Por: Fabián Báez
“Que Dios te conceda el perdón y la paz”. Con ese deseo en forma de bendición los sacerdotes católicos concluimos el rito del sacramento de la reconciliación, más conocido como “confesión”. El sentido de tal sacramento está ilustrado en esa expresión, ya que la Iglesia cree que ha recibido de Cristo el poder de trasmitir el perdón de Dios. La confesión existe en la Iglesia para que las personas encuentren ese don de Dios que es la paz.
Ciertamente hay muchas imágenes de la Iglesia, y entre esas imágenes no pocas miradas negativas sobre ella, que lamentablemente pueden ser a veces consecuencia del mal testimonio de vida de los cristianos. Hace ya dos años que el papa Francisco usa una hermosa imagen que ayuda a explicar lo que él entiende que debe ser la Iglesia en estos tiempos. En julio de 2013 les decía a los obispos latinoamericanos presentes entonces en Río de Janeiro: “Estoy convencido que este es el tiempo de la misericordia de Dios para su Iglesia. Marcaría como prioridad la dimensión misericordiosa de la Santa Madre Iglesia, la maternidad de la Iglesia, que cura heridas. Este cambio de época está lleno de heridos, gente que dejó la Iglesia a mitad. Y uno puede comentar: ‘Vamos a hacer cursos, esto, aquello’. Después de una batalla, lo primero que hay que hacer en un hospital de campaña es curar las heridas. Yo creo que hoy día la pastoral tiene que plantearse eso seriamente. La pastoral de la Madre Iglesia: curar tantas heridas de gente que se fue, que se quedó a mitad de camino, que se confundió, que se desilusionó: pastoral de la misericordia.”
En este contexto se entiende el llamado al jubileo de la misericordia, todo un año (prácticamente todo el 2016) para contemplar y meditar sobre la bondad de Dios que nos ama y nos perdona siempre. Un año para tomar conciencia de la necesidad de salir a curar las heridas de parte de Dios. Ese Dios que, en palabras del Papa, “nunca se cansa de perdonar”. Francisco quiere indicarle a la Iglesia cuál debe ser el centro de su predicación y de todas sus acciones.
Por disposición del Papa durante el jubileo todos los sacerdotes podremos absolver el pecado del aborto, actualmente reservado al obispo diocesano y a quienes él delegue esa facultad, ya que en este caso existen además penas canónicas que se deben levantar. Tal disposición es para favorecer el objetivo del año de la misericordia: “que sea experiencia viva de la cercanía del Padre, como si se quisiese tocar con la mano su ternura, para que se fortalezca la fe de cada creyente y, así, el testimonio sea cada vez más eficaz”, dice el Papa en el decreto que comentamos aquí.
Para Francisco la misericordia debe ser siempre el eje de la predicación de la Iglesia. Porque la misericordia es Dios que ama, que perdona, que elige.
Cabe aclarar que no se trata de un cambio de postura frente al pecado del aborto. Se trata más bien de una oportunidad para que quienes hayan cometido ese pecado y deseen el perdón tal como lo ofrece la Iglesia, tengan un modo más directo de acudir a él. La misericordia de Dios está en el centro de todo esto. Es decir nuestra fe en que Dios es real, es personal, nos ama y desea que estemos en paz con él.
Para eso existe la Iglesia, para demostrar con sus palabras y sus gestos el gran amor de Dios a todo el hombre y a todos los hombres.
Este es el tiempo de la misericordia, dice el Papa. Ojalá que todos los hombres y las mujeres de la Iglesia estemos a la altura de lo que se nos pide…