El país real espera

María Herminia Grande

Hay un país real con dificultades que Daniel Scioli no puede disimular y Mauricio Macri intenta convencer de que puede transformarlo. Lo cierto es que el país real está. Está pendiente de quién, cómo y a dónde lo van a conducir. Cuando existen hartazgos políticos, los remiendos no sirven, dado que la mesura que implica el análisis racional de propuestas queda para otra ocasión. Quien pretende cambiar lo que lo cansa, lo agobia o le molesta simplemente ejerce un movimiento que condice con la ley física: eyectar lejos de sí a quien cree autor de tal asfixia.

Por otra parte, hoy la continuidad que dice representar Scioli se cree dueña, no articuladora, de los logros políticos conseguidos. Por eso advierte sobre la finalización de tales políticas en coincidencia con el fin de mandato. La encrucijada en la que está inmerso Scioli —quien algunos sostienen que no soporta la confrontación, no está preparado para las disputas— es sostener la fantasía de que todo está bien, para no enojar a la Presidente, pero al mismo tiempo demostrar a los sectores independientes, de los cuales depende para ganar el ballotage, que tiene los pies en la tierra sobre los problemas argentinos. Sus voceros, caso Manuel Urtubey, Miguel Bein, no alcanzan para que el votante termine de entender este raro equilibrio que intenta hacer el candidato entre el país en donde todo está bien y el país, por ejemplo, que necesita del auxilio financiero y de inversiones para contrarrestar la crisis de sus economías regionales que agonizan y complican la vida de un millón de personas, además de las ya alicaídas arcas del país, a las cuales les produce una pérdida aproximadamente de mil millones de dólares.

El maltrato político al que fue sometido Scioli, con su aceptación, es de larga data. En el caso de Cristina Fernández sólo basta recordar cómo desde su banca de senadora le aplicaba amonestaciones al vicepresidente de la nación en su rol de presidente del Senado, enojada por situaciones que tal vez sólo ella conocía. En el 2013 Scioli expresó ser un hombre cabalmente feliz cuando durante 48 horas había cerrado un acuerdo con Sergio Massa. Aquel pacto político incluía a Massa como diputado para luego, en el 2015, ser candidato a gobernador de Buenos Aires y Scioli a presidente. Ese acuerdo lo desbarató su hoy candidato a vicepresidente Carlos Zannini, en reunión con el jefe de gabinete de la gobernación bonaerense Alberto Pérez. Alberto Fernández, por su parte, esperó en vano que el gobernador Scioli “abriera” su teléfono para ratificar en el cierre de listas lo acordado de palabra.

Lo cierto es que ni Scioli ni Macri logran hoy marcar agenda. Lo mediático en las últimas horas ha girado mucho más alrededor del discurso de una presidente a días de traspasar la banda presidencial y de Sergio Massa, quien obtuvo la nada despreciable cifra de casi seis millones de votos, pero cuya candidatura no está en juego.

Argentina no está al borde de ningún abismo político. El discurso del miedo, de un lado y del otro, desmerece 32 años ininterrumpidos de democracia. No creo en los jóvenes armados a los que alude Elisa Carrió, ni en la pérdida de las conquistas cotidianas, de ganar Macri, a las que aluden Scioli y la Presidente. Sí creo que tenemos una generación devastada por la droga y el narcotráfico. Sí creo en la existencia de la insólita geografía del hambre y la desnutrición en Argentina. Sí creo que la corrupción mata.

El senador Juan Manuel Abal Medina me dijo: “Si Macri gana, el peronismo no lo discutirá en términos de conspiración. Discutirá la conveniencia o no de las políticas que intente aplicar”.

Otra visión es la del Dr. Dante Caputo, quien me aclaró: “Si Scioli hace lo que debe hacer, tiene un lío político, si no lo hace, tiene un lío económico. Macri lo tendrá si no equilibra el costo social”.

 

Política en Santa Fe

Ayer el radicalismo en suelo socialista mostró su poderío territorial en un encuentro al que asistieron más de cuatrocientos intendentes electos de dicha fuerza, como así también sus gobernadores electos. Esta escenografía está preparada para, de ganar Macri, compartir el poder. También está anunciando al Gobierno de Miguel Lifschitz que le espera lo mismo. El presidente de la Unión Cívica Radical santafesina Mario Barletta, al referirse al gabinete político del ingeniero Lifschitz, me confirmó: “No es lo mismo que te den un ministro a que te den el ministerio. Queremos compartir las decisiones políticas”.