Por: Eliana Scialabba
No es novedad que la fuerte expansión del gasto público por encima del aumento de los ingresos tributarios ha llevado a la autoridad monetaria a emitir dinero para financiar este déficit.
Sin embargo, a pesar que el incremento de la oferta monetaria se desaceleró en 2014 desde los niveles del año anterior – pasó de estar por encima del 30% a ubicarse, en promedio, por debajo del 20% – la inflación continuó su trayectoria ascendente, aun en un contexto de caída del nivel de actividad y con la autoridad monetaria manteniendo atrasado el tipo de cambio y llevando adelante una gran esterilización de los pesos emitidos para el Tesoro, como anclas antiiflacionarias.
En el día a día se suele oír de manera recurrente que la inflación se explica – casi exclusivamente - por el exceso de emisión monetaria para cubrir el “rojo” fiscal. Si esta afirmación es válida, ¿por qué la tasa de inflación no disminuye en la misma cuantía que la oferta monetaria?
La respuesta a esta pregunta que es la explicación se ha centrado en analizar sólo una cara de la moneda. La variación de la tasa de inflación ha pasado hace tiempo de la oferta a la demanda de dinero, debido a que los agentes, luego de los algunos períodos, logran internalizar las expectativas de aumentos de precios, y pueden prever en torno de que valores estos se ubicarán, permitiéndoles indexar los contratos y determinando nuevos “pisos” para la inflación de los períodos subsiguientes.
En este contexto, ya no se demandan pesos que cada vez valen menos. No es sólo que el banco central que emite mucho, sino que son los agentes económicos que ya no quieren ese dinero. Prueba de ellos, basta presentar algunas cifras para sostener lo mencionado previamente: durante 2014, la demanda de dinero se contrajo más de un 4% interanual, y los depósitos en plazo fijo cayeron un 3,4%
Es por eso que cuando la dinámica inflacionaria pasa a manos de los agentes, ésta depende de la demanda de pesos o las expectativas de una inflación mayor, dejando en un segundo plano el ritmo de expansión monetaria neta llevada adelante por el banco central: la autoridad monetaria ya no va por delante de la inflación, como es habitual, sino que empieza a ir por detrás, lo que indica la pérdida de eficacia de la política monetaria.
Debido a lo expuesto, se sostiene que la inflación se ha transformado en inercial, para la cual ya no alcanza la política económica tradicional, sino que requiere un plan de estabilización que modifique las expectativas. Dado que no se vislumbra, al menos por el resto de 2015, un cambio en el manejo de política económica, la inflación esperada para este año no disminuye del 2% mensual, a pesar del contexto contractivo.
La sustitución de emisión monetaria por endeudamiento que ha tenido lugar durante los últimos meses, junto con la debilidad de la demanda de bienes, dará un poco de respiro al aumento de precios, que se estima cerrará el año en torno al 28%-30%, aun frente a la fuerte expansión fiscal que tendrá lugar en 2015 frente a un año eleccionario.
La inflación se ubicará entonces unos puntos por debajo de 2014, pero sin soluciones de fondo. En este escenario, la próxima administración tendrá como desafío implementar un plan de estabilización creíble que logre modificar las expectativas de los agentes.
Sin embargo, para cumplir este objetivo, las políticas económicas son condiciones necesarias pero no suficientes por lo que también deberán fortalecerse las instituciones y tener un diagnóstico preciso, ya que no es lo mismo un plan anti-inflacionario para una inflación del 20% que para una del 40%.