Por: Luis Gasulla
La Argentina no da tregua. El 2014 comenzó con cortes de luz y con Hebe de Bonafini criticando a los vecinos que se quejaban por “tener el freezer lleno de comida”. Ante la soledad y el desamparo de miles de vecinos que no encontraban respuestas en sus gobernantes ni en las empresas proveedoras de energía eléctrica, la Presidenta mantuvo su silencio. Días después, reapareció con toda la furia para atacar a sindicalistas, empresarios, ahorristas, la clase media y, como de costumbre, a los periodistas. Antes, el país devaluó su moneda en un 20% y abrió, apenitas, el grifo del cepo al dólar. La inflación sigue su espiral hasta vaya a saber dónde.
En medio de la tragedia, el escándalo con el vicepresidente Amado Boudou y nuevos cortocircuitos políticos entre parte del peronismo y Casa Rosada, Jorge Capitanich instaló un tema de agenda por varios días: el cambio en las transmisiones de Fútbol Para Todos. Los que secuestraron los goles, volverían a relatarlos, comentarlos y producirlos. Víctor Hugo Morales se comía un sapo y el relato de la maravillosa juventud camporista, crujía. El jueves por la noche, en una entrevista radial por FM Identidad, Alejandro Apo no se daba por muerto. La tarde de ese 6 de febrero, Hebe de Bonafini, le había marcado la cancha a Marcelo Hugo Tinelli: el fútbol es para hacer política, no plata. Según la Madre así les había enseñado el ex presidente, Néstor Kirchner. No tengo dudas que así era. Sólo los estúpidos, los inocentes y los cooptados –económica o simbólicamente- podían creer que el gobierno cambiaría. La bajada de línea política partidaria debía continuar y los periodistas “militantes” tenían que permanecer. Cristina levantó un teléfono, el segundo del día pues antes había llamado a una mujer que se quejaba de los aumentos de precios, y dio la orden. Chau cabezón.
La Argentina se ha vuelto un país sin códigos. No se respetan los convenios, los contratos y la palabra no tiene valor. ¿Qué podían esperar periodistas como Juan Pablo Varsky o Mariano Closs, que se juntaron de buena fe con integrantes del gobierno nacional para coordinar su desembarco en Fútbol Para Todos, de un gobierno que hace y deshace a su antojo? El cinismo gobernante es tal que, es posible imaginar, que el gobierno dejó hacer, distrajo a la opinión pública para terminar politizando, aún más, la pelota de fútbol. Ahora está claro. Lo blanqueó con la honestidad brutal que la caracteriza Hebe de Bonafini. El símbolo de una persona sin códigos. La mujer que criticó a los vecinos que no tenían luz cuando su fundación jamás pagó la luz. Ahora, el vicepresidente de la Nación pide que se apiaden de él pues si no canta. ¿Tendrán códigos con Amado o será otra cortina de humo para ilusionar a parte de una sociedad harta de la corrupción? Al Capone se asustaría de la falta de códigos de estos “buenos muchachos” que nos gobiernan.