El impacto de la crisis brasileña en Argentina y el Mercosur

Patricio Giusto

Brasil, el principal país del Mercosur y de la región, atraviesa una de las peores crisis políticas y económicas de su historia, con caída de 3,8% del PBI en 2015 y una proyección similar para 2016. Sería la primera vez desde la crisis de 1929-1930 que Brasil enfrenta dos años consecutivos de recesión.

A la compleja situación económica se sumó el estallido del megaescándalo de corrupción derivado de las causas Lava Jato y Petrolão, que involucran directamente a los principales políticos y empresarios del país. Algunos de ellos ya están tras las rejas, luego de la rápida acción judicial posterior a las confesiones de los arrepentidos.

Por estas horas, la única duda es cuánto tiempo más puede aguantar en el cargo la presidente Dilma Rousseff, después de la ruptura con su principal aliado político, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB). Por otra parte, tanto ella como su antecesor, Lula da Silva, están involucrados en causas de corrupción y podrían terminar en la cárcel.

Pese a la euforia de los mercados cada vez que se produce una mala noticia para el oficialismo, lo cierto es que la salida de Dilma inevitablemente será un hecho traumático con consecuencias políticas impredecibles.

Probablemente, en el corto plazo lo que se produzca sea una profundización de la crisis, con el tan temido fantasma de la violencia y el estallido social acechando en las calles. Y para peor, a escasos meses de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.

En ningún otro lugar de América Latina la crisis brasileña impacta tanto como en Argentina. Brasil es el primer mercado para nuestras exportaciones, que desde el inicio de la recesión brasileña cayeron cerca de un cincuenta por ciento.

Al mismo tiempo, la devaluación del real incrementa la presión sobre el peso argentino, que ya por la propia coyuntura económica interna está retrasado, presionado por la alta inflación. Es decir, no hay forma de que la debacle brasileña no genere un fuerte cimbronazo en la economía argentina.

Lamentablemente para Mauricio Macri, la crisis de Brasil ocurre cuando la Argentina acaba de iniciar un nuevo ciclo político, tras 12 años de Gobiernos kirchneristas que dejaron una pesada herencia económica, social e institucional.

Pese a la difícil situación heredada, el balance de los primeros cien días de Mauricio Macri es positivo, con grandes logros políticos y económicos, tales como los rápidos acuerdos con el peronismo, la salida del cepo cambiario y la inminente resolución del conflicto con los holdouts. Todo ello en el marco de una nueva e inteligente estrategia de reinserción de la Argentina en el mundo.

La imagen positiva de Macri y su gestión se mantiene en torno al 60% y el 70% de aprobación, según diferentes encuestas. Pero sobre todo hay una enorme expectativa a nivel internacional por el cambio político en Argentina. La histórica visita de Barack Obama a nuestro país es la prueba más contundente de ello.

El Presidente de los Estados Unidos y las principales potencias de Occidente se ilusionan con que Macri no sea un caso aislado y represente tan sólo el inicio de un nuevo ciclo político en la región, más aperturista en materia de comercio, inversiones y cooperación.

Asimismo, es probable que la grave situación de Brasil posibilite que Macri se erija coyunturalmente como un liderazgo regional alternativo. Aunque está claro: no por el peso político y económico de Argentina, que seguirá siendo muy inferior al de Brasil.

Estas situaciones y perspectivas tan dispares entre Brasil y Argentina seguramente tendrán impacto hacia el interior del Mercosur, bloque que acaba de cumplir 25 años de vida con muy poco para celebrar en materia de integración y acuerdos extrazona.

Para colmo, a la crisis brasileña se suma la caótica situación en Venezuela, país cuya inclusión en el Mercosur sólo se explica por la deriva populista que asoló a la región en la última década. Por lo tanto, es muy difícil imaginar en este contexto posibles avances en el bloque, en el corto plazo. Lo más probable será la prolongación del estancamiento.

Respecto a los dos socios fundacionales menores e históricamente relegados, Uruguay y Paraguay, su actualidad y sus perspectivas son mucho más favorables. Además, sus respectivos presidentes han entablado una buena relación y hay mucha afinidad ideológica con Macri. Por ese lado podría darse un hipotético reacomodamiento hacia un Mercosur más activo y más abierto, bajo el liderazgo de la Argentina. Pero lo que es seguro, eso sólo será posible con un Brasil estabilizado o en vías de lograrlo.