Por: Yamil Santoro
Nuestro origen nos condiciona de múltiples maneras. Coincidiremos en que es fundamental combatir la desnutrición y garantizar una educación que dote a los chicos con herramientas suficientes para enfrentar los desafíos de la vida. Pero además de tener estas necesidades básicas satisfechas hay otra dimensión que tiene gran impacto en el desarrollo de las personas: sus relaciones, que dan lugar a lo que llamamos “capital social”.
Las redes de relaciones, reales o potenciales, que puedan ser aprovechadas con cierta previsibilidad aportan mucho al desarrollo de cada uno de nosotros. Estas redes se sustentan en la confianza anclada en reglas, valores, intereses y creencias compartidas. De faltar lo anterior, la cooperación social se vuelve difícil y el rendimiento de las acciones disminuye. Poder “contar con otros” define nuestra capacidad para poder hacer frente a todo tipo de problemas como conseguir trabajo, que alguien nos preste algo que necesitamos o nos auxilie en caso de emergencia.
Los grupos de pertenencia permiten el desarrollo de estos lazos. Algunos los elegimos, como los clubes o los partidos políticos, y otros nos son dados, aunque sea parcialmente, como la familia. Estos grupos encierran las condiciones de posibilidad para que el individuo se desarrolle y se constituya como tal.
Además de los lazos con los más cercanos, hay un entramado que nos une a miles de personas desconocidas. Podemos distinguir la confianza particular de la confianza general. Los pequeños gestos, las pequeñas actitudes que hacen mejor la vida de los otros permiten ir consolidando algo mucho más grande. Por el contrario, cada vez que faltamos a nuestra palabra, que incumplimos un contrato, que somos indiferentes al sufrimiento ajeno, ese lazo se debilita un poco. Crece la desconfianza y las relaciones sociales cuestan más esfuerzo.
Los lazos comunitarios también sirven para que emerjan liderazgos nuevos y se desarrollen visiones diferentes. Nuestros lazos definen nuestra capacidad de impactar. El diálogo es fundamental para conocer, debatir y coordinar los intereses y necesidades de nuestras comunidades y así crecer a partir de las diferencias y las coincidencias.
Aquellos que apostamos a una nueva forma de hacer política en la cual trabajemos para solucionar los problemas que nos aquejan como sociedad, luchar contra la corrupción y contra el uso de la violencia y el dogmatismo debemos estrechar lazos, trabajar en equipo y crear nuevas comunidades políticas que se sustenten en valores que nos permitan construir la sociedad que soñamos.
Es hora de superar la era de la mezquindad y la confrontación destructiva y convertir la discusión en diálogo. Es hora de empezar a crecer en las coincidencias y en las diferencias.