En los últimos dos a tres años se han escrito innumerable cantidad de artículos periodísticos, informes de centros de estudios o trascendidos acerca de las fechas y formas tentativas que asumiría un ataque aéreo por parte de Israel al núcleo duro del programa nuclear iraní. En este sentido, en un detallado escrito publicado por la revista International Security del MIT pocos años atrás se analizaba y ratificaba la viabilidad técnica y militar de ese ataque israelí aun sin que contara con la participación directa de los EEUU.
Más recientemente, un mando militar de Israel no dudó en afirmar que la incursión era perfectamente realizable. Los años y meses han pasado y el tan anunciado Armagedón no se ha producido. Para que ello haya sido así, la variable central ha sido que la sofisticada y muy profesional diplomacia iraní se ha cuidado de cruzar claras líneas rojas. Han enriquecido uranio al 5 por ciento y en mucho menor medida al 20 por ciento (el de uso militar es al 90 por ciento, pero el salto de 20 a este índice letal es mucho más sencillo tecnológicamente que llegar al 5 y al 20) al mismo tiempo que ha orientado parte sustancial de ese uranio a la fabricación de combustible nuclear, es decir, una forma de desmilitarizarlo y darle uso civil.
La Agencia Internacional de Energía Atómica ha venido articulando las negociaciones entre un escurridizo y tiempista Teherán y el grupo de 5+1 (EEUU, Rusia, China, Francia y Gran Bretaña más Alemania). Todo indica que este juego del gato y el ratón podría extenderse por un año más como mínimo, sin que haya riesgos claros y presentes de una escalada militar total. Luego de esos 12 a 18 meses, se acercará el momento de la verdad. La mejor de las opciones, según varios protagonistas de este partido de ajedrez de múltiples tableros, sería que Irán dé garantías “reforzadas” de que su programa nuclear se centrará en la generación de energía y uso médico y civil, con lo cual un 5 por ciento de enriquecimiento sería suficiente. Así, dejaría la puerta abierta para algún uso puntual de pequeñas cantidades al 20 por ciento, si bien eso sería una cuestión más delicada dada la tenue brecha, más allá de las apariencias decimales, que hay de esa cifra y el mágico 90 por ciento para usar en bombas atómicas.
Los iraníes cuentan con una postura relativamente pragmática y “comprensiva” de potencias como China y Rusia, tan interesadas como Occidente en que los persas no posean armamento de destrucción masiva pero que al mismo tiempo ven en Irán y otros países díscolos como una forma de molestar y condicionar el aún fuerte liderazgo estadounidense en el plano estratégico-militar. En el caso particular de los chinos, su ascendente rol de país comprador de petróleo de la zona del Golfo Arábigo o Pérsico haría que su interés de largo plazo no pase por una zona que entre en una carrera armamentista misilística y nuclear como generaría en países como Arabia Saudita un Irán dotados de esas capacidades. Tal como indicáramos en recientes artículos desde esta columna, las próximas décadas harán que la revolución de la producción de shale petróleo y shale gas en los EEUU produzcan un descenso sustancial de la dependencia del hidrocarburo medioriental por parte de la economía de esta superpotencia. No siendo axial el caso de los chinos y de los propios europeos, que necesitaran esos flujos y de manera creciente.
Por esas paradojas que tanto le gustan a la historia, los tan anunciados ataques de Israel o de Israel junto al poder militar estadounidense sobre las instalaciones nucleares iraníes tal vez no se produzcan finalmente y, en cambio, durante las próximas semanas y meses se vean a medios aéreos y misilísticos hebreos impactando en arsenales, medios y efectivos iraníes y de sus aliados de la milicia libanesa shiita de Hezbollah que operan de manera creciente en la guerra civil en Siria. La reciente incursión por parte de al menos 16 aviones israelíes en facilidades al parecer destinadas a la producción de armas químicas y o depósitos de misiles en las afueras de Damasco son sólo un ejemplo de ello. Meses atrás, se habrían producido otro ataque que habría eliminado en territorio sirio a un alto oficial iraní encargado del despliegue de la ayuda de Teherán a Siria.
Los lideres político-religiosos persas asumen como una cuestión de seguridad nacional evitar el colapso del régimen de Al Assad y en el peor de los casos, buscarán que en una “libializada” o “balcanizada” Siria las milicias allawitas y shiitas mantengan algunas zonas geográficas vitales vis a vis la mayoría sunnita apoyada por los sauditas, Qatar y Turquía. La misma decisión del presidente Obama semanas atrás de establecer una línea roja para un eventual ataque americano a las fuerzas de Assad en el caso de que éste ordenara el uso de armamento químico contra su población, podría generar, en el caso de confirmarse las crecientes versiones sobre que tal frontera imaginaria ya fue atravesada desde hace tiempo, en la participación de medios aéreos y misilisticos de Washington y de Tel Aviv en acciones contra el sistema de comando y control político y militar sirio.
Lo que suceda en el plano diplomático y militar durante 2013 en la masacre que se produce día a día en tierra siria, mucho dependerá del escenario que encontremos a fin del presente año y durante el 2014 en Irán y su programa nuclear. Un Occidente, y en especial EEUU, entreverado o inmovilizado por sus internas y traumas para poner en caja a Assad, axial como una eventual falta de coordinación aunque sea básica entre Washington, Europa Occidental, Israel, Arabia Saudita, Qatar y Turquía, le daría ínfulas a Teherán para jugar cartas más fuertes en el tablero nuclear. Un régimen persa frente a un nuevo tablero geopolítico desprovisto de su aliado sirio, un Hezbollah sin una retaguardia estratégica tan confortable como le brindaba Assad pero al mismo tiempo con algunas garantías a la seguridad nacional iraní, sería un escalón más en la dirección de evitar una guerra a gran escala sobre Irán y su desarrollo atómico.