Así, de esta forma confusa, ambigua y contradictoria, el kirchnerismo festejó su derrota. Toda una proeza para un grupo político que, poco a poco, deviene en una secta. Aislados de la sociedad, la estampida de sus mejores hombres no se hará esperar.
El fracaso del gobierno no solo es una buena noticia para los argentinos, sino que podemos extender la felicidad al conjunto de América del Sur, que ve cómo se eclipsa uno de los pilares del populismo regresivo, que azotó al subcontinente por más de diez años. Queda aún, envuelto en una profunda crisis, el chavismo en Venezuela.
El jolgorio de la “década ganada” se hunde, sin pena ni gloria, junto al extravío de sus principales cuadros que aturdidos por la voluntad popular niegan y reniegan de la realidad que se les antoja indescifrable.
Lo que quedará del kirchnerismo
El kirchnerismo ha sido la intrusión del marxismo en las filas peronistas. Asaltó su retaguardia, hace ya muchos años y esperó agazapado mejores tiempos.
El siglo XXI los acercó al poder en América del Sur, y aquí en nuestro país la incomprensión y la desactualización de la élite política y cultural, de lo ocurrido en el mundo con la caída del Muro de Berlín, les abrió el juego. Primero en el peronismo, llamándolos progresistas, y luego el conjunto de toda la partidocracia que creó la atmósfera beatificante de un movimiento que llevaba en sus entrañas el veneno de la desunión y el aislamiento del mundo. Retorne el lector al clima del 2003 y verá la certeza de mis afirmaciones respecto de la esperanza popular en el progresismo. ¡Esto ha terminado! Los pueblos hacen su experiencia mordiendo el polvo levantado por el fracaso.
Algunos peronistas han comenzado a tomar conciencia de que están al borde del abismo, llevados hasta ahí por el progresismo, que no es otra cosa que marxismo residual y soluble, luego de la caída de la Unión Soviética.
¿Podrá zafar el peronismo de la trampa en que se ha metido? Es difícil decirlo, hoy. La negativa de Scioli a romper, en su momento, con el kirchnerismo habla de la debilidad ideológica de sus cuadros directivos. ¿Habrá llegado el momento, ahora, luego de las elecciones? Casi, que no importa.
El peronismo, ínsito en el corazón del pueblo, buscará nuevos dirigentes por fuera de la estructura kirchnerista, que todo lo tritura y lo destruye. El progresismo dueño del Frente para la Victoria tiene contra las cuerdas al partido peronista. De modo que veo muy difícil una recuperación partidaria insistiendo en ese ámbito. El kirchnerismo impondrá un candidato a dedo y veremos, entonces, la conducta del justicialismo residual que aún quede allí dentro.
Hay, aún, un largo camino por recorrer.