Por: Luis Gasulla
Agosto arrancó movido en los Tribunales de Comodoro Py. Los jueces de la Sala I de la Cámara Federal, Jorge Ballesteros y Eduardo Farah, decidieron apartar al Juez Federal Norberto Oyarbide de la causa que investigaba el supuesto lavado de dinero, desvío de fondos y asociación ilícita de los hermanos Schoklender y del contador Alejandro Gotkin. A su vez, dictó el desprocesamiento de los implicados y la nulidad de las declaraciones de los 66 imputados. La causa volvió a foja cero y la retomará otro Juez, afín al gobierno, Marcelo Martínez Di Giorgi.
Un mes atrás, el menor de los Schoklender suponía que las cartas estaban echadas y que, luego de la feria judicial, tendría motivos
para festejar. Así fue. Ahora bien, ¿el gobierno nacional tiene motivos para también hacerlo? Por ahora sí, el tiempo dirá si es
definitivo. Con la medida de la Cámara, en parte, hoy por hoy, todos ganaron, menos los denunciantes y los estafados.
El 25 de mayo del 2011 estalló el escándalo luego de una pelea en la vía pública de los hermanos Schoklender. En un primer momento, funcionarios del gobierno nacional callaron sobre las cuestiones de fondo. Sólo dijeron que se trataba de un problema interno de una fundación que no tenía relación con ellos. Sergio Schoklender cometió el imperdonable pecado de hablar a la prensa con el logo del Grupo Clarín detrás. Hebe de Bonafini, titular de las Madres de Plaza de Mayo, luego de asesorarse jurídicamente con Aníbal Fernández y de reunirse con altos funcionarios en Casa Rosada, salió a atacar a su hijo putativo.
Una semana después, echó a su hermano de la fundación y a todo su círculo de confianza. Al frente de la fundación quedó un abogado cercano a ellos como Hugo Gallardo. Tampoco duró mucho tiempo. La purga parecía no tener fin. Las obras de Sueños Compartidos se paralizaron. Algunos municipios, en medio de tomas y conflictos con los trabajadores, decidieron continuarlas por decisión de sus intendentes. En el Chaco, Jorge Capitanich, fue un pionero en ese sentido, y distribuyó los obradores entre sus funcionarios más cercanos y empresas privadas cercanas a su gobierno. El Movimiento Evita de Emilio Pérsico duró menos de lo que canta un gallo en el manejo de los obradores más importantes de la Capital Federal que actualmente están parados. La fundación la terminó manejando un socio del vicepresidente Amado Boudou, el contador Roberto “el gordo” Aybar Domínguez.
Oyarbide, mientras tanto, aceptó como querellante a la Fundación y la Unidad de Información Financiera que había cajoneado las operaciones sospechosas de Sergio y Pablo Schoklender denunciadas por las ex diputadas de la Coalición Cívica, Maricel Etchecoin Moro y Elsa Quiroz, a mediados del 2010. La hija de Bonafini también era apartada de la causa, a pesar de que durante su gestión se habrían desviado fondos y que no podía justificar su incremento patrimonial. La pata política de la investigación judicial, a cargo de Martínez Di Giorgi, dormía. Oyarbide encarceló y liberó a los hermanos y al contador Gotkin en dos oportunidades, según las necesidades del gobierno nacional para ganar la tapa de los diarios. Sergio Schoklender les tiró por la cabeza sus denuncias sobre los privilegios de los presos militantes del “Vatayón Militante” que tenían en el penal de Ezeiza.
La causa se enfrío. El 1 de febrero del 2013 declaré como testigo en el juzgado de Oyarbide. Sus preguntas fueron risueñas dado el
prolongado tiempo de supuesta investigación. Por otra parte, 66 personas, muchas de ellas, perejiles, estaban en el limbo jurídico,
con sus cuentas y bienes embargados. Allí estaba una ex secretaria de Meldorek de 20 años que había hecho tres trámites administrativos girando dinero por orden de sus jefes o personal del colegio Jean Piaget que cumplía las órdenes de su directora administrativa, la hija de la consultora preferida del gobierno, Doris Capurro, señalada por Sergio Schoklender de que estaba negociando con él, asociarse a Meldorek en un pequeño porcentaje, en el momento en que estalló el escándalo.
Sergio y Pablo coinciden en que el manejo del dinero se dio en un orden privado y que, en todo caso, la responsabilidad mayor era de su titular, Hebe de Bonafini. El gobierno salvó, por todos los medios, la figura de la Madre de Plaza de Mayo. La cámara destruyó la
investigación de Oyarbide pues, efectivamente, estuvo mal encarada. Es que el juez federal sabe que, si lo hacía correctamente, gran parte del gobierno nacional debería dar explicaciones. La responsabilidad política de que las obras no se hayan concluido y que exista un faltante de dinero fue y es del Ministerio de Planificación Federal, gobernadores, intendentes y de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. En ese sentido, Oyarbide hizo las cosas bien. Paró la pelota, fiel a su estilo, y enfrío, lo más que pudo, el escándalo. A pesar de todo, los denunciantes afirman que la lucha recién empieza y que el caso no quedará impune. La pregunta que permanece en el aire es, ¿qué dirá la Presidenta del desprocesamiento de los hermanos Schoklender cuando a Sergio lo prejuzgó, en cadena nacional, afirmando que era el único universitario reincidente que entró y salió de las cárceles? Pablo Schoklender sentencia: “Quiero mi resarcimiento económico y voy por Oyarbide”.