Por: Diego Rojas
Doce y veintisiete de la noche. Casi media hora ha pasado desde el inicio del viernes 19 de abril de 2013 cuando Gabriel Solano, dirigente del Partido Obrero, sube al escenario instalado en la calle Comodoro Py, de espaldas al edificio donde anidan los tribunales que juzgan el asesinato de Mariano Ferreyra. Desde hacía unas cuantas horas ochocientos jóvenes armaban las carpas donde dormirían durante la noche, escuchaban a grupos musicales que tocaban en vivo, charlaban en grupos, reían o descansaban sentados sobre el cordón de la vereda o el asfalto mismo, tomaban agua o cocacola. Horas apenas faltan para el inicio de la última sesión del juicio oral que sentó en el banquillo de los acusados del crimen de Barracas, ocurrido el 20 de octubre de 2010, a los sospechosos de haberlo cometido. Ese banquillo está ocupado por los máximos dirigentes del sindicato Unión Ferroviaria, los miembros de la patota que había conformado aquella organización gremial, barrabravas y sicarios contratados para incrementar la violencia fatal de la patota y policías sindicados de haber liberado la zona para permitir que el plan criminal se produjera. Desde los distintos lugares donde se agrupan, los jóvenes se dirigen hacia el escenario para escuchar las palabras de su referente. Son chicos y chicas que oscilan entre la adolescencia y los primeros años de su segunda década de vida. Jovencitos.
Dos días después del asesinato de Ferreyra, el cementerio de Avellaneda se pobló también de jovencitos. Eran pibes de la edad de él, de Mariano, que había muerto a los 23 años debido a una bala de plomo que le había perforado un pulmón. Yo había decidido ir hacia ese cementerio del sur movido por la conmoción que había sacudido a la nación, que también me había atravesado. Me había enterado del homicidio aquel mismo 20 de octubre de 2010, mientras llegaba a la redacción de la revista donde trabajaba, en el pasillo que conducía a su puerta. Un mensajito me había llegado al celular con el siguiente texto: “Una patota de la Unión Ferroviaria mató a un compañero. Hay más heridos de bala. Movilización a Callao y Corrientes”. Me lo había enviado un amigo que yo había conocido en la época en la que militaba en el PO. Al ingresar en la redacción, las imágenes del plasma mostraban la noticia en sus primeros momentos de irradiación. Fue un golpe tremendo. Era el día de cierre de la revista. Fue una jornada agobiante. Me encargaron que escribiera una columna contando quién había sido el muchacho asesinado, hablé con sus compañeros que acababan de perderlo: me contaron sobre él con la mayor entereza posible. Entré a su Facebook y pude ver la autodescripción que Ferreyra realizaba de sí: le gustaba el cine oriental, algunas bandas de música sofisticada, Los Simpson y Doctor House. Al día siguiente marché junto a decenas de miles, ciudadanos de a pie y representantes de todo el arco político, y sus compañeros de militancia, hacia la Plaza de Mayo, para exigir justicia. Decidí ir la jornada posterior al cementerio de Avellaneda donde su cadáver iba a ser enterrado. Ahí los vi, tan jovencitos, centenares de sus compañeros que despedían a uno de los suyos, que despedían a un dirigente, y los vi llorar y abrazarse y consolarse mutuamente por ese dolor que provoca que le arranquen la vida a un chico de 23 años solamente, a un militante revolucionario, a una persona que debía haber tenido toda una vida para vivir, a un pibe que era uno como ellos. Fue todo dolor.
“Estos días previos al día de mañana, cuando se dictará la sentencia –dice Solano desde el escenario– fueron agitados. Nosotros conocíamos las transcripciones judiciales de los audios de las conversaciones entre el ministro Carlos Tomada y la viceministra Noemí Rial con el reo José Pedraza meses después del asesinato de nuestro compañero Mariano Ferreyra, que expresan la íntima sociedad establecida desde el poder político con esa burocracia sindical criminal. Pero escuchar esos audios nos impactó, e impactó a todo un país. También Cristina conocía esos diálogos y debía conocer los audios, ya que tiene a la SIDE a su disposición. Y así y todo promovió la candidatura de Tomada a la jefatura de gobierno porteño y a Rial como legisladora de la ciudad”. La cercanía del río hace que la cálida noche sea un poco más fría en Comodoro Py y, sin embargo, muchos militantes escuchan el discurso enfundados en sus remeras o musculosas, con pantalones cortos. No parecen estar “uniformadamente de rojo” ni tener “garrotes en mano”, como los quiso mirar este último 24 de marzo la presidenta. “Si no se condena a perpetua a Pedraza o si le dan una pena ridícula –advierte Solano– le haremos pagar el costo político al gobierno y al tribunal que haya tomado esa decisión”.
El 6 de agosto de 2012 se inició el juicio que hoy termina. Mientras estas líneas se escriben, todavía no ha sido dictada la sentencia. Sin embargo, es posible señalar que los más de trescientos testimonios y toda la prueba acumulada no dejan lugar a dudas sobre la responsabilidad de todos los acusados en su participación en el plan criminal que acabó con la vida de Mariano Ferreyra, le produjo heridas gravísimas e irreversibles a Elsa Rodríguez –esa luchadora de origen popular a quien le dispararon una bala en la cabeza, que quedó en coma y que hoy estará presente en el tribunal cuando se lea la sentencia, en su silla de ruedas, afásica y hemipléjica, pero digna con toda la dignidad de quien lucha siempre– y provocó heridas con munición de plomo a dos manifestantes más. No quedan dudas del rol de cada uno de los integrantes de la patota en el ataque que protegía el negocio de la tercerización, un ataque escarmentador para que los tercerizados “no jodieran más” con su reclamo. No quedan dudas sobre el rol policial en la liberación de la zona, que permite aventurar que debe ser investigado el senador Aníbal Fernández, que tenía el control de las fuerzas de seguridad en aquel entonces. Y no quedan dudas del rol de instigadores, de autores intelectuales, que les cabe a José Pedraza y a Juan Carlos “El Gallego” Fernández por este crimen. No quedan dudas de que les corresponde la pena de cadena perpetua.
Hoy se decide todo esto.
Hoy, si hay perpetua, podremos afirmar que nuestra sociedad avanzó un poco, un poquito al menos, en esta larga historia de buscar justicia para las víctimas que pocas veces lograron en nuestro país que sus victimarios vayan presos.
Hoy puede ser un día histórico.