La Asamblea Popular Nacional, máximo órgano legislativo de China, ratificó recientemente el 13° plan quinquenal, instrumento rector de la economía china para el período 2016-2020. Uno de los cinco pilares del nuevo plan es el “desarrollo verde”, lo que implica transformar la matriz energética china, dependiente en más del 80% de los combustibles fósiles (sobre todo carbón), hacia un sistema basado en fuentes de energía renovable.
Ante los graves problemas ambientales que ha implicado la dependencia de los combustibles fósiles para China, responsable del 26% de las emisiones mundiales de CO2, el sistema de producción de energía se está haciendo ecológico mucho más rápido que en cualquier otro país del mundo.
El gigante asiático concentró en 2015 el 33% de la inversión mundial de energías limpias. En ese sentido, la cantidad de electricidad generada en China a través de combustibles fósiles viene disminuyendo progresivamente desde 2014. Las energías eólica, hidráulica y solar ya representan el 31% de la capacidad total de generación de electricidad de China (21% más respecto de 2007).
Pero más allá del sorprendente ritmo del proceso de reconversión de la matriz energética, China ha comenzado a perfilar un protagonismo mundial creciente en materia de lucha contra el cambio climático, lugar que hasta ahora venía ocupando, casi de manera excluyente, el presidente estadounidense Barack Obama.
China fue un actor clave en la firma del histórico acuerdo climático alcanzado en diciembre en París (COP 21), recientemente refrendado por 171 países en la ONU. El pasado 22 de abril el presidente chino Xi Jinping suscribió dicho pacto de manera anticipada junto a Obama, en un gesto político que tuvo como finalidad dar el ejemplo a otros países y acelerar su entrada en vigor.
Casi en simultáneo se conformaba en Beijing una alianza que tiene por objetivo impulsar el desarrollo verde en China, con la participación de varias instituciones de investigación, compañías y analistas. Una de sus metas es construir una plataforma de servicio público para promover el desarrollo integrado entre centros de investigación, profesionales e instituciones de financiamiento.
En esa misma línea, el Banco Central Chino viene emitiendo desde 2015 bonos verdes, que permiten a instituciones financieras recaudar fondos para proyectos ecológicos. Estos bonos han ampliado los canales de financiamiento para proyectos de energía limpia y protección del medioambiente.
Respecto a la calidad del aire, que en Beijing y en otras grandes urbes del noreste chino ha sufrido un gravísimo deterioro, el plan quinquenal prevé una reducción del consumo de energía y de las emisiones de CO2 por unidad de PBI, en 15% y 18%, respectivamente, de aquí a cinco años, respecto a los niveles de 2015.
China también se comprometió a incrementar hasta alrededor del 20% el uso de combustibles de fuentes no fósiles en el consumo de energía primaria y a alcanzar su nivel máximo de emisiones de CO2 para 2030.
Por otra parte, si bien no es considerada una energía limpia por los residuos que genera, la energía nuclear también ocupa un lugar importante en el proceso de reconversión energético chino. Actualmente, esta fuente de energía representa un 2% de la electricidad generada, con una capacidad que se proyecta expandir en el próximo quinquenio de unos 29 a 58 gigavatios mediante la construcción de 24 nuevas centrales.
Debido a su enorme costo económico, los objetivos del desarrollo verde se presentan como muy ambiciosos. Sobre todo cuando la economía china ha ingresado en una etapa denominada de nueva normalidad, con turbulencias financieras, creciente endeudamiento y metas de crecimiento mucho más modestas que las cifras espectaculares superiores al 10% anual de la década pasada.
No obstante, los extraordinarios progresos exhibidos en los últimos años y el rol protagónico que parece aspirar a ocupar China en el escenario global respecto a la lucha contra el cambio climático podrían rápidamente posicionar a la segunda economía mundial como nuevo motor verde del planeta. Algo que por su incidencia no sólo sería beneficioso para los chinos, sino también para el resto del mundo.