Por: Muriel Balbi
En estos días, el mundo recibió dos noticias que pueden leerse como un significativo revés en materia de derechos de gays y lesbianas. Una de ellas provino desde la India, donde el Tribunal Supremo decidió no ratificar una orden del Tribunal de Delhi de 2009 que ordenaba despenalizar la homosexualidad al eliminar la sección 337 del código penal redactado en 1860 y que prevé penas de hasta 10 años de cárcel a quienes practiquen sexo “en contra del orden natural”. Una ley poco administrada en el ámbito judicial pero muy utilizada por la policía en las calles como forma de extorsión y acoso contra la comunidad gay. La disposición del Supremo fue entendida como “un decepcionante revés para la dignidad humana y los derechos básicos de la privacidad y no discriminación”, según el comunicado emitido por Meenaski Ganguly, directora para el sur de Asia de Human Rights Watch.
La otra noticia tuvo como epicentro un país del primer mundo y con costumbres occidentales: Australia. Allí, también el máximo órgano de la justicia, tildó de “inconstitucionales” los matrimonios entre personas del mismo sexo, que habían sido autorizados en la capital, por entender que van en contra de lo dispuesto por la ley nacional en la Constitución.
¿Cuál es el estado actual de los derechos de los homosexuales en el mundo?
La situación es muy dispar. Europa continúa siendo la región más abierta y tolerante. En término de naciones, hay que reconocerle a la Argentina estar a la cabeza, a escala mundial, de estados con una legislación que respeta y reconoce los derechos de las minorías sexuales. A saber, es uno de los 10 países (junto a Holanda, Bélgica, España, Canadá, Sudáfrica, Noruega, Suecia, Portugal e Islandia) que reconoce el matrimonio entre personas del mismo sexo y uno de los 12 que permite la adopción de niños en igualdad de condiciones que el resto de las parejas.
Pero Argentina no sólo es un país “de avanzada” en su legislación -en una región donde todavía hay 10 países del Caribe que consideran ilegal la homosexualidad- también lo es a nivel cultural, lo que ha convertido a Buenos Aires en una ciudad “gay friendly” de reconocimiento internacional y donde, afortunadamente, no se ven los actos de violencia y discriminación por orientación sexual de la que dan cuenta los diarios del resto de los países de América Latina, como Chile o México.
En tanto, en el último documento de radiografía sobre la situación de la homosexualidad en el mundo descripto en el “Informe sobre Homofobia Patrocinada por el Estado” elaborado por la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexuales, se alerta sobre la existencia de 78 países en donde la homosexualidad continúa siendo ilegal y donde la homofobia es patrocinada y ejercida desde el propio Estado. El punto extremo está representado por aquellos siete lugares en el mundo en donde, en pleno siglo XXI, aún se castiga a la homosexualidad con la pena de muerte, como ocurre en Irán, Arabia Saudí, Yemen, Mauritania, Sudán, norte de Nigeria y sur de Somalía.
Otros países son menos extremistas, aunque no por eso sutiles, como Rusia, cuya Duma acaba de aprobar, casi por unanimidad, una ley que permite sancionar a aquellos que den información sobre “relaciones sexuales no tradicionales”, que “las presenten como atractivas” o que “provoquen el interés por esas relaciones”; también a aquellos que se dediquen a difundir “la idea tergiversada de que las relaciones sexuales tradicionales y no tradicionales tienen el mismo valor social”, con multas que distinguen entre sujetos físicos, “personas con cargos” o entidades jurídicas.
Que aún existan estos ejemplos en donde es el propio estado el que genera, promueve y apoya conductas homofóbicas, muestra que la lucha por la igualdad, el respeto y la tolerancia de las minorías sexuales en el mundo, es una guerra en la que aún falta dar muchas batallas.