Por: Sergio Abrevaya
Dijimos en este mismo espacio hace un par de semanas que había una diferencia sustancial entre el concepto de crecimiento y el de desarrollo. Hemos crecido a tasas chinas durante varios años pero no hemos cambiado la matriz de la pobreza, ni aumentado la capacidad productiva instalada.
También mencionábamos que una de las condiciones del desarrollo de nuestro país era la institucionalización del diálogo, para salir de una cultura en la cual la confrontación es el hábito y no la excepcionalidad. Observábamos que el debate de ideas y el intercambio de opiniones de todo el arco social, económico y político en forma institucionalizada podrían oxigenar nuestro futuro como país.
Otro concepto, el de progreso social, nos permite evaluar los aspectos humanos y sociales del desarrollo, evitando su simplificación a lo meramente económico. Precisamente, en la última década se ha ampliado la brecha educativa entre colegios estatales para pobres y muchos de los colegios privados para pudientes. Es una referencia mensurable e indicativa de un retroceso en materia de desarrollo humano y en la construcción de una sociedad integrada.
En relación a la problemática educativa, y en particular a la enseñanza media, el D-Bate Secundaria 2020 convocado por el Consejo Económico y Social de la Ciudad de Buenos Aires, organismo que presido, llevó adelante un amplio proceso de debates, consultas y reflexiones que contó con unos 3000 participantes, entre ellos los más destacados pedagogos, intelectuales, docentes, estudiantes y representantes del mundo sindical, empresarial, religioso, político y académico, entre otros. Su informe final llamado “19 PILARES de la SECUNDARIA 2020” es el resultado esperable de un debate institucionalizado genuino, que respeta la pluralidad y se sostiene en la voluntad de escuchar al otro. Así, el documento refleja acabadamente las opiniones de un variopinto abanico de personalidades y dirigentes de toda la sociedad civil.
Uno de sus pilares fundamentales propone que la nueva escuela secundaria sea un lugar de inclusión, pero también de excelencia para todos, para salir de la bipolaridad inclusión-exclusión que tiende a desentender al Estado de otros objetivos indispensables para una educación equitativa y de calidad.
La ley de obligatoriedad de la enseñanza media con el actual formato escolar está resultando inaplicable: de cada 100 chicos argentinos que ingresan al secundario sólo 37 lo finalizan. Además, quienes provienen de los niveles socio-económicos y culturales más pobres tienen menos años de educación que quienes provienen de los niveles más elevados, la mitad de los jóvenes que completan el nivel medio no comprenden lo que leen. Tenemos por delante un triple desafío: acercarnos a la universalidad del colegio secundario, salir de la desigualdad en la distribución de los bienes educativos y lograr un piso de equidad en la calidad de la enseñanza.
La universalidad, la concurrencia a la escuela de todos los chicos, no consagra por sí sola la equidad educativa. Tampoco facilita el avance a una convivencia social de ciudadanos iguales si al mismo tiempo no asegura la misma calidad en los aprendizajes y en los niveles de exigencia para todos.
Equidad en materia educativa significa proveer a cada alumno de las habilidades y competencias necesarias para desarrollar, en el entorno que elija, su propio proyecto de futuro partiendo de su realidad y contexto social, familiar y económico. Y para desarrollar tales capacidades el alumno necesita que una nueva escuela le enseñe a aprender y a estudiar toda la vida, para discernir y abrirse paso con criterio propio entre la avalancha informativa que la sociedad global nos impone a diario.
La inclusión con calidad requiere que los docentes dejen de ser meros transmisores de contenidos y se animen a ser líderes apasionados y orientadores de los aprendizajes de los alumnos. También requiere revisar el formato escolar, el del aula, la organización curricular y eventualmente dar lugar a planes de estudios flexibles, con módulos de materias cuatrimestrales y módulos de materias optativas, de modo que el propio estudiante sea parte del diseño de su itinerario escolar. Por otra parte, si todos los alumnos son nativos digitales, la escuela y toda su comunidad saber utilizar la tecnología con la habitualidad con que se escribe o se lee.
Sin embargo, una realidad es el debate y el diálogo maduro que produjo los “19 PILARES SECUNDARIA 2020”, y otra realidad muy distinta y trágica es que el 90% del país ve seriamente amenazado el inicio del ciclo lectivo 2013. Recurre el mismo problema año tras año, por imprevisión, irresponsabilidad, falta de diálogo entre las partes y carencia de un mínimo afecto mutuo por un proyecto compartido. Ese desafecto se extiende a quienes necesitan de la educación pública para aspirar a un mejor futuro, como lo evidencia la utilización oficial de la obligatoriedad de la enseñanza media como bandera propagandística. Cada día que se pierde de clases es un capítulo de la trágica saga que ya ha ahondado la brecha educativa, y consolida una estratificación social con movilidad sólo descendente.