Por: Luis Gasulla
En el film Mentiras que matan, Robert De Niro es un asesor de la Casa Blanca que contrata a un excéntrico productor de Hollywood -Dustin Hoffman- para “inventar” una guerra de su país con Albania. El “relato” del conflicto bélico es transmitido por televisión mientras el público norteamericano olvida el escándalo sexual que involucraba al presidente de Estados Unidos y que amenazaba con acabar con su credibilidad. La “cortina de humo” es exitosa para el gobierno norteamericano pero le termina costando la vida al productor televisivo que no se conformaba con ser sólo un genio en las sombras.
La película, basada en una novela de Larry Beinhart, apareció en carteleras a mediados de los noventa, coincidiendo con el punto más álgido del recordado “caso Lewinsky“, la becaria de la Casa Blanca que había tenido relaciones sexuales con el, por entonces, presidente Bill Clinton a pesar de que él lo negó públicamente.
En sus once años de gobierno, el kirchnerismo produjo una decena de operaciones de prensa, muchas de ellas, exitosas. En los últimos años, las noticias generadas desde las usinas del oficialismo resultaron estériles para disminuir el malestar social. Desde “Antonio”, el falso minero que repudió a los “pseudoambientalistas” en una videoconferencia con la presidenta en el 2010 hasta las microhistorias que Cristina utiliza para “bancar” el relato de los “precios cuidados”. “Antonio” apareció en el momento en que el relato contra las corporaciones parecía hundirse en el lodo por la alianza del gobierno con la poderosa Barrick Gold. En vez de contestar algunos de los múltiples datos y pruebas aportadas por Miguel Bonasso en su obra El mal el gobierno creó a “Antonio” para criticar a los ambientalistas. Pero “Antonio” era Armando César Domínguez, vicepresidente del PJ de Olavarría que consiguió sus cinco segundos de fama y jamás fue desmentido por el gobierno que le dio, estratégicamente, el micrófono.
Pero “Antonio” no fue un error del relato. Le sucedió la científica que decía haber regresado al país gracias a las políticas del cristinismo como la extraña desaparición del testigo de Mariano Ferreyra, Alfonso Severo, que según consta en la Justicia mantenía diálogos con agentes de la ex SIDE. Nunca se supo quién, cómo y por qué el albañil Luis Gerez desapareció en diciembre del 2006, meses después de la irresuelta desaparición de Jorge Julio López. El ex presidente Néstor Kirchner, en cadena nacional, habló de resabios de la dictadura y dirigió sus sospechas al ex intendente Luis Abelardo Patti. Del caso no se habló más. Cristina jamás mencionó a López en sus discursos. Durante las últimas horas de diciembre de ese año, Página 12 tuvo la primicia de que Gerez aparecía con vida. Sin embargo, el hecho nunca quedó claro.
“Precios cuidados” es la forma que encontró el kirchnerismo de no hablar de inflación. En 1984 de George Orwell, las cosas tampoco se llaman por su nombre. Con los precios cuidados, el gobierno encontró la manera de deslindar sus propias responsabilidades y, para que su público comprenda el cuentito que sí se puede contar, como explicó Cristina, le agregó las pequeñas historias de color. Como la mujer que llamó al 0-800, se quejó por Facebook y la presidenta la llamó para felicitarla. O como el comerciante que no quiso aumentar sus precios y denunció a sus proveedores. Es el caso del librero de CFK: el marplatense Juan Rey. Es llamativo que su librería, Keops, sea publicitada por el propio intendente interino, Ariel Ciano, en su Twitter personal, tres días antes de que la presidenta lo hiciera famoso en un acto en Florencio Varela.
Los protagonistas de estas historias suelen hablar en los medios afines al gobierno y emocionarse ante la “sencillez” y “sensibilidad” de la presidenta de todos y todas. Esa extraña sensibilidad que Cristina no ha demostrado ante tragedias como la de Once, las inundaciones de La Plata o el fatal incendio en Barracas. Mientras tanto, las “cortinas de humo” dejan tela para cortar ante el poderoso aparato comunicacional kirchnerista.