El papa Francisco, tal como le oí decir al Dr. Andrés Cisneros, “le ha cantado las cuarenta al mundo”. La Iglesia argentina aclaró este lunes que el Papa no es un hombre político. No obstante, como me señalaba Cisneros, “es un hombre de Estado que le habla a la conciencia de la gente esperando que sea esta el motor de los cambios”. Cuesta disociarlo de la política como tal, dado que en un mundo huérfano de líderes, su terrenal espiritualidad descolla.
La inteligencia de Jorge Bergoglio, devenido en papa Francisco, lo lleva a buscar atajos para lograr resultados más rápidos. Por ello le habla a la opinión pública, que es la que gobierna el mundo, para buscar la reacción de la dirigencia política. Su investidura como representante de Dios en la Tierra no le impide enviar su mensaje a toda la humanidad, no solo a la grey católica. Por eso en su agenda aparecen los grandes enemigos mundiales: el hambre, la pobreza extrema, la usura internacional, el narcotráfico, las guerras, los abusos, el drama de la inmigración, el cambio global.
Si este hombre argentino acompañado por Dios en su fe está señalando la agenda antes citada, la pregunta clave es: ¿Por qué a menos de treinta días de una elección presidencial en Argentina los candidatos no construyen la plataforma de las soluciones para las realidades obvias?
El Dr. Pedro Barcia, presidente de la Academia Nacional de Educación, me contaba que el 5 de octubre dicha institución dará a conocer un documento titulado “Ni un alumno menos por la droga en la escuela”, basado en un libro de su autoría, de pronta aparición, titulado La prevención educativa de las adicciones. Allí se sintetiza lo que no ha realizado el Gobierno nacional ni los Gobiernos provinciales sobre este tema y las propuestas. Encarar la currícula en la salud psicofísica del alumno, enseñarle sobre la nocividad de las drogas, comenzar por la puerta y el vestíbulo, que es el alcohol, hasta llegar a las sintéticas. Y, por otro lado, abarcar la educación al servicio del fortalecimiento de la capacidad de resiliencia del niño, donde se prioriza el enfoque del proyecto como motor de vida de cada uno para contrarrestar el vacío que hoy los invade. Este último ítem, advertido por Barcia y la Academia que preside, es el sujeto que predomina en el ánimo de tantos pibes en las esquinas, a los que ya les podríamos agregar un tercer “ni”: ni trabajo, ni estudio, ni plan de vida.
Volviendo a los candidatos presidenciables entre los cuales deberemos elegir quién nos presida, pregunto: ¿Es muy difícil que los tres principales protagonistas acuerden políticas en común sobre este tema? ¿Es difícil, teniendo el mapa de los muertos por desnutrición confeccionado por el Lic. Longhi y tantos otros investigadores, aunar políticas con carácter de urgencia para aplicar el primer día de Gobierno del próximo presidente? Hay un grueso de la sociedad que, con carácter de urgente, necesita un plan de vida. Existen niños y adolescentes desahuciados cuando aún no asomaron a la vida. ¿Es muy difícil acordar políticas para atacar esta problemática?
No hay ciudad importante en Argentina atravesada por el delito o narcotráfico que no disponga de un mapa que señale los lugares estratégicos donde se cometen. ¿Es tan difícil aunar criterios para planificar la solución?
En la década del setenta muchos de nuestros jóvenes con ideales fueron desaparecidos. El ideal es un plan. Hoy desaparecen muchos de nuestros jóvenes por no tener un plan, ante la impavidez de una sociedad desorientada, por momentos miedosa, por otros, irritada y huérfana del tutelaje de la política.
A menos de treinta días de las elecciones presidenciales, aparece Scioli negándose al debate para poder retener los votos que lo han acompañado e intentar, sin exponerse demasiado y si la suerte lo acompaña con algún hallazgo propagandístico, conquistar algún voto independiente. Mauricio Macri, apelando al voto útil, es decir: “No importa si te gustan mis ideas, votame porque no te gustan las del otro”. Y Sergio Massa, quien después de haber descarrilado largo rato, aupado por Roberto Lavagna y Manuel de la Sota, se atreve a presentar algunas propuestas concretas sobre temas urticantes.
El Papa está confiando en que las reformas que el mundo necesita las impulse la opinión pública. En este proceso preelectoral la opinión pública argentina debe ser clara a la hora de señalar lo que espera de quien la represente.