Por: Esteban Paulón
En memoria de Claudia Pía Baudracco, fundadora de ATTTA y la FALGBT, activista incansable fallecida a los 42 años y una de las tantas personas trans que no pudo ver con vida la ley de Identidad de Género
Enorme revuelo causó esta semana nuestro proyecto (presentado en el Congreso de la Nación, la Legislatura porteña y la Legislatura de la provincia de Santa Fe) para otorgar una Asignación monetaria mensual a las mujeres y hombres trans mayores de 40 años.
Desde la FALGBT le llamamos “Asignación para la Ciudadanía Trans” y se inscribe en las razonables recomendaciones de la OIT de brindar un piso de protección social a todos los sectores vulnerados en derechos.
Y sin dudas tenemos razones para plantearlo. En Argentina no hay ningún otro colectivo social que tenga una expectativa de vida de entre 37 y 42 años. Sí, leíste bien. El colectivo trans en Argentina vive en promedio 35 años menos que el resto de la población. Qué otro colectivo social en nuestro país expresa tan brutalmente con sus vidas (y sus muertes) la exclusión y discriminación?
Escuché decir por allí (entre tantos análisis superficiales que se escucharon estos días) que por qué el Estado tiene que pagar por las consecuencias de la vida que eligen llevar las personas trans. Y me parece importante aclarar este punto: la orientación sexual e identidad de género NO se eligen. Se puede elegir, en todo caso, vivirlo abiertamente, expresarlo públicamente, comprenderlo y aceptarlo en el seno de cada familia, o no. Pero “ser” quien uno o una es, no se elige.
Sí se elige, por ejemplo, una religión. Y sabías que el Estado argentino destina por año $80 millones a pagar salarios y viáticos (serán pasajes a Roma a ver al Papa?) para obispos y sacerdotes que SÍ eligieron abrazar la religión católica, apostólica, romana? Y en 2015 va a haber también $600 millones para reparar templos que las autoridades de la Iglesia Católica eligieron construir. Porque parece que mientras más grande es el templo elegido, mayor la adoración al Señor.
También escuché decir que hay otras prioridades, que el Estado no es un chicle que se estira hasta el infinito, que hay tantos grupos que atender que todo no se puede. Parece que hay vidas que valen más que otras, poblaciones por las que vale la pena montar una operación rescate, y otras a las que es mejor ni mirarlas.
Desde el miércoles presenciamos un desfile de indignados e indignados con la sola idea de otorgar un “subsidio” a gentes que no hacen nada, no quieren trabajar, no quieren estudiar. Casí una promoción de la vagancia. Y no faltaron quienes dispuestos a todo por aprovechar uno de estos planes sociales, no dudaron en ofrecer ponerse la peluca y montarse sobre los tacos, como si la identidad de género se redujera a dos o tres prendas. Lindo sería que se animen a intentar vivir sus vidas sólo una semana como la viven las mujeres y hombres trans. Pobres, no saben lo que dicen.
Y hablando de subsidios… creo que las mayores voces de indignación vinieron de sectores que, gracias a los subsidios, calefaccionaron sus piletas todo el año a precios muy convenientes, o cambiaron sus coches 0km, o viajan por el mundo con pasajes subsidiados, sin preguntar – en ese caso – cuántos bancos en escuelas o platos de comida se dejaron de financiar para que una pequeña porción de la sociedad disfrute de las miles de la buena vida.
Incluso sacando cuentas más finas, el costo total de la Asignación para la Ciudadanía Trans llega por poco a la mitad de los subsidios para salarios de la Iglesia Católica (de esos que hablamos unas líneas más arriba).
Y como para muestra basta un botón, les cuento que en mi provincia, Santa Fe, la asignación le costaría al Estado provincial menos de un tercio del dinero que por año reciben los Senadores provinciales para subsidios (que son 19 y disponen de poco más de $1 millón para otorgar sin explicaciones). Parece que hay subsidios “buenos” y subsidios “malos”.
Pero lo que sin dudas más me impactó, y es lo que ocurre en ocasiones en que se dan debates como este, fue poder constatar con qué apoyos contamos de verdad. La cantidad de referentes escondidos detrás de cortinados para no quedar “pegados” con este tema – que parece se reveló inconveniente – da pavor.
Por suerte nosotros y nosotras no especulamos políticamente. No podemos permitirnos especular políticamente con la expectativa de vida de las personas. No podemos permitirnos especular políticamente con la posibilidad de brindar mayores oportunidades y una vida mejor a quienes más lo necesitan.
Aunque “suene” inconveniente, aunque tenga “costos políticos”, aunque en apariencia no despierte por ahora apoyos mayoritarios, vamos a seguir animándonos. Como también nos animamos a soñar un día con el Matrimonio Igualitario y la ley de Identidad de Género. Nos llamaron locos y locas. Eso era imposible, y nunca lo íbamos a lograr.
Basados en esa experiencia, seguramente muy pronto, les daremos la bienvenida a todos los apoyos que cosecharán estas iniciativas, cuando se acerque el momento de aprobarlas. Así se construyen los derechos, dando debates, poniendo la cara y construyendo consensos.