Por: Eliana Scialabba
Durante las últimas semanas se ha hablado mucho sobre la importancia de la reconstrucción de las estadísticas del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) y su credibilidad. El nombramiento de Jorge Todesca al frente del instituto y el regreso de los funcionarios desplazados al organismo oficial fueron una señal positiva en esta línea.
No obstante, el nuevo debate pasa por el plazo en el que las nuevas estadísticas estarán vigentes, principalmente el índice de precios al consumidor (IPC), debido a su rol de termómetro de la economía.
Por un lado, están aquellos que argumentan que es necesario contar de forma urgente con nuevas estadísticas, sobre todo de precios, para monitorear la evolución del primer período de gestión del nuevo Gobierno. La devaluación y el ajuste tarifario en meses tan cercanos a las paritarias sin un índice de oficial da lugar a que cada parte involucrada en las negociaciones utilice la versión del indicador que mejor se adapte a sus pedidos.
En esta misma línea argumentativa se menciona que contar con un IPC es de suma importancia en un escenario en el que el Ministerio de Hacienda y el Banco Central se encuentran implementando políticas antiinflacionarias —metas fiscales, de inflación y contracción monetaria— que buscan cambiar las expectativas de los agentes, acostumbrados a vivir durante los últimos años con altas tasas de inflación. No es una tarea sencilla, mucho menos si no se cuenta con un indicador que demuestre si las políticas adoptadas están haciendo converger el nivel de precios a las metas de inflación.
Del otro lado ese encuentran los que mencionan que, en lugar de tener estadísticas rápidamente, hay que tomarse el tiempo de generar estadísticas “buenas”. Reconstruir los indicadores no es una tarea sencilla, ya que las series que se han confeccionado a partir de 2007, en la mayoría de los casos, no siguen los criterios metodológicos internacionales. Por lo tanto, en un primer momento se debe realizar un diagnóstico de lo que hay, para comenzar a producir nuevos números.
En el caso del IPC, por ejemplo, es necesario volver a confeccionarlo a través de las recomendaciones propuestas en el Manual de Índice de Precios al Consumidor elaborado por los organismos de Naciones Unidas, metodología de referencia a nivel internacional. En este manual se detallan los procedimientos que deben llevarse a cabo para construir un indicador comparable con los del resto de los países. Los IPC de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y San Luis están elaborados con esta metodología de referencia. Por esta razón, el Indec ha decidido utilizarlos hasta que se publique el nuevo IPC.
A modo de resumen, para elaborar un IPC, en primer lugar, debe realizarse una encuesta de gasto de hogares representativa, según el nivel de cobertura que se decida adoptar, con el fin de estimar los ponderadores del IPC.
Una vez realizado esto, se deben establecer los procesos de recolección de precios: frecuencia, especificación, cobertura geográfica, entre otros, y capacitar a los encuestadores. Recién a partir de ese momento se calcula el IPC en dos etapas, hasta llegar al indicador sintético.
Sin lugar a dudas, a pesar del ejemplo muy resumido, queda claro que elaborar un IPC que cumpla con todas las especificaciones requeridas para ser consistente y comparable no es un trabajo que se pueda realizar de un día para el otro, si el objetivo es tener “buenas” estadísticas y reconstruir la credibilidad del Indec.
Es por eso que, si bien es importante tener un indicador para analizar la evolución de los precios y el cumplimiento o no de las metas de inflación, es aún mucho más importante tener un índice que refleje la verdadera trayectoria de los precios de la economía, con el objetivo de modificar las expectativas inflacionarias, y que el programa económico tenga éxito.