¡Son los superávits gemelos, estúpido!

Pablo Das Neves

La Argentina parece haber alcanzado cierto respiro cambiario después que, durante varias semanas, la cotización del dólar dejo de ser tema usual de conversación entre la gente. La estabilidad del precio de la divisa norteamericana en torno a los 8 pesos brindó un margen de tranquilidad en un frente que el gobierno no había logrado cerrar. Para ello, el equipo económico recurrió al viejo manual de la ortodoxia. Vale detenerse aquí y señalar una vieja máxima, la cual señala que en materia económica las autoridades de un gobierno pueden evitar todo menos las consecuencias de sus actos. Si bien el término “ajuste” conlleva un sentido peyorativo, la administración Kirchner se vio obligado a recurrir a una serie de medidas que -más allá de la retórica anti ajuste- reflejan el ABC de la regulación de la economía moderna.

Así, el gobierno realizo un salto devaluatorio de la cotización oficial para relajar las presiones de un mercado cada vez más ávido del billete verde. De igual manera, a los fines de tentar a los pequeños inversores que aún tenían recursos disponibles, las entidades financieras mejoraron la tasa para las colocaciones a plazo fijo, intentando así seducir los recursos que tradicionalmente se volcaban al denominado “dólar ahorro”, quitando así presión sobre la divisa. Vale aclarar que en un contexto inflacionario como el presente, la tasa efectiva de dichas colocaciones sigue siendo negativa.

También el Banco Central hizo su parte. Mediante políticas contractivas, realizo sucesivas licitaciones de títulos -LEBAC y NOBAC- que “secaron” la plaza de pesos que podían destinarse a la compra de dólares. Complementariamente a estas medidas, aplicando una política de “rascar el fondo de la olla” en búsqueda de dólares a través de la Comunicación “A” 5536 de principios de febrero, el BCRA obligó a las entidades financieras a no tener más del 30% de sus tenencias en moneda extranjera. De esta manera, las entidades financieras se vieron obligadas a volcar al mercado una importante cantidad de dólares que contribuyo a calmar la demanda.

Es de esperar también que en los próximos meses se produzca la liquidación de las exportaciones de commodities -principalmente soja- que retiren aún más la presión sobre el dólar y, así, si las condiciones del mercado lo permiten, pueda recuperarse en parte el nivel de reservas del Banco Central. Todas estas medidas que ha tomado el gobierno han sido acertadas. Como era predecible, la distracción sobre el precio de la divisa americana fue utilizada como argumento en favor de la economía por parte de los comunicadores del gobierno.

¿Todo esto significa que la economía argentina tomo la senda del crecimiento y estabilidad? Claramente no. En el 2003, con la continuidad del equipo económico que había afrontado la crisis politico-economica del 2001, el kirchnerismo fijo las dos grandes guías de su programa económico: 1) superávits gemelos (fiscal y de comercio exterior); y 2) tipo de cambio flotante y competitivo. Así, la economía argentina aprovechó el extraordinario momento de los precios de los commodities para establecer el crecimiento de la actividad económica, manteniendo a la vez el control sobre las cuentas fiscales. Lamentablemente, esas pautas de correcta política económica fueron dejadas de lado a partir del 2008, y se profundizó en el error durante el último tiempo.

Durante el 2013 el sector fiscal profundizó el deterioro que sufría en los últimos años. El gasto primario mostro un aumento del 33,5% medido en términos interanuales, evidenciando una aceleración del mismo si se lo compara con el aumento del 29% del año 2012. Como contrapartida los ingresos genuinos aumentaron solo un 27% en términos interanuales, forzando al gobierno a recurrir a los recursos del BCRA y el FGS de la ANSES para maquillar el resultado primario. De todas maneras, el resultado primario neto pasó de un déficit de $ -32.244 Millones en el 2012 a un déficit de $ -76.840 Millones en el 2013.

Por el lado del sector externo la situación no es crítica como el sector fiscal, pero sí debe prestarse atención a los resultados del período 2013. El año pasado hubo un importante incremento de las importaciones que fue mayor al de las exportaciones. Mientras que las exportaciones totalizaron U$S 83.026 Millones, las importaciones fueron de U$S 74.003 Millones, de forma que el superávit de la balanza comercial fue de U$S 9.023 Millones. Si bien se mantiene en terreno positivo el resultado del sector externo, no menos cierto es que dicho superávit es el menor de los últimos 10 años.

El objetivo de alcanzar y mantener superávits gemelos no solo son pautas de una administración económica sustentable, sino que también representan la prudencia del buen gobernante. Si la actual administración regresa a estos principios económicos podrá dejarle a la próxima un Estado económicamente ordenado, lo cual -a la vista del contexto actual- no es poco. Es conocida la anécdota donde en la campaña de Bill Clinton a la presidencia, frente a las dificultades económicas que atravesaba Estados Unidos, su asesor estrella James Carville señaló: “Es la economía, estúpido!”. De esta manera Carville le indicaba que debía enfocarse en los problemas económicos de la gente. Algún asesor debería reformular dicha premisa y comunicársela –sin el insulto, por supuesto- a las autoridades económicas argentinas.