Por: Félix Piacentini
Según los especialistas el éxito de la shale revolution en EEUU, que ha logrado aumentar la producción de gas y petróleo en un 20% y 30% respectivamente en los últimos cinco años, ha sido consecuencia de la convergencia en ese país de los siguientes factores: la existencia de un sector muy desarrollado de contratistas de servicios hidrocarburíferos y el mayor parque de perforadoras del mundo (más de 1.800), con la mayoría capaces de realizar las perforaciones horizontales necesarias para la extracción del recurso shale o no convencional; un sector de hidrocarburos muy competitivo y con permanente innovación tecnológica; un mercado de capitales eficiente y amplio; y un buen esquema regulatorio y de beneficios fiscales para la actividad.
Entonces, más allá de la existencia geológica y concreta del recurso no convencional, que Argentina efectivamente posee, lo que sigue es preguntarse si el país cumple con este conjunto de condiciones para inmediatamente darse cuenta de que hacemos agua en varias de ellas, especialmente aquellas que son responsabilidad del gobierno. Restricciones a las importaciones que impiden la renovación de equipos e incorporación de tecnología, la dificultad de acceso al financiamiento que por los volúmenes necesarios debería ser externo, un esquema regulatorio que ha desalentado la producción al punto de llevar al país a perder el autoabastecimiento energético con precios intervenidos que no permiten recuperar las inversiones, y la imposibilidad de girar las utilidades de las mismas componen un cocktail que desalentaría no sólo la producción de hidrocarburos no convencional sino la de prácticamente cualquier bien.
¿Qué ha tenido que ofrecer el gobierno para tratar de mitigar una parte de los faltantes de este listado de condiciones necesarias? Poder exportar hasta el 20% de la producción de hidrocarburos sin retenciones a los proyectos que supongan inversiones por al menos US$ 1.000 millones, y disponer libremente de las divisas generadas. Resultaría muy ingenuo pensar que sin esta medida el acuerdo firmado con Chevron, por US$ 1.500 millones, se hubiera firmado y obviamente fue una lógica condición exigida por la empresa.
La moraleja para el gobierno debería ser que asegurando un mínimo de condiciones razonables las inversiones vienen. Pero indudablemente tendrá que profundizar los atractivos, que en realidad son tan simples como procurar parecerse más a una economía moderna de mercado, para alcanzar la inversión necesaria de US$ 25 mil millones por año durante una década y duplicar la producción de petróleo y gas argentina, tal como contemplaba el proyecto de Vaca Muerta original.
Claramente nuestra shale revolution está lejos, muy lejos.