Todo se simplifica. Ahora todo es exprés.
Ya no son necesarios los complicados mecanismos que surgen de un librito delgado, de pocas páginas, llamado Constitución Nacional.
Ahora son vetustos esos anticuados conceptos (antes los llamábamos garantías) de “juez natural” y de “debido proceso legal”.
Ahora es el cambio. El nuevo modelo de vida. El novel relato…
Remover un magistrado judicial que no se adapte a la “nueva era” por estos días es cuestión de segundos.
“¡Marche un juez abolicionista!”. “¿Para cuándo esos camaristas desestimadores?”. “¡Hace media hora que pedí un fiscal archivador!”. Y así.
El Poder Judicial hoy está compuesto por sus cuadros permanentes y por una legión de “suplentes” dispuestos a ingresar a la cancha cuando el técnico lo decida y “para lo que guste mandar”.
¿Concursos de oposición y antecedentes? ¿Exámenes ante el Consejo de la Magistratura? ¿Acuerdo del Senado con mayorías preestablecidas en la Constitución?
De ninguna manera. Esas son prácticas de la “vieja” Justicia, monárquica y corporativa, a la que hay que “democratizar”.
Mientras tanto, se mantienen las vacantes en importantes cargos judiciales por años, se integran con magistrados subrogantes y, cuando estos perjudican con alguna de sus resoluciones al gobierno, a los integrantes del gobierno, a los amigos o los allegados de los integrantes del gobierno, etc., se los reemplaza por otros subrogantes o -directamente- por abogados de la matrícula o conjueces consustanciados con el modelo.
Se promueven leyes orgánicas del Ministerio Público en donde se establece la figura del fiscal coordinador de distrito, que es designado por la procuradora general de la Nación, por dos años y es ese funcionario el que presenta un plan o un mecanismo para la asignación de los casos, que puede ser por turnos o por el sistema que se le ocurra.
O también se establece que la procuradora general designe a los miembros del jurado para los concursos y prevé la creación de procuradurías especializadas.
Es decir, ya se puede “elegir” juez o fiscal… ¡Y si no nos gustan, los cambiamos!
El panorama es sombrío. Pero estas breves reflexiones terminan con un dejo de optimismo: siempre se puede estar un poco peor.
Por ejemplo, el emperador Calígula nombró, con acuerdo del Senado de Roma, a su caballo Incitatus como cónsul del Imperio.