Por: Carlos Arbia
Una sutil tarea de esmerilamiento, como las que acostumbra, ha comenzado a realizar desde la semana pasada el ministro de Economía con la autoriadad monetaria, Juan Carlos Fábrega, para quedarse con el manejo de esa institución. La intención de Axel Kicillof de desembarcar en el BCRA está relacionada con un hecho que podría ocurrir en el futuro: una nueva corrida cambiaria, similar a la acontecida en enero último, cuando Fábrega decidió devaluar un 25% el peso, llevándolo de 6,50 a 8 pesos por dólar en sólo 3 días.
Fabrega le ganó la interna a Kicillof -que se negaba a devaluar- y descomprimió la presión en el mercado cambiario. Este es un evento que no se puede descartar en el marco de la pelea con los holdouts. Si el Gobierno sigue emitiendo unos 1.000 millones de pesos por día, si el déficit fiscal no se reduce, si la inflación no se frena y se empiezan a fugar dólares nuevamente, será difícil evitar una nueva devaluación de la moneda similar a la de enero. Kicillof lo sabe y por eso quiere ubicar al frente del BCRA al actual secretario de Finanzas, Pablo López, quien fue el director que colocó Kicillof cuando era viceministro para controlar a Mercedes Marcó del Pont.
La conferencia de prensa del pasado jueves de Kicillof en el microcine del Palacio de Hacienda mostró dos facetas preocupantes. La primera, la dura crítica hacia el banquero Jorge Brito, amplificada luego con el discurso de la presidente Cristina Kirchner. La segunda, la fuerte embestida contra el titular del BCRA. De ese modo, el ministro prácticamente dinamitó a la autoridad monetaria sin nombrarla. La sola mención de Sedesa (Seguro de Depósitos), una sociedad anónima creada en 1995 con el objeto de administrar el Fondo de Garantía de los Depósitos del sistema financiero de la cual es socio con el 1%, dejó mal herido a Fábrega.
Kicillof explicó allí que los banqueros querían utilizar parte de ese fondo como una suerte de garantía para pagar la sentencia a los holdouts. “Querían pagar con parte del dinero de la gente” dijo el ministro, quien dio a entender que Fábrega también estaba de acuerdo en utilizar ese recurso, ya que los banqueros se habían reunido antes con él, más allá de que dicha intervención fue solicitada por la Presidente al jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, y el secretario Legal y Técnico, Carlos Zaninni.
De acuerdo a algunas versiones de los propios banqueros todo fue armado por Kicillof para desgastar a Fábrega y dejarlo al descubierto. Lo curioso es que en esa conferencia del jueves Kicillof sólo contestó en forma contundente la pregunta de un periodista de C5N referida a la intención de los banqueros a comprar la sentencia contra la Argentina a los holdouts, cuando embistió contra Brito y acusó indirectamente a Fábrega, pero no respondió prácticamente ninguna de las restantes preguntas que le hicimos los periodistas acreditados de Infobae, TN, y Ámbito Financiero.
Práctica habitual
La historia reciente muestra que, desde que Axel Kicillof llegó al Poder Ejecutivo -como viceministro de Economía, el 10 de diciembre del 2011-, ha esmerilado a gran parte del equipo económico. Sus víctimas fueron su superior Hernán Lorenzino, al que prácticamente le intervino el Ministerio apenas llegó y dejándole solo la posibilidad de manejar los temas referidos a la política de desendeudamento. Luego, al asumir como ministro en noviembre del año pasado, se cargó a Mercedes Marcó del Pont. La había comenzado a esmerilar al intervenir el BCRA en marzo del 2012 cuando por su indicación se reformó la Carta Orgánica de esa institución.
Guillermo Moreno, el entonces todo poderoso Secretario de Comercio, fue otra de sus víctimas. Presentó su dimisión luego de que Kicillof fuera promovido como ministro de Economía, nombrando en su reemplazo a su amigo Augusto Costa. Pero el esmeril al parecer no se detiene.
En la mira de Kicillof esta ahora el llamado “garante” del sistema financiero: Juan Carlos Fábrega, un correcto presidente del BCRA, un hombre leal a la Presidente dispuesto a renunciar en el momento que se lo pidan y también Jorge Capitanich.
Ahora sólo falta que Kicillof solicite sus renuncias, como ocurrió con las anteriores figuras del equipo económico, para transformase en una suerte de superministro de la Economía, sin oposición alguna.