Por: Muriel Balbi
Así como desde los Estados y desde los organismos internacionales se buscan nuevas estrategias para luchar contra el crimen organizado, del mismo modo, éste se transforma, se reajusta y experimenta todas las metamorfosis necesarias para seguir siendo inasible, escurridizo y poderoso. La idea es estar siempre un paso más delante del perseguidor y lo dramático es que casi siempre lo logra.
Los carteles modifican su estructura y se adaptan, una y otra vez, a los tiempos que corren. Atrás quedaron las organizaciones piramidales típicas del cartel de Cali o del cartel de Medellín que arrojaron a la Historia grandes leyendas del crimen como Pablo Escobar o los hermanos Orejuela. Como señala Fabián Calle, “hoy Colombia cuenta con dos centenares de ‘carteles chicos’ de más bajo perfil que los que operaban antes de los 90”. Son los que se distribuyen ahora el negocio, tras la nueva realidad post Plan Colombia.
En México los grandes carteles, de estructura más profesionalizada y empresarial, se convirtieron en verdaderos holdings que aprovechan su economía de escala para llevar adelante una gran cantidad de negocios legales e ilegales. El manejo de enormes volúmenes de dinero, de influencias, zonas liberadas, rutas, armas, soldados, etc., aportan la estructura para la explotación de otros negocios tan rentables, o más, que la venta de sustancias prohibidas. Es por ello que, hoy por hoy, los ingresos más importantes ya no les vienen de las drogas. Los dos carteles más fuertes de México se convirtieron en verdaderas empresas internacionales con “portfolios” en distintas ramas de la economía. Manejan un menú de negocios criminales, como en el caso de Los Zetas, o explotan una combinación de actividades ilegales con legales, tal como lo hacen Los Caballeros Templarios. Estos últimos controlan ya casi todos los aspectos de la vida económica de Michoacán, desde la agricultura, la gastronomía y hotelería, la venta de indumentaria, equipos de fútbol, empresas de seguridad privada, bienes raíces, venta de autos usados, disqueras, tiendas de electrodomésticos, secuestro, extorsión, piratería. Sin embargo, el narcotráfico (con la importación de heroína desde Asia o el uso de las rutas de África, que los ponen en relaciones con grupos terroristas islámicos), la producción y venta de anfetaminas, o la importación y cocción de cocaína para exportar a EE.UU, entre otros comercios ilícitos, ya no son la principal fuente de ingresos de Los Caballeros Templarios. Su estructura criminal, con rutas, aduanas abiertas, voluntades compradas y un fuerte poder de presión y extorsión, les han permitido hacerse del negocio de la exportación de hierro de la minería ilegal con destino a China, más lucrativa aún que la venta de sustancias prohibidas.
Lo mismo ocurre con Los Zetas. Estos ex agentes de fuerzas de élite, que recibieron entrenamientos especiales en EE.UU y Francia para luchar contra la insurgencia en Chiapas, vieron luego el verdadero negocio en el crimen. Se caracterizan por su enorme crueldad y violencia (son quienes introdujeron la decapitación en México). Ahora los Zetas manejan un abanico de actividades ilegales como el secuestro, la inmigración ilegal a EE.UU, el cobro de cuotas al resto de los sectores productivos, a políticos y a otros grupos criminales más pequeños, la venta de armas, la trata de personas, el contrabando, administración de giros en negro, ventas de productos en las cárceles, ventas de autos robados, peajes para transitar, etcétera. Tampoco para ellos el grueso de los billetes proviene de las drogas sino de la venta de hidrocarburos extraídos ilegalmente.
También en Italia la Mafia ramifica sus negocios en la industria de la moda, los talleres clandestinos, el enterramiento ilegal de basura tóxica y, muy fuertemente, en empresas constructoras de obra pública que ganan licitaciones en las que quintuplican o sextuplican el precio de los materiales.
¿Qué ocurre en la Argentina? Para Laura Etcharren, una de las personas que más sabe sobre este tema en nuestro país, aquí operan grupos de narcotraficantes, como el “cartel en formación” que son “Los Monos” en Rosario. También puede advertirse la presencia de pequeñas células de los Zetas y del cartel de Sinaloa, especialmente en las provincias de Salta y Jujuy. “En 2009 teníamos un estado embrionario del crimen organizado, pero entre 2011 y 2014 se consagra con una fuerte conformación de bandas locales fusionadas con células importadas”. Para explicar cómo estamos y hacia dónde vamos, Etcharren grafica: “México comenzó como la Argentina. Lo que pasa aquí es lo que ocurría allá en los años ’50. Un dato a observar es la cantidad de femicidios, que en la Argentina es cada vez mayor. Las mujeres, en especial aquellas en mayor estado de vulnerabilidad, terminan siendo las víctimas del círculo ‘droga-dinero-prostitución’”.
Lo que observamos en México, Centroamérica e Italia, también se ve en nuestro país. Invitado por el gobierno de Santa Fe, Edgardo Buscaglia, experto en lavado de dinero, investigador de la universidad de Columbia y presidente del Instituto de Acción Ciudadana de México, aseguró que “la economía formal está infiltrada de grupos criminales, sin dudas; no hay un solo caso en el planeta donde no suceda”. Como bien alerta este especialista, sería imposible la presencia criminal que vemos hoy en Santa fe, si no se valieran de los más de diez puertos establecidos allí: “Hay una enorme infiltración de grupos criminales sobre los puertos privados que operan en Santa Fe, y no veo que al gobierno federal, con jurisdicción allí, actúe con el gobierno provincial. No han reaccionado”. Esto denota, además, hasta dónde se han colado las mafias y cuáles son las redes de complicidad que las sostienen, ya que como explica Buscaglia “generalmente, las estructuras de un Estado han sido infiltradas por grupos criminales cuando sus gobiernos están paralizados años tras años sin tomar medidas. Y ahí cabe evaluar cómo se financian las campañas electorales, qué hacen los empresarios vinculados al poder político”.
Así, el crimen organizado en nuestro país, no se limita al tránsito, importación, exportación y venta de sustancias prohibidas, sino que su veneno se esparce de un modo más complejo y profundo en todo el tejido social, a la vez que saca provecho de la marginalidad, la pobreza y la adicción. También para Etcharren, “cuando hablamos del fenómeno del narcotráfico no tenemos que pensar sólo en materia de sustancia, sino en el dinero”. En los trabajos que esta socióloga publica en su en su blog, da cuenta de la presencia de dinero del narcotráfico en el negocio del fútbol, en la estructura hotelera de la Patagonia, en la corrupción de las fuerzas policiales y de la política, en el tráfico de seres humanos, incluso en organizaciones solidarias que lucran con la marginalidad y que son, muchas veces, un centro de lavado de dinero negro. “Así como la seguridad es una industria, también la inseguridad es una esfera que genera muchísimo renta” y advierte sobre un dato escalofriante de nula presencia mediática: el reclutamiento de niños soldados de entre 10 y 16 años en el norte de nuestro país que son adiestrados por los Zetas para luego ser vendidos a bandas de la Provincia de Buenos Aires y Rosario o para ser “exportados” a través de las descontroladas fronteras argentinas.
Pareciera que aún no logramos advertir la dimensión y la gravedad que tiene este tema en nuestro país. Porque los males, que muchas veces se cruzan frente a nuestros ojos día a día, se interrelaciones entre sí y se retroalimentan en una bola de nieve que está en crecimiento y que no estamos en camino a detener. ¿Qué pasa con la UIF? ¿Por qué no tenemos condenas por lavado de dinero? ¿Por qué no se investiga el dinero de la corrupción política? ¿Por qué la Argentina aparece implicada en operaciones sospechosas reportadas, tanto desde los EE.UU como desde Europa?. ¿Qué pasa con las fronteras y los sistemas aduaneros? ¿Qué clase de policía tenemos? ¿A dónde están las miles de mujeres y niñas que desaparecen año tras año?
Concluye Buscaglia: “Si no hay instancia de investigación patrimonial, no habrá disminución de delitos económicos. El gobierno federal debería partir de la hipótesis de que los puertos sujetos a concesiones privadas en Santa Fe han sido infiltrados por organizaciones criminales. De esto no se habla y diría que ya mismo debieran trabajar ambos gobiernos en coordinación operativa.” Lo realmente triste es que, como señala este experto, “la delincuencia organizada es una máquina succionadora de vidas humanas” y si no queremos que a nuestros hijos y nietos se los traguen el crimen y la corrupción, debemos reclamar acciones urgentes”.