Por: Luis Gasulla
La escena del domingo a la noche fue previsible. Festejaron todos. El búnker del PRO bailaba exultante por la victoria en Capital Federal y el ingreso de los primeros senadores al Congreso Nacional de esa fuerza política y la gran performance en Santa Fe y Entre Ríos. UNEN conseguía su objetivo principal, que había sido arrebatarle el senador por la minoría al gobierno nacional compitiendo contra un gobierno local que estaba en su mejor momento de gestión y la maquinaria kirchnerista en la ciudad de Buenos Aires. En Mendoza y en Santa Fe, Julio Cobos resurgía en el radicalismo y Hermes Binner demostraba que el socialismo mantiene su fuerza tras años de gobierno, mientras que la izquierda dejaba de ser una fuerza meramente testimonial para arribar al Congreso con más fuerza que nunca en toda su historia.
Párrafo aparte merece el gobierno nacional y su ex jefe de gabinete, Sergio Massa. Cuatro meses atrás, el intendente de Tigre era uno de sus jóvenes referentes pero hoy le asestó el golpe más duro al oficialismo pues le cortó en dos el famoso “aparato”. El Frente para la Victoria mejoró, levemente, los resultados de las PASO recuperando algunos distritos como San Juan tras el efecto “Flaco Gioja” y conservó la primera minoría en todo en el total país -algo así como pan para hoy y agua para mañana pues nadie asegura que eso se conserve ni siquiera en las próximas semanas-. Es que la fuerza de “la Rata del Tigre” como llama a Sergio Massa el filoso escritor Jorge Asís, amenaza por ir por todo. En poco tiempo, el ex jefe de gabinete pos crisis del campo armó una estructura envidiable que le posibilitó duplicar la distancia entre su perseguidor más inmediato, el novio de la vedette, y ganar en el conurbano profundo, bastión kirchnerista por excelencia. El gobierno le teme pues Massa sabe que para ser Presidente debe robarle el aparato al kirchnerismo como Néstor hizo en las elecciones del 2005 con el duhaldismo y Eduardo Duhalde había hecho, previamente, con Carlos Menem dos años atrás. Pero el aparato no alcanza y Massa, en su discurso, ya comenzó a hablar como un pastor que convoca a todos, sin importar de donde venga: algo así como la transversalidad de la buena onda, de la “gente”. Una especie de Kirchner sin Él, mucho menos sin Ella. La gran ausente.
Es que la imagen del palco del Frente para la Victoria mostraba rostros desencajados, aplausos descontrolados y maquillajes desteñidos. Amado Boudou, convertido en un Marcelo Tinelli de la política, presentó a los distintos oradores y allí el grupo de los Daniel demostró por qué fueron los grandes derrotados de la jornada. El primero, Filmus, se quedó sin su preciada banca en el Senado, volvió a perder, tal vez, en su última elección, en parte gracias al “yo me banqué la dictadura” y los correctivos de Juan Cabandié. El segundo, Scioli, tuvo que hacerse cargo de una derrota que, en gran parte, él quiso cargarse. Seguramente, durmió con una gran duda: ¿Después de todo seré el candidato en el 2015 de la Presidenta que le asegure al gobierno estar en el ballotage o ya empezaron a reemplazarme por algún gobernador del norte argentino como Jorge Capitanich? El núcleo duro no lo quiere. Nunca lo quiso. Scioli apostó y perdió.
El 2015 parece lejano pero, si algunos opositores, siguen festejando, más de la cuenta, esa fecha nunca llegará para ellos. Por ahora, Massa es el que lo entendió antes que el resto pero falta mucho.