La política argentina está sumergida, como es lógico, en la carrera final por la definición del próximo presidente. Por varias razones, gane quien gane, 2016 se perfila como un año conflictivo.
Conviene comenzar con un primer y decisivo factor que condicionará al futuro Gobierno: la economía. Diversas proyecciones del mercado indican que la economía argentina seguirá estancada en 2016. A eso hay que sumar la pesada herencia que dejarán los 12 años de kirchnerismo, con acuciantes temas a resolver. Entre otros: ¿Cómo bajar la elevada inflación? ¿Cómo liberar el cepo cambiario? ¿Cómo disminuir la descomunal masa de subsidios y el ritmo descontrolado de gasto público? ¿Cómo conseguir nuevas fuentes de financiamiento internacional?
Todas decisiones difíciles e impostergables, muchas de las cuales tendrán altos costos en términos políticos y sociales. El sombrío panorama en Brasil y China, los principales socios comerciales de la Argentina, agrega más incertidumbre al escenario.
Un segundo factor, estrechamente ligado a la situación económica, es cómo se reconfigurará el mapa sindical con el nuevo Gobierno. Hay sectores de la Confederación General del Trabajo (CGT) “oficialista” que preside Antonio Caló, partidarios de una reunificación con la CGT “opositora” de Hugo Moyano. El objetivo de los unionistas, por ahora minoritarios, es potenciar el poder de presión y negociación de sus sindicatos frente al complejo panorama que se avecina.
Reunificada o dividida, las tensiones con el sindicalismo van ser uno de los temas de agenda para el próximo Gobierno. Sobre todo en el caso de un no peronista como Mauricio Macri ocupando la Presidencia. Quizás lo positivo en este sentido es que los líderes sindicales descuentan que cualquiera de los presidenciables los tratará mejor que Cristina Kirchner.
Pero de ahí a que el próximo presidente logre amalgamar y alinear el complejo entramado de sectores sindicales en un contexto económico desfavorable, suena utópico. Más teniendo en cuenta la profunda crisis del modelo sindical vigente, cuestionado desde sus bases por ascendentes facciones combativas de izquierda.
¿Qué pasará con las organizaciones sociales? Sin dudas, será otro frente de tensiones, si es que el próximo Gobierno se propone abordar el problema. El kirchnerismo cooptó a muchas organizaciones y fomentó la creación de otras, dando lugar a verdaderos Estados paralelos, como el que comanda Milagro Sala en Jujuy y Salta.
Los grupos de vecinos autoconvocados son otro foco de conflicto en ascenso. Cada vez son más los ciudadanos comunes que salen a la calle espontáneamente a protestar ante un Estado cada vez más ineficiente para proveer servicios básicos como seguridad, electricidad y viviendas.
Según datos de Diagnóstico Político, en 2014 los vecinos fueron el segundo actor social que más piquetes realizó, detrás de los trabajadores estatales. Y en lo que va de 2015 se mantienen en el primer lugar. Sin dudas, rehabilitar esas funciones esenciales del Estado será otro de los desafíos ineludibles del próximo Gobierno.
Por último, pero no menos importante, el frente político. Quienquiera sea el próximo presidente, se avecina una dura interna por el liderazgo del peronismo. Toda vez que esto sucedió a lo largo de la historia, la Argentina transitó períodos de inestabilidad y turbulencias.
Si es electo Daniel Scioli, es muy probable que deba batallar para doblegar al núcleo duro del kirchnerismo, que seguirá reivindicando la jefatura de Cristina Kirchner. Si gana Macri, Sergio Massa podría lanzarse de lleno a la disputa de ese liderazgo, también contra los sectores kirchneristas. Y en el menos probable escenario de Massa presidente, se descuenta que el kirchnerismo residual adoptará una furibunda oposición contra Massa.
En definitiva, 2016 no será un año sencillo para el próximo presidente. Habrá que lidiar con un escenario económico complejo, plagado de tensiones políticas y sociales.