La culpa la tiene Juan Domingo Perón. Jamás debió hacer escuela con aquello de “Mi único heredero es el pueblo”. La estrechez de maniobra política de un Perón enfermo le afectó su sabiduría y dejó como legado lo peor de su política. Aquel Perón de 1973, el de la institucionalidad, el que ansió ser acompañado por Ricardo Balbín, terminó haciendo de un eslogan una política de Estado para el peronismo. Si quien conduce no se reproduce a sí mismo, echa mano a la doctrina Perón y saca como candidato a la sucesión a un tal pueblo.
Desde aquel momento a este hoy hemos pasado por un Carlos Menem que prefirió trabajar para el candidato Fernando de la Rúa antes que apoyar al candidato Eduardo Duhalde. Este, tal vez conmovido por Kosteki-Santillán, llamó a elecciones, se excluyó y acompañó al candidato de su partido, así es como llegó Néstor Kirchner. Luego Kirchner tuvo la suerte de contar con una candidata en casa: su compañera de vida. Su plan de alternancia dentro del matrimonio termina con su trágica desaparición. Después de la elección de Amado Boudou, Cristina Kirchner no quedó en condiciones anímicas de intentar con candidato propio. Su sueño re-reeleccionista se vio truncado por uno de los suyos, que decidió alejarse de su Gobierno. Sergio Massa, con su triunfo en el 2013, impidió la operación “Cristina eterna”. Por aquello de que a cada Cristina le llega su Carlos Zannini y a cada Mauricio Macri su Jaime Durán Barba, la Presidente por momentos pareció desentenderse del candidato a la sucesión, luego se entusiasmó con Florencio Randazzo, hasta que no le quedó más remedio que ordenar una tropa muy dividida y bendecir con los dientes apretados al candidato Daniel Scioli.
Hoy no queda claro el entusiasmo que siente la Presidente por lograr un triunfo del candidato de su partido. Tampoco queda claro cuál de los Scioli gobernará en caso de resultar electo. El entusiasmo electoral hacia Scioli que demuestra la Presidente es parecido al entusiasmo electoral que en Santa Fe demuestra el gobernador Antonio Bonfatti a la hora de rescatar a su jefe partidario Hermes Binner de un cuarto y lejano lugar en su competencia por una senaduría nacional. Y hablando de entusiasmo, Margarita Stolbizer recibió en Santa Fe el más frío espaldarazo político de quien la ungiese candidata presidencial. Hermes Binner, tijera en mano, se desentendió de ella.
En el caso de Macri, su problema político principal en su carrera presidencial comenzó cuando desoyó a quienes en su entorno sabían de política y priorizó a quienes no. Julio Bárbaro dice: “Lombardi, Michetti, Pinedo, quienes enfrentaron a Macri en una interna eran los que entendían de política. Los Peña, los Durán Barba ¡no!”.
A veinte días de las elecciones presidenciales los candidatos gatean hacia la meta. La sociedad argentina de memoria frágil también tiene su parte de responsabilidad a la hora de la construcción política. Vio con complacencia la agonía de los partidos políticos y cual Bertolt Brecht mira los problemas de sí misma como si fuesen de otros. Ayer nomás fue Tucumán. Ayer nomás fue Jujuy. Desde impactantes movilizaciones por medidas del Gobierno que provocaban cacerolazos, pasando por la muerte de Nisman, hoy subyace una generalizada y aparente apatía. También es cierto que los movimientos sociales se producen cuando hay esperanzas de cambios reales.
Sería injusto no analizar al radicalismo ante aquel legado de Leandro N. Alem: “Que se rompa, pero que no se doble”. ¿Qué pasó hoy con aquella escuela de hacer y entender la política donde la ética barría con todo oportunismo?
El debate presidencial propiciado por Argentina Debate, al decir de Julio Bárbaro: “Es un valor en sí mismo. Ese mero gesto de un grupo de candidatos que se juntaron para debatir implica que salimos de la demencia de los monólogos semanales profundizadores de la grieta amigos-enemigos”.
El papa Francisco vuelve a ser espejo una vez más. Ha dicho en el Sínodo de la Familia que la Iglesia debe cuidar, contener a las parejas heridas y ser un puente, no un obstáculo, en la vida de su feligresía. El próximo presidente de los argentinos debe proponerse como meta que la política vuelva a ser un puente, ¡no un obstáculo en la vida de nuestro pueblo!