Por: Mabel Bianco
La triste situación generada alrededor del desmantelamiento y traslado del Monumento a Cristóbal Colón evidencia el autoritarismo, la prepotencia y el desprecio hacia la ciudadanía con la que actúan la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner y el jefe de Gobierno Mauricio Macri.
La claudicación por parte de Macri frente a la insistencia de la Presidenta de quitar de su vista el monumento a Cristóbal Colón –trasladándolo desde su actual emplazamiento, detrás de la Casa Rosada, hacia la Costanera Norte- es una muestra más de los acuerdos entre ambos gobernantes. Más preocupado por cuidar ese perverso juego de opuestos necesarios, Macri no muestra ninguna preocupación por proteger el patrimonio cultural y preservar la historia de la ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Este atropello se inició con un empecinamiento de la Presidenta, seguido por su incapacidad ampliamente demostrada de no dar un paso atrás ante una decisión tomada, por más reclamos legítimos que se hicieron, incluyendo advertencias de la Justicia, donde aún se espera una sentencia definitiva sobre una medida prohibiendo el traslado de la estatua de Colón. Frente a esto, Macri dejó de protestar y prefirió quitarse un problema de encima con el pretexto del hecho consumado.
El Gobierno Nacional, una vez más, actuó de manera unilateral sobre el espacio público porteño, cometiendo ilegalidades, sin el mínimo respeto por nuestra jurisdicción y disponiendo de la Ciudad como si ésta continuara siendo dependencia del Gobierno Nacional. Frente a esta actitud, el Gobierno porteño, que comenzó esbozando un tibio reclamo, lentamente lo fue convirtiendo en aceptación y complicidad del ultraje. El monumento fue desmantelado bajo la mentira de que era para protegerlo y restaurarlo. Es cobarde que ambos mandatarios recurran al engaño y la mentira sin dar la cara, y lo es particularmente para Macri por no defender el patrimonio cultural e histórico de nuestra ciudad y aceptar el atropello. Esto es otra muestra de los acuerdos entre Macri y Cristina, que en general encierran “buenos negocios” para ambos, tanto desde el aspecto económico como en lo político. Los ciudadanos de Buenos Aires quedamos atrapados en estas idas y vueltas entre Cristina Fernández de Kichner y Mauricio Macri.
El monumento de Cristóbal Colon es parte fundamental de nuestra tradición y también de la nacional. El respeto al mismo es no sólo un merecido homenaje a Colón sino también a toda la comunidad italiana –que donó la obra con motivo del centenario de la Revolución de Mayo y que actualmente de manera mayoritaria se resiste al traslado- y especialmente a los porteños. Juzgar a Colón a más de 500 años del descubrimiento de América es un atropello innecesario que no se debería permitir, mucho menos de parte de la máxima autoridad del Gobierno de la Ciudad.
Con esta actitud, Macri se vuelve cómplice de la Presidenta y queda atrapado en el relato de un Gobierno que somete todo al revisionismo histórico, y que llegó hasta a reescribir el prólogo del Nunca Más sin reparo ni respeto por algo que no es la obra de un gobierno, sino el logro de una ciudadanía castigada por el autoritarismo y la violencia de la dictadura militar. El mismo gobierno que equiparó a Néstor Kirchner con San Martín, ahora encasilla a Cristóbal Colón dentro del grupo de “los imperialistas y colonialistas”, y al mismo tiempo desconoce los derechos de los pueblos originarios y ha desvirtuado el organismo nacional que debe velar por los derechos de los pueblos y comunidades aborígenes de todo el país. No es justamente el gobierno de Cristina Fernández de Kichner el que puede tirar la primera piedra.
La doble moral del Gobierno nacional queda al descubierto: mientras dice dar prioridad a los pueblos originarios y a los hermanos latinoamericanos arremete o deja arremeter contra esos mismos líderes indígenas que dice defender. Todo lo que se opone a sus designios es eliminado y destruido, sin importar su valor histórico, humano, y/o cultural que tiene para la ciudadanía. No duda en someter a tratos inhumanos a las comunidades aborígenes, como ocurre en Chaco y Formosa con las comunidades tobas y quom. Mientras tanto le da trato preferencial a Chevron en las explotaciones petroleras y a las empresas mineras que pretenden explotar el suelo argentino sin respeto por el cuidado del medio ambiente. La discrecionalidad es una constante del gobierno nacional, que también afecta al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Por eso el pacto que los vincula los protege y convierte en socios.
Lamentablemente, ante tanto atropello, los ciudadanos de la ciudad de Buenos Aires somos atacados por el Gobierno Nacional, y el jefe de Gobierno que debería velar por nosotros, nos entrega a los designios del kirchnerismo, escondiéndose en las faldas de la Presidenta. Para ambos, nuestro patrimonio cultural y social no es importante, por eso lo regalan pensando sólo en salvar su pellejo y continuar en el poder y, si pueden, crecer, como pretende Macri. Por eso, no nos engañemos, son lo mismo o más de lo mismo.