Por qué ganó Obama

Fabián Calle

Hace cuatro años se consagraba Presidente de la principal potencia económica y militar del mundo Barack Obama. Lo hacía por un margen de 5 puntos sobre un senador del prestigio y del heroísmo militar de John McCain, arrastrando con él un avance imponente de los demócratas en las dos Cámaras del Congreso.

Quizás el mayor desafío electoral no fue ése, sino ganarle las primarias o internas del partido a los Clinton. La dupla política Clinton y Hillary se había propuesto poner a la ex primera dama como la primera presidente mujer de los EEUU. Quien pudiese enfrentar exitosamente esta maquinaria clintoniana, seguramente haría como mínimo un excelente papel en cualquier elección nacional.

Un clma de esperanza pocas veces vivido -quizás, salvando las ideologías y distancias, haya que remontarse a la revolución conservadora que encarnó Reagan en la campaña de 1980- es el que  logró Obama durante esos meses de puja por la primera magistratura.

Dos meses antes, septiembre 2008, Wall Street había crujido como nunca en 60 años y el capitalismo internacional entraba a tientas en un nuevo orden o potencial caos y desorden (interrogante que hoy, cuatro años después  no tenemos del todo definido).

Los manuales de la política y la economía parecían ya no servir más. Un afroamericano, de padre musulmán había ganado la interna demócrata y la presidencia a solo 7 años del trauma del 11.9. Para colmo, Osama y Obama sonaban parecido. Chicana que no dejó de usar fallida e insistentemente el ala derecha republicana. Ni qué decir del plano financiero, donde las todopoderosas evaluadoras de riesgo fundían como si se quemasen los cuarteles de bomberos.

Esa herencia más que pesada se hizo sentir con toda su fuerza y las elecciones legislativas le dieron una contundente victoria a los republicanos. El desempleo se mantuvo en una alta tasa cercana el 8 por ciento, si bien baja con respecto a los picos del 2008 y comienzos del 2009. Ese bordear los dos dígitos era una barrera histórica que desde 1945 había imposibilitado cualquier reelección en los EEUU. No obstante, en los años posteriores al caos de 1929, el gran F.D. Roosvelt lo consiguió. Su condición de piloto de tormentas, de haber heredado gran parte del problema y su sensibilidad por los sectores más vulnerables se lo permitieron. Quizás -aunque la historia no se repite, algunas veces rima- esto se podría agregar al largo listado de factores que nos ayudarán a entender más profundamente el Obama II.

Un factor no menor, es el profundo cambio demográfico que se viene dando desde hace décadas en Norteamérica. Nos referimos a la posición alcanzada por los latinos o hispanos como primera minoría  la cual desde el 2008 está crecientemente movilizada y organizada. Ya no radicados en los estados tradicionales del sur, sino extendidos en todo el país y siendo una pesa en algunos casos chica pero decisiva en la balanza que termina definiendo por pocos votos todos los electores de un estado en el colegio electoral.

Obama supo mostrarse como dialoguista y comprensivo con esta ascendente minoría  si bien sus gestos distaron de ser amplios y contundentes como esperaban los sectores más de izquierda del partido Demócrata. Factor éste potenciado por el auge que tuvieron en estos años los sectores más conservadores y de derecha de los republicanos y la imagen anti-inmigratoria que supieron conseguirse por acción u omisión.

No casualmente, las encuestas preelectorales mostraron un 70 por ciento de los hispanos inscritos, y en especial los de origen mexicano, inclinados por votar a Obama y 25 por Romney. Esto luego quedó confirmado por los estudios y análisis pos 6 de Noviembre, que mostraron un crecimiento del 8 por ciento de este voto hacia los demócratas respecto a las anteriores presidenciales.

Todo esto llevó a portales de análisis como Politico, de los más informados a influyentes en EEUU a interrogarse: el Partido Republicano: ¿demasiado viejo, demasiado blanco, demasiado masculino? Si bien esto no deja de tener parte sustancial de realismo, también cabe recordar que la diferencia de voto popular entre Obama y McCain fue de sólo 5 puntos y entre Obama y Romney solamente 2 puntos.

Los estrategas de ambos bandos entendieron perfectamente que la batalla se reducía a un puñado de 5 a 7 estados “cambiantes” (Florida, Ohio, Virginia, etc.) o que podían ir a un lado o al otro. En los otros 45 o 43 estados, los resultados estaban en gran medida definidos. A ello se sumó la decisión de los planificadores electorales de Obama de pegar fuerte y masivamente de modo preventivo a Romney 6 meses antes de las elecciones, usando ingentes recursos económicos. A Romney no le faltaron, de hecho logró superar la recaudación total de su rival demócrata lo cual era un sueño utópico para los republicanos en el 2008.

Como siempre nos recuerda Maquiavelo, la vida de los hombres y de los estados es “suerte y virtud”. Obama tuvo la suerte de perder contundentemente su primer debate con Romney, teniendo tiempo para remontar la colina en los otros dos. Asimismo, el huracán Sandy llegó en un momento justo para hacer una pausa electoral mientras Romney daba sus últimos pasos en el combate por la paridad y hasta un leve margen a favor. Si bien, una mirada fina de los números nos dan que el pico de la intención de voto para él, se dio 10 días antes del 6 de Noviembre y a partir de allí se estancó y bajó levemente.

Para finalizar, y en especial lo que nos corresponde a los otros países que interactúan con EEUU, el tercer debate Obama-Romney, que se centró en política exterior, demostró que las diferencias entre ambos eran mucho menores que en materia de política interna. El foco en el ascenso de Asia, el evitar un Irán con poder nuclear militar, una retirada ordenada de Afganistán y no dejar levantar cabeza a la golpeada Al Qaeda, estaba en ambos casos.

En el caso de Argentina, cabría esperar que sepamos articular una relación constructiva, de mutuo respeto, pragmática y con la mirada puesta en el futuro en el vínculo bilateral con los EEUU. No sólo por ser el 25 por ciento del PBI mundial, el 43 por ciento del gasto militar global y el epicentro de la revolución tecnológica y de telecomunicaciones que nos acompaña y entusiasma, sino también por ser un país democrático y con la plena vigencia de las leyes y las libertades y heredero de lo que supuestamente es nuestra civilización occidental. Siempre recordando que aun los lideres más fóbicos con los EEUU tienden a ahorrar en dólares o como mínimo en otra moneda occidental como el euro. Símbolo de que ni ellos mismos creen en su fuero íntimo que se esté frente a una crisis terminal de ese mundo.