Por: Mariano Carpineti
El primer semestre del año es y será muy difícil para todos. Desarmar las restricciones dejadas por la antigua administración no es fácil. Ya se transitó la salida del cepo cambiario, se corrigieron por shock las tarifas de los servicios públicos con la finalidad de reducir el déficit fiscal, se incrementó fuertemente la tasa de interés como anclaje del tipo de cambio y se comenzó con la normalización del sector externo, y es de esperar que en los próximos días se deje atrás el problema de los holdouts. Como si fuera poco, a este escenario económico interno se le suma la coyuntura económica y política de Brasil, nuestro principal socio económico en el exterior.
En este sentido, y utilizando los tan anunciados cien primeros días de gobierno, se procedió a la normalización económica como medida necesaria para devolverle a la economía el dinamismo que necesita para volver a la senda del crecimiento económico.
Así, los aumentos en los servicios públicos anunciados esta semana van camino a ordenar las variables económicas dentro de una normalidad aceptable. A pesar del descontento social, totalmente justificado, es necesario como país que se deje de gastar más de lo que se recauda. Ninguna sociedad o individuo puede subsistir en el tiempo con este déficit. Por otra parte, sí considero que hay que reequilibrar el poder adquisitivo que la gente pierde por esta normalización y espero que esto se logre en las próximas paritarias.
Del mismo modo, esta semana se comenzaron a ver los efectos de la normalización del cepo, ya que se evidenció una retracción del tipo de cambio como consecuencia del incremento de dólares por el inicio de la liquidación de la cosecha. Si bien es prematuro medir los efectos de la entrada de dólares por esta vía, es de esperarse que en los próximos meses el tipo de cambio se mantenga estable, al menos hasta junio, en una zona cercana a los 15 pesos por dólar. Cabe recordar que el tipo de cambio alcanzó los 16 pesos por dólar. Si bien este retroceso generó una caída en la competitividad, permite, por otro lado, comenzar a restablecer las reservas del Banco Central (BCRA).
En conclusión, este modelo de sinceramiento y normalización de la economía tiene sus riesgos. El principal riesgo es la aceleración del proceso inflacionario y la continua pérdida de poder adquisitivo de los salarios. Trabajar con un déficit fiscal cero o incluso con un superávit fiscal, para que la economía crezca, es necesario en cualquier modelo económico, y en este sentido parece tener sentido el shock de tarifas de la semana pasada. Pero no queda del todo claro cómo se va a recuperar el poder adquisitivo de los sueldos y cómo se va a volver a crecer económicamente.
Tampoco queda del todo claro el tipo de cambio objetivo perseguido por el BCRA y cómo se va a lograr mantener en el tiempo. De por sí el país pierde competitividad frente a Brasil por la coyuntura económica y política de público conocimiento y en este sentido se espera que la solución del problema de los holdouts acelere el ingreso de dólares al país. Ya sea vía una colocación de deuda para financiar el Plan Belgrano, entre otros, o vía inversión privada genuina.
Con base en lo analizado, cabe entonces esperar un escenario de incertidumbre sobre el futuro donde el eje pasa por la falta de información.