Por: Gabriel Solano
Se suponía que las elecciones tenían que ser la transición política a un nuevo gobierno, que supere el agotamiento del kirchnerismo como movimiento político y como esquema económico. Pero la decisión de que el vice de Scioli sea Zannini ha bloqueado esta transición política que las elecciones venían a consagrar. Nadie duda que Zannini es un representante directo de Cristina Kirchner y que ha sido colocado en la fórmula presidencial para manejar, al menos, una parte del poder en un próximo gobierno. Recordemos que el vicepresidente no sólo controla la presidencia del Senado sino que está primero en la línea sucesoria. Por eso la fórmula Scioli-Zannini tiene todo el aspecto de un golpe de Estado potencial, que oscilará entre el condicionamiento al próximo gobierno y los intentos de desestabilización.
Una contradicción salta a la vista: el movimiento político que busca condicionar al eventual gobierno de Scioli no tenía la menor posibilidad de ganarle a éste unas PASO. La candidatura de Florencio Randazzo no levantaba en las encuestas. El pejotismo, que se apresta a mantener el control de las gobernaciones e intendencias, así como la burocracia sindical de los Caló y Gerardo Martínez, están alineados con el ex motonauta. Toda la “construcción de poder” de la que se jactaba el kirchnerismo trabajaba desde hace tiempo para la candidatura presidencial del gobernador de la provincia de Buenos Aires.
En este cuadro la candidatura a vicepresidente de Zannini es una operación de retaguardia. Pero es, también, un retroceso de Scioli. En un régimen político presidencialista, la emergencia de un gobierno bicéfalo es una piedra en el camino de salida la crisis política en curso. Esto es aún más grave en una situación de bancarrota económica potencial y cuestiones pendientes – como el acuerdo con los fondos buitres, el tipo de cambio, el cepo, los giros de utilidades al exterior (u$s 14 mil millones) el acuerdo comercial del Mercosur con la Unión Europea.
En el sciolismo confían que podrán repetir la experiencia que tuvieron con Gabriel Mariotto, que el kirchnerismo había impuesto como vicegobernador para que haga de “comisario político” y terminó convertido en anaranjado, o la del propio Néstor Kirchner, que acabó con su padrino Eduardo Duhalde en un plazo relativamente breve.Pero tanto en un caso como el otro tuvieron que pasar por crisis políticas potencialmente severas.La Bolsa recibió el acuerdo con una caída en la cotización de acciones y títulos públicos.
Los K cuentan con que la reacción del electorado será positiva. El traspié de Mauricio Macri en Santa Fe, la crisis de la coalición macrista-radical en Mendoza y el relegamiento electoral que se observa en Córdoba, podrían colocar a Macri en la senda de Massa. La posibilidad de la unión opositora, sin embargo, se ha agotado. La lucha electoral irá acompañada de otra pelea en el seno de cada coalición.
El Frente de Izquierda va a abordar la campaña desde el programa y las reivindicaciones del socialismo y la clase obrera, pero también desde el escenario de crisis del campo capitalista. La incorporación de Zannini a la fórmula presidencial alimentará las ilusiones de la militancia “nacional y popular” en la eternidad del “proyecto”. La denuncia de que el cristinismo capituló ante un hijastro del menemismo no puede reemplazar a la crítica al nacionalismo burgués que encarnan los K. Son ellos los que emprenden hoy el ajuste y los que operan como intermediarios de un endeudamiento usurario con el capital internacional. Axel Kicillof es una pieza clave de este ajuste. La crítica sin atenuantes a este “nacionalismo pedorro” (Altamira dixit) es más necesaria que nunca. Para reforzar esta perspectiva la lista del Frente de Izquierda que lleva la fórmula presidencial Jorge Altamira-Juan Carlos Giordano va a incorporar a esta campaña política a todos los luchadores y militantes que participan de las luchas cotidianas y han perdido por completo las ilusiones en la política patronal.