La Ruta Nacional Nº 7, conocida como Carretera Libertador General San Martín, recorre 1.224 kilómetros desde su inicio en Buenos Aires. A lo largo de su trazado recorre las provincias de Santa Fe, Córdoba, San Luis y Mendoza para concluir en el paso fronterizo a Chile del Cristo Redentor.
Es la principal vía de comunicación entre la zona oeste del país, particularmente la región cuyana, y el Río de la Plata. Esta ruta, al ser un ramal de la carretera panamericana, forma parte del corredor bioceánico y es la conexión del Océano Pacífico con el Mercosur.
Vale destacar que por esta vía de comunicación circulan personas, bienes y servicios de intercambio entre Brasil, Paraguay, Uruguay, Argentina y Chile y las cinco provincias argentinas ya mencionadas. Debido a ello, el tráfico vehicular de camiones, micros y automóviles particulares que por ella circula es cada vez mayor.
Este incremento de la circulación trae aparejada una alta tasa de siniestralidad, registrándose todos los años muchos casos fatales. En el último lustro más de 200 personas han perdido la vida por accidentes de tránsito en diversos puntos de su recorrido, especialmente en aquellos tramos que todavía cuentan con un trazado de doble mano.
En los sectores en los que se han construido manos de circulación adicionales, la siniestralidad es notoriamente menor. Tal es el caso de San Luis, provincia en la que la Ruta 7 transcurre totalmente por autopistas y el de un sector del trazado en la provincia de Mendoza. Esto nos lleva a preguntarnos ¿cuántas muertes más hacen falta para que comience la construcción de la autopista 7 entre las ciudades de Luján, en la provincia de Buenos Aires, y la cordobesa Vicuña Mackenna?
Uno puede circular por ese tramo y ver maquinaria, algún movimiento de tierra, algún trabajador de la red vial, pero nada sostenido, permanente y seriamente direccionado a una rápida realización de la obra.
La ruta 14, hasta hace poco denominada “ruta de la muerte”, ha sido convertida en autovía y esa terrible denominación, lamentablemente está siendo trasladada a la Ruta Nacional 7. Mi deseo es que el Poder Ejecutivo Nacional, a través del órgano que corresponda, tome cartas en el asunto e impulse una rápida ejecución de la obra. Si ello es así, seguiremos conociendo a la ruta 7 como la “Carretera Libertador General San Martín”, y no tendremos un nuevo monumento a la muerte, la tristeza y la desolación.