Todo indica que el ciclo kirchnerista está concluido o por terminar. Sin embargo a la hora de sacar conclusiones sobre el futuro surgen opiniones tan disímiles como partidos, círculos, clubes y peñas existen a lo largo y ancho del país.
Ciclo político
Es en este andarivel donde las opiniones políticas acuerdan de manera general: el ciclo está terminado. El kirchnerismo ha dado todo lo que podía dar y sus posibilidades de candidatos y alianzas se estrechan a medida que pasa el tiempo. Muchas razones confluyen para dar por agotada la etapa. Su estilo de confrontación, pelea y fractura no entusiasma más. Lo que podía ser simpático en 2003, ahora sabe amargo. El gobierno conoce el rechazo que estas conductas provocan en la sociedad, pero no lo puede evitar. Está en su naturaleza psicológica e ideológica. El jefe de Gabinete lo explicó con claridad al señalar por qué Scioli jamás sería su candidato: no defiende el proyecto, “no pelea con el énfasis que nos gusta porque tiene una personalidad menos confrontativa” y Julián Domínguez opina que a los “tibios los vomita Dios”, sólo para citar algunos ejemplos de la agresividad gubernamental y de la filosofía que los impulsa. Como saben que este espíritu de guerra sólo anida en una diagonal social que atraviesa a todos los sectores pero que es minoritaria, buscan imágenes que hagan tierna y amigable a la Presidenta, tarea ardua si las hay, como ponerla en contacto con niñitos que desean conocerla o hacerla decir que va a ser abuela. Cuando todo el mundo sabe que no fue ella quien crió a sus hijos, sino que, en tal caso, ha sido su extinto marido.
Cada nuevo discurso suma conflictividad por lo tanto no adiciona simpatizantes. Diez años de gobierno es mucho, en el contexto de una democracia, los viejos amigos han devenido en adversarios y no suma nuevos. El desgaste de material se nota y el círculo decisorio es cada vez más estrecho.
El ciclo económico
Aquí es más difícil una opinión taxativa. Si bien surgen problemas por todos los rincones: inflación, desocupación, caída de la actividad, pérdida de reservas, carencia de inversiones, déficit, aumento del gasto público, lo cierto es que cualquier enderezamiento o modificación de esta situación, lo que aparece, por las declaraciones de los políticos con posibilidades de ganar, es hacerlo en los términos ideológico-económicos de este gobierno: intervencionismo y estatismo, con sus más o con sus menos. La captura de las AFJP y las distintas estatizaciones llevadas adelante por el kirchnerismo cuentan con el apoyo de la inmensa mayoría de los argentinos y esto independientemente de la necesidad o no de hacerlo, en función de la productividad y la gestión. Las simpatías van por el estatismo como reivindicación patriótica. Ochenta años de discurso intervencionista no se cambian en una década, cuando encima esa década se ha ganado el mote de maldita y no hay político con voluntad de defenderla. En síntesis, en este ámbito el kirchnerismo ha ganado la batalla.
La idea de vivir con lo nuestro en lo que hace a la industria y a las inversiones tiene muchos adeptos en la élite industrial y cultural. La sustitución de importaciones sigue vigente en el pensamiento político argentino, mucho más que en la realidad. El Mercosur es un fracaso justamente por estas razones. Con la soja a más de quinientos dólares la fiesta continúa.
Un punto débil del kirchnerismo, al menos en la élite política, es el centralismo y unitarismo al que somete a las provincias, sin embargo sus pueblos no lo rechazan.
El ciclo cultural
Aquí el kirchnerismo aparece más consolidado, con más éxitos y logros a exhibir. Los aspectos culturales son en general relegados por los políticos, que son hombres de acción más que de reflexión, su conducta está signada por el presente fugaz, dejándose llevar por el clima de época. No les interesa contribuir a la gestación de nuevos aires que se viven en otras latitudes.
El kirchnerismo como ningún otro gobierno en la historia argentina trabajó el tema cultural. Creó slogans que definen el presente y abren horizontes. Instaló paradigmas y verdades inmarcesibles. Argumentos históricos como el revisionismo creado en la década del ’30 para combatir el sentido de la historia “oficial”, desde el llano y con la frescura de ser opositor, hoy están en el gobierno y es la política cultural oficial que dimana desde el centro del Estado. Con lo regresivo que esto es.
Hoy hay “verdades” que no se discuten: los jóvenes idealistas, el genocidio de Colón, Roca y Videla. La idea de que ha habido en nuestra historia crímenes buenos y crímenes malos. La década ganada. La voluntad política por encima de leyes naturales de la historia, herencia del iluminismo unitario. En este sentido el gobierno de Mitre ha sido el antecedente más directo del kirchnerismo, quien utilizó con gran vocación política los saberes y la cultura para imponer su proyecto político. El esquema Civilización o Barbarie es el equivalente al de progresismo o conservadurismo. ¿Quién en su sano juicio puede asumirse como conservador, liberal o de derecha y pretender ganar votos? La descalificación cultural precede a la política.
Aquella ecuación logró finalmente imponerse en el país de fines del siglo XIX, como la segunda, imponerse en lo que va del siglo XXI. Las batallas culturales e ideológicas son más importantes que las políticas. Eso sí, tienen un inconveniente, son a largo plazo y el rédito no es inmediato. Combates a prueba de políticos instantáneos y solubles. Un ejemplo del escaso valor que la dirigencia política no kirchnerista le atribuye a las lides culturales -que el gobierno da a toda hora y en todo lugar- está ocurriendo, en estos días, con el traslado del Monumento de Cristóbal Colón. ¡Es apenas un ejemplo! Para una gran mayoría de los políticos y pichones de serlo es una pelea absurda. ¡Hay tantos desaguisados en la Argentina, que no tiene sentido guerrear por una estatua! Por otro lado el Gobierno de la Ciudad se opone con argumentos constitucionales: no puede el Gobierno Nacional intervenir de ese modo en una jurisdicción que es dueña de sus plazas y monumentos. Ahora ¿alguno se preguntó por qué Cristina no quiere ver más esa estatua allí, cada vez que se asoma por la ventana? ¿Y qué consecuencias tendría para la cultura política del país ocultar y esconder la figura que por su acción vinculó América al mundo occidental y al imperio español? Ocultarlo y escarnecerlo es justificar el aislamiento y el encierro, que es la política de este gobierno. Y exaltar el discurso añejo del imperialismo. ¡Allí hay que centrar la batalla! ¡Y ahí tiene sentido político! ¡Pero no, la política de los porotos no tiene tiempo para estas monsergas! O quizás porque coinciden con el asunto del imperialismo.
El concepto de que la intervención de Estado es intrínsecamente bueno, pues garantiza con justicia e idoneidad la redistribución de la riqueza, la igualdad social y la productividad, tiene el valor del sentido común. Por lo tanto el progresismo no necesita realizar grandes esfuerzos teóricos para persuadir.
La lucha cultural del kirchnerismo tiene una intencionalidad política. Dejar el camino de la cultura minado por valores progres, única garantía de retorno al poder en el futuro. No se equivocan. Volverán pues expresan el pensamiento de un sector de la sociedad.
La institucionalidad
Aquí pareciera ser que el kirchnerismo va perdiendo. El valor que le da a las instituciones es menguado. Pone por encima de ellas la democracia de masas, las multitudes y el caudillo, las movilizaciones por sobre el Congreso. Y digo que va perdiendo porque en general la oposición guarda una jerarquización mayor de la institucionalidad. Y a la sociedad pareciera ocurrirle lo mismo. Al contemplar su paciencia frente a la inseguridad, la carencia de salud, de educación y la ineficiencia general de los transportes revela, por ahora, su confianza en las instituciones más que en el gobierno.
De todos modos no está dicha la última palabra. En el último tiempo las reformas judiciales promovidas por el gobierno evidencia el poco apego que el gobierno tiene por la Constitución, las normas y la libertad individual. Al suprimir las cautelares pone al Estado por encima del individuo.
La seguridad
Aquí el gobierno gana olímpicamente. El garantismo ha permeado a la totalidad de los partidos políticos. El garantismo es la ideología base del progresismo. El argumento de que el delincuente tiene una historia social que merece ser considerada, mucho más que la responsabilidad individual de elegir el camino del bien, ha destruido la posibilidad de hacer justicia. Las fuerzas del orden (expresado de esta manera el progresismo se encrespa pues orden y disciplinamiento es la ideología de las clases dominantes) tienen sus manos atadas para actuar como corresponde frente al mundo de la delincuencia y la droga. Lo políticamente correcto es la prevención, esto es, esperar a que el delincuente actúe, cuando todo el mundo conoce donde habita, vive y opera. Reventar sus guaridas es reaccionario y le hace el juego a la desigualdad y la explotación. Ningún político opositor tiene un plan alternativo a lo que hoy existe. Si el kirchnerismo se va, la inseguridad se queda.
La educación
El progresismo ha hecho estragos en este ámbito. El concepto sarmientino de igualdad escolar, tradicional de la escuela argentina, ha avanzado un paso más, ahora se trata de igualar para abajo. La pedagogía de los peores, esto es, de los indisciplinados, los desaprensivos y los violentos es la norma escolarizada.
La pedagogía del entretenimiento hace furor en la enseñanza. ¡Es que los chicos están desmotivados!, se afirma. Entonces hay que disfrazarse de payaso. Con los contenidos hay que tener mucho cuidado, pues si se profundizan y complejizan se corre el riesgo que el alumno no entienda y abandone la escuela, que debe ser absolutamente contenedora. Se acabaron los premios al mérito, pues es vehículo de desigualdad y diferencia. Por lo tanto el “odioso” mecanismo de la competencia, palabra desterrada de las aulas por oler a capitalismo salvaje, corre igual suerte.
Los alumnos tienen más derechos que obligaciones. Los maestros y profesores son por encima de todo trabajadores que han perdido el placer y el gusto por enseñar. Cuidado con sancionar a un niño o a un adolescente pues puede frustrase tempranamente. La calidad no es ponderada pues es un valor de las élites. Podría decirse que la pedagogía de los peores, de la igualdad para abajo y la des-responsabilidad, esto es, del progresismo ha permeado a casi toda la oposición. El kirchnerismo puede irse pero este modelo educativo se queda.
Lo social
Los subsidios no podrán ser retirados. El kirchnerismo ha montado una bomba de tiempo. Esto es un cuerpo ajeno a la tradicional justicia social argentina. Cuando uno repasa la política social de Perón observa que todas sus leyes se orientaron al trabajador: jubilaciones, ocho horas de trabajo, ley de Asociaciones Profesionales, licencia por enfermedad, aguinaldo, etcétera. Es decir leyes y beneficios para el que trabaja. Se ha perdido esa cultura. Prevalece la cultura progre del subsidio y la limosna.
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Por todo lo dicho no deben esperarse grandes cambios. El progresismo ha ganado la batalla cultural, al menos por un tiempo impredecible. Y este triunfo ordena el escenario político. En ese proscenio se mueven los aspirantes a suceder al actual gobierno. Razón entre otras, por la que al gobierno no le irá tan mal.