Puerto Madero ¡tan elegante y tan lejos de la Patria! El microclima que allí se respira no deja ver la realidad. Obnubila y ciega. La opulencia advenediza de negocios rápidos y políticos ligeros, ha hecho de este exclusivo reducto la residencia privilegiada de funcionarios kirchneristas, desde que Néstor abriera sus oficinas, al dejar la presidencia. Cierto o no, Puerto Madero es el emblema del kirchnerismo, como el Barrio Norte lo fue de la contra del peronismo clásico. Encerrados en esas cúpulas de vidrio y cemento observan en sus LED cómo el país se incendia sin atinar a una respuesta y una explicación que nos merecemos.
¿Qué han hecho con el país en estos diez años?
El conflicto social en el cual nos hallamos sumergidos fue disparado por las demandas salariales de las fuerzas policiales en una sucesión provincial sin precedentes. Pero si se cree que la intransigencia de los uniformados se debe sólo a sus bajos salarios, el error puede confundir, como distorsionan los ventanales de Puerto Madero. La realidad es que durante diez años las fuerzas policiales han sido bastardeadas por la atmósfera garantista del gobierno nacional. Las principales voces del kirchnerismo han sido duras y desconsideradas con las fuerzas del orden. Policía fue sinónimo de gatillo fácil. ¡Por decir poco! Solo un ejemplo. El 2 de febrero de 2009 caía asesinado en un negocio de San Isidro el oficial Garrido, querido y respetado por todos lo que lo conocían. Modelo de policía al servicio de la gente. El mismo día del entierro y lejos de allí, el ex presidente Kirchner en un discurso cargado de odio y resentimiento apuntaba contra la policía del gatillo fácil. No podía soportar el cálido homenaje que un pueblo le ofrendaba a un uniformado. De modo que una policía ofendida, ninguneada y mal paga es una bomba de tiempo. Y ahora ha estallado. Y el garantismo en el poder está aturdido.
La frontera
Los conflictos con saqueos y enfrentamientos entre sectores populares es lo novedoso de los años que nos tocan vivir. Suceden en la frontera que separa a los que viven con normas, trabajo y ciertos beneficios que la vida en sociedad ofrece y los que están más allá…casi en el abismo y que el gobierno nacional ha usado hasta la fatiga, merced a un clientelismo humillante y deshumanizador. La demagogia criminal del kirchnerismo ha consistido, entre otras cosas, en creer que la marginalidad y el delito, consecuencias del capitalismo salvaje, según afirman sus principales referentes, son los sectores dinámicos capaces de generar una brecha que abra el camino a una sociedad más justa. Sustituyeron al trabajador por el delincuente como sujetos de la historia. Y ahora que están en la calle robando y matando, ahora… justo ahora piden que toda la sociedad condene la barbarie. La caja de Pandora que estos irresponsables han abierto deben cerrarla ellos o declararse impotentes.
¿Qué pensar de un gobierno que tiene como referente fundamental al doctor Zaffaroni, que un giro alocado de su ideología ha afirmado: “Frente a la inseguridad creada en el mundo por el retroceso del Estado de Bienestar. ¿Cómo se compensa esta sensación? Mostrando que la principal amenaza que hay es el delito común” (La Nación, 18/2/09). Precisamente el día que asesinaban a Garrido.
La frontera arde y el gobierno la apaga con pequeños baldes de jardín maternal. O actúan de modo decisivo o la convulsión se los lleva por delante.
Treinta años de democracia y el Estado ha desaparecido
Que el gobierno ha perdido el rumbo lo revela la irresponsabilidad de conmemorar, en el marco de una decena de muertos, los treinta años de una democracia que no ha resuelto aún los problemas sociales y que clama al cielo por políticos más realistas. Si el gobierno no piensa bien, los artistas debieran decir que no. ¡No hay nada que festejar! Estamos de duelo. La Argentina está sumergida en la peor de las guerras sociales. ¡Cuánta razón tenía aquel titular irónico de la revista Barcelona cuando decía: “La redistribución ya se hizo. Lástima que no alcanzó para los pobres”. Y esta es la cruel realidad de nuestro país. La desigualdad ha escalado a niveles insoportables. La inflación y la ausencia de autoridad corroen las instituciones. ¿Dónde está Cristina?