Por: Mariano Carpineti
Brasil, sin duda, es la gran locomotora a nivel económico y tracciona muy fuerte sobre la economía de la República Argentina y de toda América Latina, dados sus acuerdos. Por su parte, Brasil es la novena economía mundial y representa un tercio del PBI de América Latina. Al mismo tiempo, es el PBI más grande del Mercado Común del Sur (Mercosur). Los 202 millones de habitantes hacen de Brasil el quinto país más poblado del mundo y una debilidad para empresas multinacionales, que ven al mercado interno de Brasil como su deseo.
Pero el gigante sudamericano está atravesando una fuerte inestabilidad económica y política que se debe a varias razones. Ya en el 2015, el PBI se contrajo un 3,8% y las expectativas para el 2016 son que el PBI vuelva a retroceder en el entorno de los tres puntos porcentuales. Esto marcaría la peor recesión en un cuarto de siglo y la primera vez que el país pasa dos años consecutivos de recesión desde 1930-1931, cuando el mundo sentía los efectos de la Gran Depresión.
Entonces, ¿cuáles son las causas por las cuales la economía está sufriendo? Se puede diferenciar un sinfín de problemas, pero podemos enumerar entre los principales el agotamiento del plan económico, la crisis política que se vive por los casos de corrupción y una crisis de confianza.
En primer lugar, el agotamiento del modelo económico es más que evidente en los últimos años. La economía brasileña tuvo una fuerte expansión que se dio principalmente por el aumento sostenido en el consumo por parte de las familias.
La demanda interna creció en los últimos años como consecuencia de la estimulación del consumo interno, la fortaleza política y la confianza de la gente en que la economía iba por el camino correcto. Al mismo tiempo, los altos precios de los commodities posibilitaron un fuerte ingreso de dólares al país, lo que se traducía en tasas de interés más bajas, préstamos productivos baratos y tasas de inversión razonables.
En la actualidad, la situación es totalmente diferente. El recorte de inversiones y la pérdida de competitividad de la industria por el alza de los costos de producción debilitaron la actividad, lo que llevó al país al actual espiral descendente. De esta forma, diversos economistas de Brasil estiman que se perdieron 1,5 millones de puestos de trabajo formal el año pasado y los datos oficiales del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) indican que el consumo de los hogares brasileños cayó 4% en 2015, después de 11 años seguidos de aumento. Al mismo tiempo, la contracción en la industria brasileña fue de 6,2% y en los servicios, de 2,7% respecto al año anterior. Sólo el sector agropecuario registró un alza de actividad, aunque leve: 1,8 por ciento.
En segundo lugar, la crisis política y los problemas de corrupción son la madre de todas las batallas que tiene que dar la actual administración. La principal causa de corrupción que preocupa al país es el Petrolão, entre Petrobras y la empresa Organización Odebrecht, la compañía de construcción e ingeniería más grande de América Latina. Precisamente, esta semana, su presidente, Marcelo Odebrecht, fue condenado a 19 años de prisión por “el crimen de corrupción que involucró el pago de dádivas de 108 millones de reales y 35 millones de dólares”.
Precisamente, la empresa estatal Petrobras, a raíz del caso, redujo su plan de inversión para los próximos cuatro años por un importe de 32 millones de dólares. Esta reducción en el plan de inversión generó un fuerte impacto en el crecimiento de la economía de Brasil. Cabe recordar que el plan de inversión contemplaba comenzar a explotar las grandes reservas de petróleo halladas en la profundidad del Atlántico.
Pero al mismo tiempo, la firma Organización Odebrecht ejecutaba obras públicas y de infraestructura para los diferentes estados y para el Gobierno central, lo que también repercutió en la desaceleración de la economía.
El último problema es la crisis de confianza que afecta directamente a la demanda de productos, la inversión y a la relación entre Brasil y los mercados internacionales. Un reflejo de esto es la decisión de las calificadoras de riesgo, que desde el año pasado le quitaron a Brasil el grado de inversión, lo que incrementó el costo del fondeo de capitales necesarios para inversiones de infraestructura. La deuda pública bruta de Brasil aumentó en relación con el PIB: llegó a 66% en 2015 y se proyecta que este año seguirá creciendo.
Como conclusión, resta decir que si bien la crisis económica es importante, está basada en la tensión política y la crisis de corrupción, más que por problemas económicos que no sean revertibles rápidamente. De hecho, la situación fiscal rápidamente se podría solucionar si la actual administración consiguiera que el Congreso Federal aprobara alguna reforma fiscal que mejorara la recaudación y aminorara así el déficit fiscal.
Por último, la crisis económica y política es un tema más que importante para la economía argentina; en ningún otro lugar de América Latina la crisis impacta más que en Argentina. Brasil es el primer mercado para las exportaciones argentinas y absorbe un 45% de sus ventas industriales y los envíos argentinos a Brasil cayeron en un 50 por ciento.
Al mismo tiempo, la devaluación del real incrementa la presión sobre el peso argentino, que ya por la propia coyuntura económica interna está retrasado. Si la Argentina quiere en principio corregir o evitar este contagio, deberá buscar medidas que le permitan anticipar y colocar la producción que antes se exportaba a Brasil en otros mercados, con la finalidad de evitar una caída mayor en la actividad industrial.