La intolerancia no es sólo kirchnerista

Luis Gasulla

A 30 años del regreso de la democracia, el ataúd prendido fuego, con el símbolo radical, del sindicalista y ex intendente de Avellaneda, el pejotista Herminio Iglesias, parece cosa de niños. Desde el conflicto con los sectores rurales que el gobierno encaró a todo o nada, el kirchnerismo llevó a la sociedad a una crispación sin antecedentes en la vida democrática. Cinco años después, los ciudadanos nos hemos acostumbrado a la intolerancia gobernante, al fanatismo de los seguidores del “modelo” y nos fuimos convirtiendo en parte de lo que criticamos. Casi sin darnos cuenta, analizamos los discursos, no por sus contenidos, sino por quién lo dice. Para los periodistas, artistas y músicos afines al gobierno nacional, la única corrupción posible fue la menemista. En cambio, para los antikirchneristas acérrimos, si Mauricio Macri -líder del PRO- condona la multimillonaria deuda del empresario Cristóbal López que tiene con la ciudad de Buenos Aires, no se trata de una contradicción y denunciarlo, es hacerle el juego al gobierno.

La intolerancia se observa en la calle, en el tránsito y en las endiosadas redes sociales. La vida se ha convertido en blanca o negra. No hay matices. Hace poco volví a hablar con un ex compañero del colegio secundario que me recordaba por mi adoración adolescente por la figura del Che Guevara. Rápidamente me preguntó si era o no K. Ante mi crítica al gobierno nacional repreguntó si simpatizaba por el PRO y cómo explicaba mi simpatía por ideas “de izquierda” siendo crítico del kirchnerismo. La semana pasada presencié los festejos de la diputada de UNEN Elisa Carrió por los diez años de la creación del Instituto de Formación Política Hannah Arendt en su hall central, al día siguiente de la fiesta en que asistieron Jorge Lanata y Mirtha Legrand, entre otros. La nota, publicada en Perfil.com, relataba los chistes de la líder de la Coalición Cívica, sus humoradas, pasos de baile y el fanatismo que provocaba entre sus seguidores. Para algunos de ellos se trató de una herejía, pues “Fontevecchia siempre trata mal a Lilita”. No sólo los kirchneristas suponen que a los periodistas les dictan, supuestamente, cada línea de sus notas los dueños de los medios. La propia Carrió se rió de la nota.

El 8 de diciembre del 2013 una joven militante de la Tendencia Piquetera Revolucionaria, alejada por divergencias internas del Frente de Izquierda fue agredida en los bosques de Palermo junto con otros cuatro compañeros. Cuando los militantes del Partido Obrero descubrieron que la joven los estaba filmando con su celular intentaron arrebatárselo mientras la insultaban y la echaban con golpes de puño. “Fue una represión avalada por los dirigentes políticos pues ningún referente condenó el hecho“, aseguró para Infobae.com la mujer quien teme perder su trabajo si se conoce su militancia en un partido de izquierda. Para ella, “la actividad más revolucionaria del Frente de Izquierda sería una disculpa“. Por ahora, sólo encontró el silencio.

El fanatismo ha aumentado en el último lustro. El kirchnerismo fogoneó actitudes de esta naturaleza pero no es el único responsable. El fanático no piensa. Equipara a sus ideas con el dogma, como si fuese una cuestión de fe. El dogma no se discute, la política sí. 30 años después del regreso de la democracia, el autoritarismo está a flor de piel.