Por: Gabriel Solano
El sábado 25 de mayo en la Plaza de Mayo, el kirchnerismo tuvo la intención de “recuperar la calle” que nunca tuvo. El acto oficial partió así de una desventaja estratégica. En este contexto es lógico que recurra al ardid de un festival. A los músicos se les sumú el aparato del Estado a discreción.
En soledad
En la fiesta oficialista no fueron de la partida buena parte de los que integraron o apoyaron al gobierno en sus diferentes fases. Estos diez años han sido de una desagregación política progresiva. La “construcción de poder del kirchnerismo” ha sido un rosario de improvisaciones. La pequeña burguesía camporista parece reinar en sectores claves del aparato estatal, pero que se encuentran todos en bancarrota. Dilapida el presupuesto con métodos de choque. La cercanía de las elecciones muestra su orfandad. El kirchnerismo necesita evitar la ruptura oficial de Massa. De lo contrario, con la segura derrota en la Ciudad de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe, este cumpleaños podría ser el último.
Movimiento popular
En la “década ganada” los K no han producido un movimiento popular. La ruptura con Moyano ha dejado al gobierno atado al ala derecha de la burocracia sindical; no bien llegue el momento estos burócratas dejarán que la camarilla K se hunda en soledad. El kirchnerismo dejó pasar la movilización política y social que desató el asesinato de Mariano Ferreyra para terminar con la burocracia sindical. Por el contrario, el gobierno acaba de enviar a su secretario de Transporte a la asunción del reemplazante de Pedraza en la Unión Ferroviaria, el burócrata Sergio Sasia, que también es dueño de una empresa tercerizada. Como se ve, están hundidos en excremento hasta la cabeza.
En estos diez años, el oficialismo tampoco logró progresos significativos en lo que fue su mayor apuesta: La Cámpora y el movimiento de la juventud. Hablar de “década ganada” aquí sería directamente un fraude completo, pues alcanzan los dedos de la mano para contabilizar en todo el país los centros de estudiantes que han logrado conquistar. A diferencia de la vieja JP, La Cámpora no ha incursionado en los sindicatos, dejando a la juventud obrera en manos de la burocracia sindical. Después de todo, sus cursos de formación política los dictaba Pedraza en persona. La propia Presidenta concibió la formación de La Cámpora como una alianza con la Juventud Sindical, que sirviera para corregir los “errores” de los ’70. La experiencia duró un suspiro, porque la ruptura con Moyano convirtió a la Juventud Sindical -que dirige su hijo- en un instrumento electoral de De la Sota y De Narváez.
Quienes se resistían a admitir la función reaccionaria de La Cámpora tuvieron que cambiar de opinión luego de los sucesos del 24 de Marzo, cuando la Presidenta despotricó contra “banderas rojas”.
Crisis de fondo
En el aniversario kirchnerista hubo ausentes que supieron ser aliados. Nos referimos a los Eskenazi, Repsol, Blaquier y otros grupos de la “burguesía nacional”. Ni siquiera es claro, a esta altura, que Cristóbal López siga en el barco o esté anunciando un cambio de frente dolarizador por parte del gobierno. Es lo que que ya ha ocurrido con las brasileñas Vale y Petrobras.
La Plaza de Mayo celebró una crisis de fondo: crecimiento de la deuda externa a pesar de los pagos sistemáticos realizados; vaciamiento energético que obliga a utilizar 15 mil millones de dólares para importar energía; déficit fiscal creciente como consecuencia de una bola de nieve de subsidios que ya supera los 100 mil millones de pesos; inflación en aumento en pesos y en dólares que destruye el poder adquisitivo del salario, pero a la vez perjudica el comercio exterior; devaluación y un mercado paralelo cada vez más extendido; derrumbe de la infraestructura pública y del transporte; caída del consumo y, como se mostró en el último informa del Indec, también del empleo.
Desarrollar una alternativa
El kirchnerismo llega a sus diez años con signos inconfundibles de decrepitud. Las denuncias de corrupción en su contra son un síntoma de ocaso. La reconstrucción de la “burguesía nacional” ha sido un fracaso caro. La derecha busca explotar del agotamiento del kirchnerismo, pero con muchas limitaciones, porque no quiere hacerse cargo del muerto. En Venezuela, la implosión del chavismo va más rápido que la propia crisis.
El Partido Obrero, que ha sido un opositor sistemático desde sus comienzos al kirchnerismo, ha sentado las bases con una lucha sistemática en estos diez años para un reagrupamiento de fuerzas de la clase obrera y la izquierda revolucionaria. Hay que construir, ahora, sobre esta ruta que ha sido trazada.