Por: Mundo Asís
Martínez, socio de Magnetto en Cablevisión, compra las acciones de Telecom Italia. ¿Acercamiento entre el Gobierno y Clarín?
escribe Oberdán Rocamora
David Martínez Guzmán es el poderoso inversor mexicano de Monterrey. Oscila cotidianamente entre sus pisos de Nueva York y Londres. 56 años.
Suele molestarle, según nuestras fuentes, que los tilingos lo llamen “deivid”. Prefiere que lo llamen David.
Como si celebrara su propia proeza. Desde la humildad social del origen, hasta convertirse en el equivalente de otro mexicano emblemático. Carlos Slim, el paisano más rico del mundo.
Con la astucia de su mirada penetrante, y con cierto sospechoso movimiento de los labios que remiten a la sugerencia, David Martínez Guzmán inquieta a sus interlocutores.
Los cautiva. Una de dos: David genera invariable admiración o instintivo rechazo de piel.
Es el titular de Fintech Advisory. El Fondo de inversión mucho mejor diseñado que The Old Fund.
Con Fintech, David se propone invertir miserables 960 millones de dólares. A los efectos de quedarse con las acciones argentinas de Telecom Italia.
Conste que son demasiados millones que les sirven, a los italianos próximos a la bancarrota, para respirar un poco. Ya que se ubican en la cercanía del descenso. Tienen una deuda de treinta mil millones de dólares.
El Buitre amigo de la casa
“Martínez es una luz. En una negociación te da vuelta. Se dedicó a juntarles las cabezas a todos”, confirma la Garganta. “Y todos quedaron contentos”.
Para algarabía lícita, en principio, de Los W.
Son los Werthein. Trátase del grupo argentino que supiera vertebrar don Noel, junto al entrañable “Julio”.
Los W mantienen con Martínez, según nuestras fuentes, una relación racional. Casi cordial. Aunque persistan tantos mangos en el juego.
“Con David, Los W se van a entender bien”, confirma la Garganta. Y atenúa: “Al menos transitoriamente”.
Pero también brota la algarabía de los declinantes italianos. Ya más despejados. Sincerados frente al espejo, después de la salida de don Franco Bernabé.
Aunque los italianos de Telecom pierdan el atractivo intenso de la presencia internacional, se liberan de la Argentina. De su cultura reprochable. La que ayudaron históricamente a generar.
Aunque sus exponentes no lo reconozcan, el cambio de los italianos por Martínez es beneficioso, también, para el Gobierno cristinista.
Ocurre que David, el juntador de cabezas, es considerado, según nuestras fuentes, como un buitre bueno.
Un buitre vegetariano. Amigo de la casa. El buitre que ayuda, con su interesada solidaridad, a destrabar el dilema de los llamados hold-outs.
Los tenedores de bonos controlados por los buitres malos. Una manga de cretinos insensibles que quieren, para colmo, cobrar.
Aunque aún deba cumplir los trámites de la aceptación, Martínez ya puede mover los labios en inquietante señal de logro cumplido. La Comisión de Defensa de la Competencia no va a presentar ninguna traba. Tampoco la Secretaría de Comunicaciones.
Y aquella irritante doctora Alejandra Gils Carbó, la que hostigó con severidad la venta de Cablevisión -cuando Martínez decidía asociarse con Clarín- hoy también está plácidamente neutralizada. Es también propia tropa. Con la docilidad del silencio, va a acompañar el negocio. La juntada de cabezas que conviene. Por patriótica unanimidad.
La novela de Telecom
El conflicto por aquellas acciones mereció la oportuna miniserie del portal.
De cuando participaron players magistrales. Por ejemplo el hoy convaleciente Raúl Moneta. O Eduardo Elztain, el inversor que pone donde los cristinistas le pidan. O el narrador Matías Garfunkel-Madanes, socio de Szpolsky en cien publicaciones cristinistas que viven de pautas. O el consagrado polista Ernesto Gutiérrez. Pero también el Corcho Rodríguez, un punta de los Román, el “propaganda due” Gian Franco Elía Valori, el invalorable senador Cacho Caselli, o el señor Sergí y su yernito. Brindan material para un film extraordinariamente divertido sobre el empresariado nacional.
Pero sobre todo la novela de Telecom representó también el trasfondo de la Guerra-Divorcio.
Entre Néstor Kirchner, El Furia, o sea el Gobierno-Estado, y Héctor Magnetto, o sea el Grupo Clarín.
Cuando a El Furia lo movilizaba precisamente la idea de evitar que esas acciones -tan jugosamente literarias- fueran a parar hacia los dominios del Grupo, que ya no era amigo.
“Todavía Magnetto no tenía abrochada con Kirchner la fusión Cablevisión-Multicanal y ya iba por las acciones de Telecom”, confirma la Garganta.
Lo interesante del cuento es que Martínez es el socio de Clarín-Magnetto en Cablevisión.
Es también (David) quien no vaciló en desmarcarse de Magnetto, en la primera de cambio. Para adherir inmediatamente al descuartizamiento programado que supo estimular el cristinismo. A través de la Ley de Medios que promovió, apenas, para despedazar a Clarín.
Trasciende que David supo mover la intriga de sus labios cuando le llevó a Sabbattella, El Psicobolche, su disciplinada desinversión.
Martínez, hombre de Martínez
“Pero no te confundas, Rocamora. Martínez es sólo hombre de Martínez. No juega ni para el Gobierno ni para Clarín. Lo primero, siempre, son sus intereses”.
Los que se suponían informados, creían que Martínez era el instrumento clave. Al que recurría el gobierno para debilitar a Magnetto. Hasta doblegarlo.
Para los avezados, los que suelen adelantarse en la interpretación, Martínez actuaba en ostensible sintonía con Magnetto, el ajedrecista que disputaba tres partidas simultáneas.
Al contrario -siempre para los avezados- David emerge como el verdadero canal que facilita, en la práctica, el entendimiento entre los dos contendientes. El cristinismo y Clarín.
Los enemigos que mantienen de rehén, desde hace cinco años, a la sociedad. También, claro, a la impotente política.
Cambió tanto el aire que hoy, cualquier bien intencionado, expresa con punzante alegría:
“Avanza el arreglo entre el Gobierno y Clarín. Ya negocian directamente”.
Zannini (un buen interlocutor de David, aunque le diga “deivid”), por el Gobierno.
Pablito, el sobrino de Magnetto, por el Grupo.
Aunque las negociaciones entre Zannini y Pablito sean, según nuestras fuentes, inexistentes. Imaginarias.
Lo importante es que del acercamiento se habla. El acuerdo avanza por los costados, como si fuera una expresión de la voluntad.
Un triunfo inicial, acaso, del lenguaje. Y de David, el Gran Juntador de Cabezas.
Oberdán Rocamora