Acuerdos en Moscú: una diplomacia al revés

Claudia Peiró

El multilateralismo es importante para un país que necesita diversificar su comercio exterior, atraer inversiones y resolver problemas de financiamiento. Pero el cumplimiento de este objeto se ve con frecuencia empañado por el estilo que el Gobierno le imprime a su diplomacia

Si en política exterior –y en política en general- se debe ser firme en el núcleo pero flexible en las formas, la del kirchnerismo ha sido siempre una diplomacia al revés: dura en las formas y errática en el fondo. Es difícil encontrar estrategia en estos doce años; en cambio ha sido constante el proyectar fronteras afuera la lógica amigo-enemigo que distinguió a esta gestión en el plano interno.

En virtud de lo anterior, observemos lo que se concretó en esta visita a Rusia.

Fueron firmados 20 convenios en el marco de una “asociación estratégica integral”, que va de la cultura hasta la defensa, pasando por lo político-institucional, lo comercial, lo energético –quizás el capítulo más importante y el principal motor de la visita-, lo aeroespacial, el turismo, etc.

En la Declaración de Asociación Estratégica, se incluye obviamente el reclamo por Malvinas y la no militarización del Atlántico Sur, pero también la reafirmación del principio de no intervención en asuntos internos –un punto caro a Rusia-, el no reconocimiento a los golpes de Estado –¿autocrítica in pectore de Moscú por su respaldo a la dictadura argentina de 1976?- y una oposición a la “pretensión de aplicar extraterritorialmente la legislación nacional” –un punto justo, pero llamativo por parte de la administración kirchnerista que da trato de prócer –y sueldo de alto funcionario- al juez Baltasar Garzón precisamente por habernos aplicado una legislación extranjera, en desconocimiento de nuestra soberanía jurídica.

El contrato para la construcción de la represa hidroeléctrica Chihuido, el proyecto de construcción de una central nuclear y el acuerdo con Gazprom para la exploración, extracción, generación y transporte de energía son los resultados más concretos y provechosos para la Argentina, orientados a resolver la crisis energética que el gobierno niega pero que no tiene más remedio que enfrentar.

No hay duda de que para los países periféricos es positivo estrechar vínculos con países centrales. Pero si el costo de ese vínculo es en detrimento de un tercero, como en este caso Estados Unidos, es un despropósito total. Se podría entender ese despropósito recordando que Cristina Kirchner recibió la llegada de Barack Obama a la presidencia como “un gran hito de una de las epopeyas más apasionantes de la historia”, en una carta de 2 carillas –algo inusual y hasta inapropiado-. Y luego no se sintió correspondida. En particular cuando esperaba que la Administración Obama fuese más activa en su respaldo ante el juicio de los holdouts en el Tribunal de Nueva York. Sin embargo a pesar de todo ello no se justifica en alguien que pretende aparecer como estadista formular críticas a una potencia mundial continental en el escenario de otra que la desafía.

¿Nos acercamos a Rusia para molestar a Estados Unidos? Es difícil encontrarle una lógica a esto. Criticar a un tercer país –como también hizo con Alemania- para congraciarse con el anfitrión es auto-descalificante. Argentina no necesita adular a Rusia, en particular para firmar acuerdos energéticos que continúan la acción de una línea ya establecida por el país en anteriores administraciones.

Por eso es inconsistente la afirmación que hizo Cristina Kirchner en Moscú: “Durante mucho tiempo en mi país los gobiernos miraban a una sola parte del mundo, no al mundo completo”.

A quien más le cabe esa miopía es a ella, porque multilateralismo no es acercarse a un país a expensas de otro sino abarcar la diversidad geopolítica de manera que concurran los intereses del país que uno representa con los que componen la decisión política mundial.

Esta conciencia no estuvo presente en sus críticas a Obama, a quien el papa Francisco acompaña, por ejemplo, en la iniciativa de la reconciliación con Cuba, mientras ella –grosera e innecesariamente- intentó descalificarlo en la última Cumbre de las Américas.