Por: Mariano Carpineti
Hace tan sólo unos días, el Congreso Nacional de Brasil suspendió a Dilma Rousseff de la Presidencia de ese país y fue reemplazada por Michel Temer. Temer, escindida su alianza con el Partido de los Trabajadores, enfrenta ahora una durísima tarea institucional y económica, con escasa gobernabilidad, un liderazgo débil que debe construirse a sí mismo, además de una población dividida y movilizada.
En lo económico, el jefe de Estado tiene que tomar una decisión sobre el futuro económico inmediato de los brasileños. Por un lado, está el sector empresarial, que insta al presidente interino a presentar una política de shock que permita modificar drásticamente la economía y retomar la senda del crecimiento económico rápidamente, a expensas de un sufrimiento social.
Por el otro lado, los diferentes sectores sociales piensan que el ajuste debe hacerse en forma gradual y con esto esperar a las elecciones municipales de octubre, mientras se trabaja en la construcción de un mayor capital político. Desde el ministerio que controla Henrique Meirelles se dejó entrever que las medidas a adoptar van a ser duras, no se especificó qué tipo de medida y cuál será el impacto para la población.
En la coyuntura, el recorte de inversiones y la pérdida de competitividad de la industria por el alza de los costos de producción debilitaron la actividad, lo que llevó al país al actual espiral descendente. Para Meirelles, es clave un ajuste fiscal que reduzca el gasto del Estado (sin su subsecuente aumento de impuestos), que hoy se sitúa entorno del 10,00% del producto bruto interno (PBI). Otros indicadores de la economía, como la tasa de desempleo, se ubican en un área cercana al 10,8% y, por su parte, la deuda pública se sitúa en el 38,9% del PBI. Al mismo tiempo, la caída del PBI es de 3,8%, datos que preocupan a Temer y a los empresarios.
Al mismo tiempo, se comenzó con una fuerte reducción del personal, aproximadamente unas cuatro mil personas en lo inmediato, y se procedió con la reducción de 32 ministerios a tan sólo 23. Se esperan anuncios nuevos para las próximas semanas, entre los que no se descarta un agresivo plan de privatizaciones de empresas públicas.
En lo inmediato, la crisis económica de Brasil va a impactar en la economía nacional. Esto es evidente en muchos sectores económicos, pero especialmente en el automotriz, tal como se adelantara en la columna del pasado enero, porque viene sufriendo las consecuencias de la crisis. Brasil es el primer mercado para las exportaciones argentinas y absorbe un 45% de sus ventas industriales, y los envíos argentinos a Brasil cayeron en un 50 por ciento. En el caso especial del sector automotriz, el 80% y, en algunos casos, el 90% de sus exportaciones se dirigen a ese país. Como consecuencia de esto, ya en el 2015 la producción de autos destinada a Brasil se redujo un 12% y las exportaciones se redujeron en un 30 por ciento.
Dentro de los productos de origen industrial, Brasil sigue siendo el receptor de un 40% de las exportaciones argentinas, y el destino del 20% de las manufacturas totales originadas en el país, en ambos casos por encima de cualquier otro socio comercial. Por otro lado, la economía argentina exporta a Brasil sus productos primarios. Si bien Brasil no es el primer receptor del 43% de los productos primarios argentinos, sino el segundo, después de la Unión Europea, desde que la economía argentina comenzó el denominado proceso normalizador que se inició en diciembre de 2015.
Como conclusión, sólo resta saber si la caída del gigante sudamericano termina en el 2016-2017 y si las medidas del Estado argentino son suficientes para recuperar el crecimiento sostenido de la economía. Posiblemente, durante gran parte de 2017, Brasil no sea la locomotora del bloque del Mercosur como supo ser y no generará un incremento en las exportaciones argentinas hacia adelante. Por el contrario, es el principal escollo en el crecimiento de la economía de nuestro país.
Si bien la inversión pública parece ser la jugada principal del Gobierno, lo cierto es que ambas demorarán en mostrar señales de reactivación económica, ya que sufren un tiempo desde su etapa de diseño de proyecto, licitación, evaluación, adjudicación, firma de contrato y ejecución, por lo que el período que transcurre es prolongado.
El comercio exterior parece ser el dinamizador de la economía en el corto plazo. Y en este sentido, el Mercosur es un bloqueo importante en esta iniciativa de expansión de la actividad económica. Con la demanda interna cayendo, el dinamismo exportador argentino se verá fuertemente influenciado por la crisis de Brasil, por lo que, sin duda, la recuperación de la economía argentina se verá ralentizada.