposible levantar el cepo mientras exista una disparidad entre el valor oficial contra gente dispuesta a pagarlo 15,8 pesos. Primero habrá que reducir a cero la brecha, ya sea a través de ingresos de divisas o aumento de la confianza, o preferentemente ambos. Por lo tanto, el acceso al mercado libre y único de cambio va a ser una prioridad común y la negociación con los holdouts otra prioridad, ya que va a ser muy difícil mejorar el perfil de deuda y acceder a préstamos tanto a nivel Gobierno como empresas privadas a costos razonables mientras no haya una solución.

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