En promedio, el 60% de los alumnos que finalizan quinto año no alcanzan los saberes mínimos en lengua y matemática y apenas el 5% de los alumnos que finaliza quinto año alcanzan niveles de excelencia y el 50% de los alumnos obtuvieron en la comprensión lectora resultados muy negativos. Ante estos números nuestra reacción debería ser reaccionaria; debería interpelarnos. Y claro que para ello tenemos que sincerarnos con profundidad y mirar sin filtros lo qué está pasando en nuestro sistema educativo. Para ello, necesitamos un instrumento fehaciente y confiable para conocer las debilidades y fortalezas de nuestro sistema y contribuir al mejoramiento de todas las escuelas de la Ciudad.
La educación nos prepara para crear proyectos de vida sustentables. Pero en este siglo del conocimiento y revolución tecnológica no alcanza con tener a los chicos en la escuela, necesitamos brindar una educación de calidad y equidad para construir un futuro con mejores oportunidades para todos. Es en este sentido que mañana trataremos en la Legislatura porteña una ley para crear un Instituto de Evaluación de la Calidad y Equidad Educativa.
El instituto será una herramienta muy valiosa para diagnosticar, conocer el estado de situación real de nuestro sistema educativo. A partir de sus observaciones se podrían rediseñar políticas públicas en educación acordes a los desafíos del siglo XXI. El instituto propuesto sería un organismo autárquico, en el cual la evaluación sea integral y permanente, que abarcará los aprendizajes de los alumnos, el desempeño, la formación de los docentes y las propias políticas educativas llevadas adelante por el Ministerio de Educación a través de sus programas y proyectos.
Creo que sólo es posible mejorar si contamos con datos precisos sobre el acontecer educativo, y es preciso que esta tarea esté en manos de un organismo a cargo de especialistas, que independientemente de la gestión que gobierne, continúe y sostenga las evaluaciones. Queremos que la educación sea una política de Estado; por eso la importancia de la autarquía del instituto.
Y no, claro que no hay que tenerle miedo a la palabra evaluar porque es imprescindible conocer dónde se encuentran las fortalezas, para potenciarlas y detectar los obstáculos, para corregirlos y superarlos. Los resultados obtenidos y percibidos nos interpelan en la búsqueda de nuevas políticas educativas acordes a estos desafíos.