Por: Eliana Scialabba
El dólar sigue retrocediendo y, tal como mencionaba en la columna anterior, el efecto tasas ha sido mucho más exitoso que las intervenciones previas en el mercado de cambios, en las cuales el Banco Central (BCRA) “sacrificaba” reservas internacionales.
El BCRA ha dejado muy clara su posición de no convalidar un dólar en torno a los 16 pesos para evitar una mayor presión sobre el nivel de precios de la economía, y la utilización de todas las herramientas de política monetaria a su alcance han generado no sólo una caída en la cotización de la divisa norteamericana, sino también un cambio en las expectativas de los agentes.
El principal error del BCRA fue creer que el mercado de divisas se había estabilizado rápidamente, luego de la salida del cepo cambiario. Redujo muy rápido la tasa de interés de Lebac de corto plazo y, aunque continuó absorbiendo el excedente de pesos, los menores rendimientos de los activos nominados en pesos generaron que parte importante del dinero en circulación se volcara al mercado de cambios y presionara sobre el dólar, hasta llevarlo a niveles que el Gobierno parece no estar dispuesto a aceptar.
Si bien por el momento la estrategia de Federico Sturzenegger y su equipo ha sido exitosa para hacer retroceder la cotización del dólar, hay que estar atentos: la creciente emisión de Lebac de corto plazo, con un alto rendimiento hace que todos los meses el BCRA tenga que renovar los papeles o emitir más pesos; ambos con efectos negativos para la economía en el mediano plazo.
Por un lado, la mayor emisión de letras incrementa el déficit cuasifiscal (diferencia entre el cobro y el pago de intereses): es el rojo que no se ve. Por otra parte, la expansión monetaria presiona aún más sobre el nivel de precios de la economía, lo que termina atrasando el tipo de cambio real y genera nuevas necesidades de incrementos en la cotización nominal del dólar. Tanto esfuerzo para nada.
En este contexto, para sortear con éxito este escollo, la clave es ingresar dólares en la economía, anclar las expectativas y darle espacio a la autoridad monetaria para bajar la tasa y descomprimir el efecto recesivo de la tasa de interés alta.
Afortunadamente para el ente emisor, las próximas semanas comienza el segundo trimestre, el cual siempre es el mejor, porque la estacionalidad de las exportaciones juega a favor. Sin embargo, el mercado se pregunta cuál será el piso del dólar para el Central, ya que es posible que los traders cerealeros comiencen a hacer cuentas si les conviene liquidar a un dólar por debajo de los 15 pesos o esperar el repunte de la divisa.
En el peor de los escenarios, el BCRA aún puede poner sus esperanzas en el canal financiero: el acuerdo definitivo con los holdouts permitiría la apertura total de la cuenta capital y facilitaría el ingreso de dólares.
Como puede apreciarse, los escenarios posibles son múltiples e inciertos, y crean numerosos dilemas tanto para la autoridad monetaria como para los agentes en general. No obstante, el BCRA, en lugar de concentrarse tanto en el dólar, debe tener su mirada puesta en el peso: recién podrá comenzar a reducir la tasa de interés cuando la política de descenso de pesos del mercado tenga efectos sobre la inflación.