Por: Eliana Scialabba
El tipo de cambio nominal se mantiene virtualmente estable, en el marco de una estrategia de micro-devaluaciones que tienden a cerrar la brecha con el cambio paralelo: el BCRA vende “dólar ahorro” para descomprimir la demanda de “dólar blue” (sumado a los controles sobre las financieras), sacrificando reservas internacionales y potenciando la desaceleración de la actividad con el objetivo de utilizar la estabilidad cambiaria como ancla antiinflacionaria.
Sin embargo, la estrategia parece no estar dando resultados en materia de precios, ya que durante el mes de marzo los precios al consumidor se incrementaron un 2,1% respecto al mes previo y un 30% respecto al mismo mes del año anterior. Si bien los guarismos muestran una desaceleración frente a 2014 (la inflación interanual es la más baja desde fines de 2013) aún es muy elevada, y no hay signos por parte del Gobierno de implementar medidas integrales para controlarla.
Esta dinámica conjunta de tipo de cambio nominal e inflación, junto a la evolución de precios externos, determina el poder de compra de nuestra moneda a través del tipo de cambio real, medida utilizada para medir la competitividad de un país.
Debido a que la moneda de transacciones internacionales es el dólar, en primer lugar se analiza el tipo de cambio del peso respecto de la moneda estadounidense. En términos nominales se observa que el dólar ha ingresado en un período de fortalecimiento: aumentó un 1,6% frente al peso durante los primeros meses del año.
A nivel interno, si bien el tipo de cambio nominal bilateral se mantiene estable debido a la intervención del BCRA (aumentó un 1% en marzo respecto a febrero y 10% interanual), el tipo de cambio real se ha atrasado fuertemente debido a la dinámica inflacionaria interna.
Analizando el poder de compra del peso contra el dólar, éste se encuentra en un nivel inferior al de la salida de la Convertibilidad: en el mes de febrero, la tasa de cambio se ubicó en 0,97 $ / US$, mostrando un estancamiento respecto al mes previo. No obstante, contra el mismo mes del año anterior, la moneda doméstica se apreció un 15,7%: la inflación interna anual alcanzó el 31,5%, mientras que en los Estados Unidos los precios se mantuvieron sin cambio.
Y si bien el dólar se ha convertido en la “obsesión” de los argentinos, cuando el poder de compra del peso se mide no sólo frente al dólar, sino también respecto a las monedas de los principales socios comerciales, se obtiene una medida más aproximada de competitividad.
De esta forma, el tipo de cambio real multilateral pondera el peso relativo de los países con los que se tiene mayor volumen de comercio: Brasil es el principal socio, con un 35,7% de las transacciones, seguido por la Eurozona (18%), China (13,3%), Estados Unidos (9,8%) y México (3,4%).
Por lo tanto, cuando se considera el grupo de países con los que se comercia, ponderando el volumen de transacciones, se verifica que en el mes de febrero el tipo de cambio real multilateral se ubicó en 1,27 $ /US$, presentando una apreciación del 3% respecto a enero y del 22,8% respecto al mismo mes del año anterior, ubicándose en el peor nivel desde la salida de la Convertibilidad.
La pronunciada caída se explicó tanto por la dinámica interna de los precios internos, como se mencionó previamente, como por la fuerte depreciación de las monedas de los principales socios comerciales: en términos nominales, durante febrero el real se depreció un 5,6% frente al peso, mientras que el euro lo hizo un 1,4%.
Por lo tanto, en un contexto como el descripto, el aumento del tipo de cambio nominal ha perdido efectividad como medida de “ganancia” de competitividad: en una economía en el que la inflación se expande mes a mes, la devaluación se traslada de manera casi inmediata a precios, “perdiéndose” en el corto plazo la “competitividad ganada”.
Asimismo, el “ancla” cambiaria ha dejado de ser efectiva como política antiinflacionaria, ya que si bien se mantiene el tipo de cambio, el BCRA continúa emitiendo dinero en una economía en la que su demanda se encuentra estancada.
Por lo tanto, a pesar de que la competitividad de la economía argentina se encuentra en niveles similares a los de los últimos meses de la Convertibilidad, el manejo económico indica que la administración actual buscará llegar a diciembre sin cargar el costo político de la corrección cambiaria.