Por: Eliana Scialabba
Esta semana el INDEC publicó dos resultados que nos muestran el frágil estado en el que se encuentra la economía argentina.
Por un lado, el organismo oficial confirmó lo que se venía observando en el mercado de trabajo desde hace unos meses: en el segundo trimestre aumentó el desempleo, ubicándose en el 7,5% de la población económicamente activa (PEA), 0,3 puntos porcentuales por encima del mismo período del año anterior.
Debe destacarse que no sólo se incrementó el desempleo, sino que también se contrajo fuertemente la tasa de actividad, que muestra la relación entre la PEA y la población total, la cual pasó de 46,5% a 44,8% y la tasa de empleo que cayó de 43,1% a 41,4%.
La primera tasa muestra una caída de la oferta de trabajo, debido a que muchos trabajadores que se encontraban en el mercado de trabajo se retiraron de él, al no encontrar un empleo. En tanto, la segunda tasa indica una baja en la contratación de las empresas, es decir una contracción en la demanda de trabajo.
Traducido a números, estos guarismos indican que durante el último año se perdieron 230.000 puestos de trabajo, aunque de ese total 200.000 personas salieron de la PEA y los 30.000 restantes pasaron a una situación de desempleo. Si no se hubiese verificado una caída en la oferta de trabajo, el desempleo del segundo trimestre hubiese sido del 8,7%.
Los principales sectores afectados en la destrucción de empleo han sido industria, la cual perdió 25.000 puestos de trabajo, y construcción que sufrió una contracción similar. Sin embargo, en los próximos meses podría extenderse a otros sectores como comercio, de mantenerse la caída de los salarios reales de los consumidores.
Por otra parte, un día después, el mismo organismo oficial publicó las cifras del Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE), el cual es un “adelanto” de la evolución trimestral del PBI. Según el INDEC, la actividad presentó en junio una variación nula respecto al mismo mes del año anterior, y aunque las cifras son las mejores desde marzo, mes a partir del cual la comparación anual comenzó a ser negativa, no son para nada alentadoras.
No obstante, este estancamiento debe ser analizado nivel sectorial para tener una mejor lectura de la situación. Los sectores mencionados previamente que exhiben fuertes caídas de empleo como industria y construcción, junto a comercio y transporte, también presentaron contracción en el nivel de actividad, las cuales fueron compensadas parcialmente con las subas de agro, electricidad e intermediación financiera.
En un contexto como el descripto, en el que el mismo gobierno comienza a admitir los problemas en el nivel de actividad y el mercado de trabajo, la incertidumbre y la caída del salario comienzan a afectar el consumo, mientras que la falta de financiamiento y las restricciones a las importaciones tienen efectos negativos sobre la inversión. Y a pesar de los intentos del gobierno de compensar estas caídas de demanda agregada con política fiscal expansiva, ya no cuenta con tanto margen de maniobra como en 2009, ya que la restricción presupuestaria cada vez dificulta más la expansión del gasto público.
De esta forma, con una demanda agregada anémica y una oferta que no se expande, no es previsible una reactivación económica y mejoras en el empleo, sino todo lo contrario. Durante los próximos meses se estima que el consumo y la inversión se contraerán aun más, y aunque el gobierno continúe con su política expansiva de gasto, este deberá financiarse vía mayor emisión monetaria, generando de esta forma más inflación.