Por: Mariano Carpineti
En el inicio del año 2015, los distintos operadores y analistas nacionales e internacionales pusieron el foco en la reunión de la FED y en el inminente encuentro del BCE. De hecho, la reunión de la FED que se llevo a cabo el miércoles pasado trajo mayor incertidumbre a los mercados. Los analistas consideran que la esperada suba, que se mantiene actualmente entre el 0 y el 0,25 %, se contempla recién para mediados de año y no para esta semana como muchos especulaban..
Por su parte, el BCE preparo un tardío programa monetario que tiene como objetivo la compra de activos financieros (expansión cuantitativa, o QE según sus siglas en inglés) o la compra de deuda soberana en mercados secundarios, con la idea de generar liquidez en los mercados, especialmente en los bancos europeos ante un escenario de deflación prolongada. Cabe recordar que la economía europea presenta una deflación en torno al 0,2%.
El programa tiene una magnitud de EUR 60 MM por mes, incluyendo en esta cifra a los programas de compras de activos ya en marcha y finalizaría a comienzos del año 2016. Esto representa un incremento, una expansión monetaria, en torno a 1,1 billones de Euros.
La pregunta del millón parece ser entonces, ¿Sera el QE un programa lo suficientemente robusto como para sacar adelante la economía europea, especialmente la economía griega?
El dilema principal de esta pregunta es cuán descoordinado es el accionar de los diferentes banco centrales nacionales dentro de la Zona Euro y si esta situación trae aparejado diferentes objetivos económicos para los próximos períodos. Y el problema no es solo ese, hay que analizar con seriedad cómo este programa va a interactuar con la realidad económica de la FED y Japón por ejemplo, realidades que son bien diferentes.
De hecho, si bien el QE parece haber llegado tarde, todo hace esperar que el mismo tenga un cierto nivel de reacción en la alicaída economía europea en el corto plazo. El problema principal podría estar en que Grecia se desmadre y esto incremente considerablemente el Riesgo Global de las economías Europeas por contagio como durante la crisis del año 2010/12.
En este sentido, queda por ver entonces, como los diferentes mercados intentaran anticipar esto y cuáles serán las diferentes estrategias que los inversores diseñen para cubrirse de este riesgo, que hoy, es solamente un riesgo político.
Y específicamente el riesgo político se generó el último fin de semana, cuando el partido de izquierda Syriza obtuvo el triunfo en las elecciones con el 36,4% de los votos, frente al 27% de la Nueva Democracia de Antonis Samaras. Evidentemente, el triunfo político de la izquierda griega implica el rechazo de las medidas de austeridad implementada durante los últimos cinco años, como contrapartida del financiamiento que el BCE le otorgo a Grecia durante la crisis.
En este escenario se habló mucho en el armado e instrumentación del QE y los riesgos que este programa sobrelleva. La compra de títulos públicos equivale a un sinfín de riesgos, entre los cuales está el default de alguno de los títulos comprados. Las discusiones que se dieron estaban más que nada orientadas a quién va a llevar adelante la compra y quien correría el riesgo. Hay que destacar en esto el antecedente de la reestructuración de deuda griega, en la que el BCE terminó siendo un acreedor privilegiado.
El BCE declaró con respecto a esto que el alcance de los riesgos que el programa puede asumir incluye la compra de todo titulo con Investment Grade de un Gobierno de la Eurozona que el BCE acepte como colateral en sus operaciones. Este simple requisito deja afuera a precisamente a Grecia y Chipre, que son dos economías que están siendo sostenidas en la actualidad por el BCE. Por otro lado, el organismo no especificó si los títulos que cada Banco Central podía comprar eran bonos de sus respectivos países o u otros títulos de la Eurozona, abriendo una puerta para que otras naciones sí puedan comprar títulos griegos.
Como conclusión podemos decir que, a diferencia de la anterior crisis económica de Grecia, el efecto contagio hacia el resto de Europa está acotado por el programa QE del BCE que funciona como una suerte de paracaídas. Para esto, solo cabe observar el fuerte desacople de las tasa de interés de los bonos soberanos de países anteriormente alcanzados por la crisis griega y los rendimientos altos de los propios bonos.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que una eventual salida de Grecia de la Zona Euro solo traería aparejado una fuerte contracción económica, por la fuerte devaluación que la nueva moneda tendría con respecto al Euro y por la gran exposición que el sector financiero griego tiene como consecuencia de estar muy expuestos por créditos en la moneda regional, lo que haría cualquier amague en salir del Euro en un desmejoro notable de la economía.
En base a lo analizado, cabe entonces esperar un escenario intermedio, en donde Grecia permanezca en la zona, pero con una relajación en la austeridad económica que Grecia sufre.