Por: Martín Guevara
El atentado al semanario humorístico Charlie Hebdo hoy en País, Francia, es lo más parecido que hay a una locura colectiva.
Claro que no es más locura que la que encarna un batallón entrando a una población de Irak o Afganistán a liquidar a todo ser viviente sin contemplación, para luego apodar a los cadáveres como “daños colaterales”, es cierto que es más llamativamente cruel, a efectos de nuestras costumbres, de nuestras vidas ya no tan cómodas como nos gustaría creer, pero aún muy lejos de los ajetreos u objetivos socio económicos, de las diezmadas poblaciones de aquellos pobres países desangrados, primero, por sus propios dirigentes religiosos, sus extremismos, su particular interpretación del progreso del alma, y luego, por si fuese poco, el añadido de nuestras bombas y bayonetas.
Para el mundo, París representa lo lindo, está emparentado con la belleza, con el charme, con el glamour; hay que caminar mucho por esa ciudad para que, quienes no somos naturales de allí, encontremos algo objetiva e intrínsecamente feo, algo que antes de salir de la línea de producción no hubiese pasado el “departamento de buen gusto” .
Que corra la sangre derramada por balazos sobre los adoquines de París es algo tan bestial como que ocurra en Bagdad, pero parece aún más incomprensible, más cruel, más violento, más irreverente. El embrujo y la historia de esa ciudad nos lo presenta como algo límite, como un sacrilegio frente al cual hasta Hitler, aunque tardíamente y sin chirriar las ruedas, pisó el freno de las masacres indiscriminadas en la ciudad más bella del mundo.
Los asesinos subieron a la redacción de la revista señalando expresamente al director y dibujante Charb, a los viñetistas Cabu, Tignous y Wolinski, y el economista y accionista de la revista Bernard Maris, y los masacraron a disparos de AK 47, junto a cinco personas más y dos policías que mataron al salir. Las imágenes de los dos asesinos rematando al guardia en el suelo cuando hacía señas pidiendo auxilio, no van a ayudar precisamente a la más que necesaria mejoría de las relaciones entre culturas, una vez más se aprovecharán esos a los que poco les importa la vidas, ni la de ese guardia, ni la de los caricaturistas, ni la de los periodistas, ni la de nadie, sino sólo su negocio de odio y sangre.
No permitamos ahora que alguien saque tajada de este crimen.
No permitamos que les pongan nacionalidad, raza, credo, filosofía, idioma, a este crimen. Esto ha sido un atentado contra la libertad de expresión, contra la libertad, contra la amalgama de culturas.
Con firmeza y convicción, digamos sí al amor, a la paz, a la concordia, sí a la democracia, que por más imperfecciones que tenga es pacifista, humanista, cívica y progresista. Sí al humor.
Y rotundamente, no a la violencia, no a la guerra, no al asesinato, no al totalitarismo, no al odio.
Aujourd’hui je suis Charlie Hebdo.