Je suis feminista. Cuando muchos tipificaban que ser feminista era la quema de un corpiño, el odio al hombre o el luchar por el “derecho al aborto”, nos encontramos frente al Congreso para abrazar una bandera en común “#NiUnaMenos”. Una bandera que ésta vez sí nos une a todos y no necesariamente es del feminismo.
La sociedad adhirió a la marcha y es en ese sentido que podríamos decir que estamos realmente defendiendo así algunos valores del feminismo, pero eso de ninguna manera quiere decir que se adhiere a todos las banderas que enarbolan las feministas. Y entender esto siempre “nos costó”. Nos costaba entender que sí podíamos “adherir” a unas causas y a otras no. Porque el “feminismo” tenía guardada bajo llave “su lucha”, pero así y sin quererlo solo lograban invisibilizar temas que en realidad nos preocupan, que nos afectan a todos.
Hay muchas mujeres que sufren violencia y el 90% hemos sufrido y sufrimos cotidianamente el que algún hombre se sienta con derecho a mirarnos como a una posible posesión y nada de esto podemos ni debemos naturalizarlo.
Que esta movilización nos ayude a generar mecanismos institucionales desde el Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial para prevenir, acompañar y contener a las víctimas y condenar a los culpables. Pero también que nos ayude a tomar conciencia y generar un cambio cultural en la sociedad. ¿Cómo? Tenemos el desafío social de educar a nuestros niños y niñas. El desafío es que podamos educar a mujeres fuertes y a varones que sepan respetar y valorar la riqueza de la diversidad y la complementariedad.
No formemos princesas que esperan ser rescatadas sino mujeres que luchan, que no se acobardan. No formemos varones que sienten la presión de ser héroes que enfrentan dragones para rescatar princesas. En nuestro país, una mujer muere cada 30 horas producto de la violencia de género, un fenómeno social que no distingue nivel socioeconómico y que constituye una flagrante violación al derechos más fundamental: la vida
Esta violencia es perpetrada por la persistencia de estereotipos y prejuicios culturales que sitúan a las mujeres y a las niñas en una posición subalterna con relación al género y a los valores masculinos, provocando una realidad injusta y desigual y afectando la vida, la libertad y la seguridad de las mujeres a lo largo de todo su ciclo vital.
El desafío es social, el desafío es educar a nuestros pibes para que realmente no haya ni una menos. Por eso, siempre, hoy y maňana decimos #NiUnaMenos.